CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2016

Crítica: Óliver Díaz dirige obras de Sibelius, Satie y Chaviano al frente de la Sinfónica del Principado de Asturias

31 de enero de 2016

FABULOSO

Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 29/I/2016. Temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Director musical: Óliver Díaz. Obras de Sibelius, Chaviano y Satie.

   Es fabuloso el director invitado que intenta extraer lo máximo de la orquesta y obras durante los pocos ensayos que caben en una semana, adaptándose apasionadamente y con una perspectiva positiva, generosa y exigente a las pompas y circunstancias muchas veces adversas que tiene esta dificilísima profesión que es la dirección de orquesta. Y tras el infame Mesías que lamentablemente tuvimos la ocasión de escuchar antes de Navidad en manos del poco fabuloso Rossen Milanov, llegó al fin y por fin Óliver Díaz a la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias para ofrecer un concierto de interés, que permitió escuchar un estreno absoluto, una reconfortante versión de la Sinfonía nº 2 de Sibelius e incluso festejar los 30 años de EntreQuatre -un conocido cuarteto de guitarras de la región- con los 25 de la orquesta.

   Es un motivo de reflexión –uno de tantos- para la gerente de la OSPA, Ana Mateo y para su director artístico, Rossen Milanov, que el recientemente nombrado director musical del Teatro de la Zarzuela de Madrid, a la sazón Óliver Díaz, haya tardado tanto tiempo en obtener un concierto de abono con la principal orquesta de la región donde ha nacido.

   La velada dio comienzo con una obra corta de Satie orquestada por Darius Milhaud, Jack in the box, composición aparentemente sencilla, como de cabaret, puede que demasiado discreta pero agradable de oír por lo bien expresado de su carácter amable, simpático y, aparentemente, sin más ambición y trascendencia que ser bailado nada menos que por los Ballets Rusos de Diaguilev, siquiera durante los pocos minutos que dura la obra. La interpretación ya reflejó el tono cordial y sincero que se dio entre el director y la orquesta, a la que se vio trabajar muy cómoda y resuelta durante toda la velada.

  Nada menos que treinta años cumple el cuarteto EntreQuatre, efeméride que se ha querido engalanar con el estreno absoluto del Concierto nº 2 para cuarteto de guitarras y orquesta del cubano Flores Chaviano, que estuvo presente en la sala. Es la duodécima obra que ha compuesto para EntreQuatre. Una partitura de interés, sin duda, extrañamente exótica, que termina mejor que comienza y que podría dedicar algo más de protagonismo sonoro a la guitarras, siempre adecuadas y perfectamente ensambladas. Treinta años es un período de tiempo milagroso para un conjunto instrumental. Muy pocos proyectos artísticos duran tanto. Nuestra enhorabuena al cuarteto formado por Carlos Cuanda, Carmen Cuello, Manuel Paz y Jesús Prieto, quienes se despidieron con la interpretación de La cubanita, propina del propio Chaviano cordial y emocionalmente cubana. Lo mejor de la noche fue la interpretación de la Sinfonía nº 2 de Sibelius, obra preciosa y difícil de hacer bien, que Óliver Díaz dirigió con dominio absoluto de su estructura y expresión. Versión ágil, llevada por un sentido de la continuidad intenso y contagioso, que mantuvo a los músicos atentos y certeros a la hora de afrontar su interpretación.

   El director de orquesta asturiano ha evolucionado mucho en los últimos años. Incluso su gestualidad nos parece ahora más elegante, plástica y enriquecida. Lo que no ha cambiado es su estilo vibrante y atractivo, emocionalmente comprometido e interesado en que la tensión orquestal no decaiga ni el más mínimo instante. La aproximación de Díaz tonificó la sonoridad de la orquesta por su seriedad de planteamientos y brillantez conductora. El resultado, una versión notable, muy bien llevada por el director y magníficamente interpretada por la OSPA.

  Era la primera vez que Enol, un niño de 13 años, asistía a un concierto. La expresión de su cara entusiasmada por la llamativa sonoridad de la cadencia que cerró la sinfonía y su ilusión por llevar en el programa de mano la firma del maestro que la dirigió, es razón suficiente para celebrar la calidad del concierto y lo fabuloso de la personalidad de su director.

Fotografía: Facebook de la OSPA

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