CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2016

Crítica: Paul Daniel y Luis F. Pérez interpretan obras de Mendelssohn en la temporada de la Real Filharmonía de Galicia

28 de febrero de 2016

PURO MENDELSSOHN

Por Beatriz Cancela
Santiago de Compostela. 26/II/16. Auditorio de Galicia. Temporada de la Real Filharmonía de Galicia. Director: Paul Daniel. Piano: Luis Fernando Pérez. Obras de Mendelssohn.

   El maridaje Mendelssohn-sinfonismo está más que asumido, y la Real Filharmonía de Galicia (RFG) así lo quiso recalcar. Podemos decir que este homenaje se inició ya durante el pasado concierto; en aquella ocasión el tentempié lo constituyó la Sinfonía para cuerdas número 10, obra de juventud que dejó con la miel en los labios a los asistentes y que dio paso a un concierto -el de este viernes- configurado por otros tres géneros en los que el de Hamburgo despuntó: la obertura, ejemplificada en La bella melusina; el Concierto para piano número 2 en re menor, op. 40; y la Sinfonía número 3 "Escocesa", cerraron la ofrenda a este particular y gran genio romántico.

  De este modo, la evocación se convierte en mensaje y canal de comunicación entre emisor y receptor, sobre la que subyace una lógica estructural y un gran dominio técnico. Los contrastes se sucedieron inesperada pero plácidamente, sin caer en el tedio o en la incongruencia.

   El relato encargado por el duque de Berry escrito por Jean D'Arras allá por el año 1393, constituye otro ejemplo del vínculo de Mendelssohn con la literatura, medieval en este caso. Paradigma de la firme personalidad del compositor, La bella melusina desborda gusto y sutileza, y constituye un derroche de hermosas melodías, dentro del estilo tan característico del tildado como el más clásico de los románticos. Caracterizada por un intenso juego tímbrico, la obra otorga gran protagonismo a los instrumentos de madera, que se encargaron de forma excepcional de enfatizar el carácter feérico y bucólico del relato original. El dúctil clarinete primero, las deslizantes flautas, y un expresivo oboe brotaron constantemente entre la orquesta, sobre unas cuerdas entre las que destacamos la compenetración de violonchelos y contrabajos en momentos de gran agitación. Paul Daniel optó por un inicio lento e incluso retardado que pronto pasaría a otros cauces más agitados por momentos y donde evidenciamos un gran trabajo expresivo, principalmente en lo concerniente a la ejecución de matices, meticulosamente tratados y estudiados.

   Aunque en la amplia producción musical de Mendelssohn solamente se contemplan dos, este Concierto para piano número 2 en re menor, op. 40, de 1837, para nada desmerece con respecto al resto del corpus compositivo, ni mucho menos. El autor imprime absoluto protagonismo al instrumento solista, que recorre todos los registros expresivos que ofrece el instrumento: por momentos derrochador, vivo, juguetón, jovial o pasional; y al instante siguiente contenido, expresivo, melancólico, solitario o aflictivo. Más si cabe en las manos de Luis Fernando Pérez, que llevó estos términos al summum del buen gusto. Academicismo y expresividad convergieron excepcionalmente: glisandos sutiles e intensos, saltos interválicos absolutamente controlados, marcando los contrastes de forma apabullante sin caer en la tosquedad, y pese a que el intérprete es reconocido en el ámbito de la música española, supo defender magistralmente episodios y reminiscencias bachianas, otorgando absoluta independencia a las melodías, remarcándolas,  discurriendo éstas en la mano derecha o en la izquierda. Sin lugar a duda llevó las riendas de una orquesta que en ningún momento perdió de vista.

   Los aplausos del público atrajeron de nuevo a Luis Fernando Pérez al piano, que con extrema expresividad nos regaló el Nocturno en do sostenido menor, op. 27, número 1, de Chopin. Un inicio lento y calmado dio paso a un paulatino crescendo arrollador que encumbró fervorosamente la obra alcanzando el cenit. Magnífica y personal interpretación de esta gran joya del repertorio pianístico romántico.

   Culminó el recorrido por la trayectoria de Mendelssohn con una de sus obras de madurez, la Sinfonía  número 3 en la menor, op. 56, "Escocesa". De nuevo, el compositor dosifica en ella los recursos y de forma sublime traslada al oyente de la excitación más extenuante a la quietud más estable. Las maderas vuelven a tener especial protagonismo y el trasvase de materiales de unos instrumentos a otros incide en el carácter ágil y dinámico del modus operandi del compositor. Pero a todo esto hay que sumar el papel destacado de las trompas que, cuidadosamente engarzadas, nos trasladan desde lo más sublime a la máxima tensión, con juegos sinuosos que agitan las expectativas del oyente. Destacamos el Scherzo, manifestación absoluta de rotundo virtuosismo. Toda una demostración de habilidades que recorren danzas, marchas hasta un heroico final que retumba en el ocaso; todo ello bajo un tempo ajustado a las características de la obra. Magnífico trabajo el de Daniel y la RFG que respondió fantásticamente a esta intensa versión de alternancia melódica de forma correcta -quizás demasiado correcta- y asumiendo pocos riesgos.

   En síntesis, resultó ser una gala que rebosaba prudencia, precisión en el ritmo, armonía en conjunto, elegancia, en definitiva, características de este compositor reconocido en vida, uno de los artífices de la renovación del repertorio en aquella primera mitad del siglo XIX que le tocó vivir, y del oficio de director en concreto. De hecho, sería uno de los primeros en incorporar la batuta en la dirección, no así como Paul Daniel, que despojado de batuta y a ras de orquesta, se mostró ágil, suelto, expresivo y holgado. 

Fotografía: Facebook Real Filharmonía de Galicia

Paul Daniel Luis Fernando Pérez Real Filharmonía de Galicia
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