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CRÍTICA: 'L'INCORONAZIONE DI POPPEA' DE MONTEVERDI EN EL TEATRO CAMPOAMOR DE OVIEDO

21 de septiembre de 2010
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La Voz de Asturias (Lunes, 20/9/10)

"POPPEA" DE DISEÑO

Programar "L´incoronazione di Poppea" de Monteverdi en la temporada de ópera del Campoamor ha sido una decisión arriesgada. Los especialistas y aficionados más cultivados sin duda estarán encantados con la experiencia, pero  si miramos la obra con un poco de perspectiva, hay que llegar a la conclusión de que las tres horas y media de música compuestas por Monteverdi no son el mejor plato lírico a servir en un ciclo que únicamente tiene cinco títulos que ofrecer a su público. Es la primera vez que esta obra se hace en la temporada, que ya había acogido otra de Monteverdi, el  "Orfeo, sin duda más atractiva. Temporadas como las del Teatro Real o el Liceo, que poseen muchos más títulos que la asturiana, podrían haber acogido esta "Poppea" con algo más de razón, pero la inclusión en la nuestra ha sido, como mínimo, una decisión un tanto pretenciosa. La "Poppea" del Campoamor se ha desarrollado entre virtudes y defectos, pero siempre dentro de un notable nivel de calidad. Se ha conseguido sacar adelante un espectáculo de gran complejidad, que en su conjunto ha funcionado con eficacia, en parte gracias al trabajo de Emilio Sagi como director de escena, que con su habitual inteligencia ha sabido construir un espectáculo sugerente, jovial y moderno.  El primer trabajo operístico de Patricia Urquiola ha sido muy atractivo visualmente. La diseñadora asturiana confeccionó algunos elementos decorativos que, junto a la exquisita iluminación de Eduardo Bravo, se convirtieron en otro de los alicientes de la producción. Los bellos juegos de formas y colores de la escenografía llegaron a convertirse en auténticos protagonistas, aunque su carácter eminentemente decorativo también aportó frialdad y falta de cohesión con la dramaturgia. No parecía haber unión entre escena y contexto escenográfico sino, más bien, una coexistencia pacífica entre ellos. La producción no se puede considerar una recreación barroca en sentido estricto. Sí en el terreno musical, pero no en el escénico.  Emilio Sagi trasladó la acción de la antigua Roma a la actualidad, incluyendo elementos de vestuario como minifaldas, americanas, zapatos de tacón e incluso un tanga. La dirección de actores restó  veracidad dramática a la historia. Era difícil ver en la interpretación de Emanuel Cencic al emperador de Roma, e imposible vislumbrar en el Séneca interpretado por Felipe Bou al legendario filósofo. Nerón se llegó a mostrar casi como una alocada adolescente borracha, y aun aceptando la imagen de frivolidad que la ópera transmite de él, creemos que en esta ocasión se ha vulgarizado demasiado;  Séneca parecía un joven bibliotecario, y las diosas Fortuna, Virtud y Amor, llegaron a situarse dentro de un spa, dándose un masaje, y tapando con sus comentarios y gemidos sus respectivas líneas de canto. Esta falta de identidad entre lo que cuenta la historia original y la manera que tuvo de plasmarse resultaron incompatibles. Por otro lado, la claridad e inteligencia con que se ordenó el movimiento escénico fueron admirables.

La versión orquestal sí buscaba ser fiel a la instrumentación, afinación y estilos barrocos, respetando al máximo una partitura de la que sólo se desecharon alrededor de 15 minutos. Bajo la dirección  de Kenneth Weiss, que realizó un trabajo extraordinario al clave, Forma Antiqva ofreció una notable versión musical, a la que sólo hay que objetar algún puntual problema de afinación. Resultó muy atractiva la densa sonoridad de la orquesta, que decidió aprovechar la capacidad del Campoamor con un conjunto de instrumentos más numeroso de lo habitual en este repertorio. Vocalmente se contó con un reparto solvente que, con luces y sombras, ofreció un agradable contexto lírico. Sabina Puértolas estuvo espectacular en escena, con una línea de canto fresca y reconfortante, que acompañó con un gran talento dramático. Interpretó a Poppea con una sensualidad tan marcada que terminó por convertir al personaje en una exagerada "femme fatale". Al Nerón de Max Emanuel Cencic le faltó carisma y unas cualidades líricas más cuidadas. Su interpretación careció de elegancia, y su línea de canto, crispada en varias ocasiones, llegó a resultar incómoda. Christianne Stotijn dibujó una Ottavia de contrastes, más temperamental que elegante y resignada. El contratenor Xavier Sabata fue un gran Ottone, gracias a sus notables cualidades líricas y dramáticas; gustó mucho su trabajo, que habla de un artista de gran talento interpretativo. Felipe Bou obtuvo una certera y también algo rígida caracterización de Séneca; su preciosa voz de bajo estuvo a la altura, pero su línea de canto resultó algo plana. Elena de la Merced interpretó a Drusilla con gusto y refinadas cualidades líricas. José Manuel Zapata estuvo espléndido interpretando a Arnalta;  gracias a su extraordinaria vis cómica, se convirtió en uno de los más aplaudidos de la noche. Gustó el trabajo de Marta Ubieta como Amor, por su expresiva línea de canto. Javier Abreu sorprendió con una participación llena de energía y buen hacer escénico.  El resto del reparto actuó dentro de un correcto nivel de profesionalidad.

