RÉQUIEM CONSORT-E

  Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 25/V/16. Auditorio Príncipe Felipe. Conciertos del Auditorio. Dunedin Consort. John Butt, director. Joanne Lunn, soprano. Rowan Hellier, mezzo. Thomas Hobbs, tenor. Lukas Jakobski, bajo. Jonathan Manson, chelo. Obras de Mozart y C. P. E. Bach.

   Los medios influyen en el resultado artístico de un concierto. El uso de instrumentos antiguos o modernos, la colocación de los músicos y cantantes o el número de ellos son aspectos importantes a tener en cuenta. Ver interpretado el Réquiem de Mozart, partitura trascendente y tocada en mil ocasiones, con sólo dieciséis cantores, supuso un verdadero reto para los intérpretes del Dunedin Consort pero para también para los espectadores acostumbrados a escucharla con más medios.

   Asistimos al concierto por curiosidad y nos sorprendimos por el alto nivel canoro y en general musical del conjunto, que ya desde la primera nota dio una muy buena impresión respecto a su capacidad artística. El concierto resultó interesante por ello, pero hay que decir que, en lo que al Réquiem se refiere, el estilo y musicalidad por el que se optó, aunque de buena factura, estuvo muy alejado de la emotividad y profundidad que creemos debe emanar de esta música. No fue una versión emocionante. Los tiempos elegidos fueron demasiado rápidos y parecidos entre sí. Lo mismo con las dinámicas y estilo. Cada fragmento del Réquiem tiene personalidad propia y destacarla hace que la partitura gane en belleza y sentido dramático. El uso de instrumentos antiguos en su interpretación motivó una aceleración en los tempi, cosa demasiado frecuente, y evitó con ello un mayor encanto en ciertos fragmentos.

   Dunedin Consort interpretó a su modo y con notable gusto, dejando momentos de gran atractivo. Nos pareció de lo mejor el Dies irae. Los solistas emanaron del propio coro, destacando la bonita voz de la soprano Joanne Lunn, quien se convirtió en protagonista cantando sola y en conjunto. En general el coro lució un alto nivel canoro, aunque desde el punto de vista rítmico –hablamos ahora del trabajo del director-, creemos que podría haberse mejorado algo la factura de los fragmentos. John Butt demostró talento en la dirección, llamando la atención la limpieza a la hora de marcar algunos comienzos de sección nada fáciles. Adoleció la versión, no obstante, de una mayor riqueza expresiva. Queremos deternernos en Lunn para fijarnos en una cualidad de su voz que es común a muchas intérpretes de música antigua. Siendo la suya una voz con cuerpo y muchas posibilidades, sobre todo cuando la soprano la emitía con fuerza luciendo el agudo, adolece de homogeneidad entre registros, lo que convertía en abrupta esta solución de continuidad. Es importante que a pesar de tratarse de música antigua los cantantes trabajen muy bien técnicamente la voz, algo que pocas veces encontramos. Nos gustó la interpretación del Concierto para violonchelo Wq- 172 de C. P. E. Bach, obra que se pudo en manos de un solista notable, Jonathan Manson. Nosotros lo hubiéramos puesto al lado de los violines y no al de los violonchelos. De esta forma la sonoridad de su instrumento hubiera resaltado más, por contraste. Al lado de los chelos lució menos. Nos pareció interesante observar como Manson hacía del uso del vibrato algo natural y espontáneo al frasear. La velada dio comienzo con una obra poco frecuente, las Vísperas solemnes de confesor en do mayor de Mozart, interesante propuesta bellamente planteada por el conjunto, que también podría haberse dispuesto sobre el escenario de una forma algo más abierta, sobre todo en el caso de los violines, para hacer llegar su sonido algo más pleno a la mayor parte de la sala. La limitación en el número de voces produjo la más que razonable fatiga de algunos de sus componentes. Un concierto de interés.