CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Entrevistas

CHRISTA LUDWIG: 'La manera de hacer música hoy es más superficial'

1 de junio de 2016

Christa Ludwig:  “La manera de hacer música hoy es más superficial“.

Una entrevista de Andrea Tabery

   Christa Ludwig es uno de los grandes mitos vivientes del mundo de la lírica. Estamos sin duda ante la más importante mezzosoprano alemana de la segunda mitad del siglo XX y una de las cantantes más prestigiosas y valoradas de la historia. Christa Ludwig ya no concede demasiadas entrevistas. A sus 88 años vive tranquilamente en su casa de las afueras de Viena, donde recibe a CODALARIO, LA REVISTA DE MÚSICA CLÁSICA, para conceder una de las más completas y extensas que nunca haya dado a un medio. La mezzo alemana se muestra tan sincera en la entrevista como en sus legendarias interpretaciones, consideradas un modelo interpretativo por su veracidad dramática, belleza lírica e incontestable perfección técnica.

Me gustaría agradecerle que a pesar de la cantidad de entrevistas que ha dado en su vida se haya tomado el tiempo para recibir en su casa a Codalario, la Revista de Música Clásica. Usted es una referencia en lo que respecta a técnica vocal. ¿Cómo fue capaz de obtener y dominar esa técnica? ¿Tiene algún secreto?

Sí, estudiar. Eso es todo. (ríe ). Estudiar.

¿Cuánto tiempo dedicaba a estudiar cuando cantaba?

Estudiaba  siempre. En realidad toda la vida, mientras cantaba. Para empezar nuestro cuerpo cambia continuamente, con cada nuevo papel nos encontramos con nuevas dificultades y retos, y para todo ello tenemos que trabajar continuamente.

¿Cómo ha notado que su voz cambiaba con el tiempo?

Los cambios vienen con las hormonas. Antes de tener hijos y después. Antes de tener a mi hijo me decían que cantaba como un niño y después de tenerlo que cantaba como una mujer (ríe ). Por supuesto que esto es exagerado, pero lo que sí es cierto es que la voz se cambia continuamente. Todo cambia continuamente, y las células se renuevan cada siete años. La voz también cambia. Cuando uno se hace mayor empieza a tomar todo tipo de pastillas, lo que también influye en la voz. Como en el cuento de Caperucita en el que el lobo toma tiza para suavizar su voz. Si la voz está muy grave tomo un poco de tiza y ya mejora (ríe ).

Su madre fue su primera profesora.

Mi única profesora

¿Cómo eran sus padres, le apoyaron en sus estudios musicales?

Los dos eran cantantes. Mi padre era gerente de teatro, director de escena y también había cantado. Vengo de una casa de cantantes. Lo único que yo podía hacer después de la guerra era cantar. Cuando todo estaba bombardeado y no había absolutamente nada, lo único que tenía era una voz y con ella podía cantar y ganar algo de dinero para mis padres, pues no teníamos nada. Hoy en día es algo difícil de imaginar. Uno baja a la bodega y cuándo sube de pronto ya no queda nada de la casa porque ha sido bombardeada. No quedaba absolutamente nada. Nosotros estábamos en la zona ocupada por los americanos, y entonces cantaba para los oficiales americanos canciones de su país. En aquella época robaba toda la comida que podía porque en casa no teníamos nada para comer. Los americanos tenían la comida en las mesas y yo me llenaba los bolsillos todo lo que podía (ríe ). Así empezó todo.

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¿Cómo recuerda su debut en 1946?

Sí, en el papel de Orlofsky, en El murciélago. En el texto de la obra dicen que con sus 18 años ha vivido como si hubieran sido 40. Recuerdo que un crítico escribió que era la primera vez que esto era creíble, porque normalmente los cantantes son mucho más mayores (ríe ). Esos fueron mis comienzos. Tenía una voz pero no sabía cantar. Y entonces empecé a estudiar canto rigurosamente con mi madre. Por suerte mis padres estaban separados y mi madre vino a vivir conmigo a mi habitación. Vivíamos juntas en un pequeño habitáculo como los que dan ahora a los refugiados. Así que podía estudiar canto con ella continuamente. Eso sí, ¡yo estaba implicada en el estudio del canto!

¿Por qué define la separación de sus padres como algo afortunado?

Porque mi madre estaba conmigo continuamente y así tenía en todo momento una vigilancia de cómo cantaba. Con ella nunca hacía vocalizaciones, sino que me corregía cada nota y estábamos todo el día de la mañana a la noche dedicadas a la música. Más tarde venía conmigo a todos los ensayos y me decía en todo momento lo que no estaba bien. Era un aprendizaje continuo, no una o dos clases por semana.

Algo así como aprender un idioma, ¿no?

Efectivamente.

Deduzco que su madre era una profesora muy crítica.