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4 Comentarios
4 Ca Valli
26/09/2010 14:09:37
Aficionado a los Montes Verdes, ¿es usted Joaquín Valdeón?... ¡no me lo puedo creer!... jajaja... aunque ahora que lo pienso, sí, suena a usted: a sus frustraciones, miedos y envidias... Una lástima que se ensañe con Forma Antiqva y la Ópera de Oviedo. Hablar de bolos, amiguismos... ¡qué mezquino es usted!
3 Du Fly
24/09/2010 21:35:43
Que se te ve el plumero
Pues eso, que se te ve el plumero Valdeón... jajaja
2 Sine Nomine
22/09/2010 19:19:30
Mmm...
No estoy de acuerdo. No voy a decir que sea la versión ideal de esta música, pero creo que se llevó con calidad. Es verdad que había problemas de afinación, pero también es verdad que la afinación con la que estaban trabajando no es la común y por eso se hace 'raro' el escuchar. El estar haciendo música con instrumentos originales o no, pero construidos con parámetros de la época, hace que aguantar casi dos horas (acto y acto) sin poder afinar, resulte mortal. Para ellos y para los músicos que trabajan con Harnoncourt.
En definitiva, no estoy diciendo que haya estado perfecto, pero con sinceridad, ha estado mejor de lo que esperaba. Respecto al tema de los amiguismos... Por un lado, creo que no hay tantos músicos en asturias que estén preparados para interpretar este tipo de música (ya que es un léxico totalmente diferente al que se enseña en los conservatorios y aquí no hay verdaderos especialistas a excepción de los hermanos Zapico) y por otro... es natural ¿no? ¿Tú no lo harías?
Ays...
1 Aficionado a los Montes Verdes
21/09/2010 20:49:10
La agrupación que actuó bajo el nombre de 'Forma Antiqva' adoleció de toda una serie de defectos que se pueden resumir en esto: Falta de criterios comunes para todos los músicos de la orquesta. Esto es algo muy típico de cualquier agrupación 'de bolo', o lo que es lo mismo, agrupación formada por gente proveniente de cualquier parte que se reune para hacer un programa musical concreto y que, o bien ni se conocían o, con suerte, habían tocado juntos una o dos veces anteriormente. La verdad es que la desafinación que el sr. Seco reporta en su benevolente crítica es algo que no se puede achacar a los tres únicos músicos asturianos, los hermanos Zapico (quienes forman realmente Forma Antiqva), puesto que ellos tocan instrumentos que no desafinan 'fácilmente'. Sin embargo, sí se les puede y se les debe responsabilizar de haber escogido el resto de músicos de la compañía, entre los que se encuentran los 'desafinadores'. Todos sabemos como funciona el mundillo... hoy por tí y mañana por mí. Hoy te llamo yo para mi bolo en Asturias pero con la 'condición' de que mañana me llames a mí para ir a hacer algún otro bolo en tu tierra o dondequiera que tú tengas influencia y contactos... Ciertamente esto lleva a que músicos sin ninguna motivación (mercenarios del barroquismo) vengan 'de bolo' a tocar aquí y ocurra lo que ocurre. Más hubiera valido que hubieran llamado a músicos de la tierra, a unos cuantos de esos chavales que hoy en día forman toda una pléyade de músicos JASP (¿recordais este viejo acrónimo?), jóvenes aunque sobradamente preparados, que por lo menos habrían tenido la motivación de querer hacerlo bien en su propia casa, y probablemente los resultados hubieran sido mejores.
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