Sí por supuesto. Los ensayos generales de mis recitales de lied los hice siempre en casa con mi marido y mi madre. Yo tenía 66 años y mi madre 90 y si alguna nota no era lo suficientemente bonita se levantaba lentamente y me la cantaba de manera correcta. Yo le decía: “Mamá tú puedes hacerlo pero yo ya no“. Y ella contestaba: "Eso es que todavía no has trabajado lo suficiente". Sin trabajo no se consigue nada. En cada profesión es así.

¿Esto influyó en la relación de madre e hija o podía separar lo profesional de lo personal?

Teníamos una relación buenísima, basada en la confianza mutua. Mi madre no era sólo una madre que me daba la papilla, sino que era una mujer muy sabia. Me dio muchas lecciones para la vida.

Lo pregunto porque hoy en día muchos de los niños que estudian en casa con sus padres terminan teniendo conflictos.

Elina Garanča ha estudiado con su madre, Cecilia Bartoli también. Hay muchos casos.

Para usted fue una gran experiencia

Por supuesto. También hay familias que discuten sin haber música de por medio.

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¿Qué significaron para usted a nivel privado y profesional sus primeros contratos en Darmstadt, Hannover y Frankfurt?

Ahí también demostró mi madre ser una mujer muy inteligente. A Darmstadt fui por el director de escena porque quería trabajar con uno bueno. Él estaba en Frankfurt y después fue a Darmstadt. Me preguntó si quería ir con él y le contesté enseguida que por supuesto, pues necesitaba trabajar con un buen director de escena que, como él, trabajara el carácter de los papeles. No se trataba sólo de salir y cantar. Me enseñó cómo moverme, y a entender lo que significaba llevar un vestido u otro. En Darmstadt todo estaba destruido  después de la guerra y actuábamos en la Orangerie. Mi voz fue haciéndose cada vez más grande, y mi madre me aconsejó que dejara Darmstadt. Entonces recibí una oferta para un teatro mucho más grande donde debería cantar papeles mucho más importantes pero muy bien remunerados. Mi madre me dijo que no debía hacerlo, así que preferí ir a Hannover por la mitad de dinero pero con los papeles correctos. Uno no debería dirigir su vida en función del dinero. Nunca, nunca, nunca. Sólo según lo que es correcto y lo que a uno le hace bien. Estando contratada para Hannover hice una audición para Viena para Karl Böhm, que me dijo que debía ir a Viena.

Eso me lleva a otra pregunta. Al decir usted que uno no debe guiarse por el dinero,  ¿sería ese un consejo que daría a los jóvenes cantantes de hoy?

Por supuesto, pero eso es muy difícil porque hoy en día todo el mundo quiere ganar dinero. Hoy parece que el dinero desempeña un papel más importante todavía que antes. Antes por supuesto que se necesitaba dinero para vivir pero... mi madre siempre decía: no se necesita mucho dinero sino suficiente (ríe), y ahí es cuando uno debe preguntarse si necesita un Ferrari o un Volkswagen: esa es la diferencia. Creo que no se debería dar demasiada importancia a las cosas materiales. Siempre he intentado cantar sólo donde había calidad. Por ejemplo, si hubiera ido a cantar a Dallas habría ganado tres veces más que en el Metropolitan de Nueva York, pero por ese motivo nunca hubiera ido a Dallas, pues posiblemente los compañeros de reparto o el director no serían tan buenos. Eso se parece más a una función de gala organizada para un solo cantante. Es algo que únicamente se hace para ganar dinero pero no tiene nada que ver con la calidad. Yo siempre he querido hacer las cosas donde estaba la mayor calidad, los mejores directores.

¿Qué otros consejos podría dar a gente joven que está en los comienzos de su carrera?

Eso es algo muy difícil. En algunos casos sé que no van a hacer carrera. No me refiero a una carrera de estrella sino simplemente a ganarse el dinero con la música. Pero algunos necesitan el canto para sentirse bien, para ser más felices y más tarde no van a ser cantantes profesionales. Quizás cuando uno ha vivido experiencias difíciles la música le puede ayudar a superarlas. Esa gente no quiere hacer carrera pero sí quiere cantar. Luego hay otros que efectivamente si quieren hacer carrera en el mundo de la ópera. Y hoy en día esto depende de tener todo, ya que enseguida se retransmite todo por los medios. No es como antes, cuando los cantantes podían hacer carrera independientemente de su físico. Hoy es necesario ser atractivo físicamente y además tener una voz, pero raramente depende de la calidad vocal.

¿Considera que es superficial el hecho de que hoy se dé tanta importancia a lo visual?

Sí y no. Creo que sí porque al concentrarnos en la parte óptica perdemos concentración en la escucha. Por ejemplo, una señora me comentó que estuvo en un concierto en la Waldbühne de Berlín en el que cantó Anna Netrebko por una gran cantidad de dinero en aquel entonces: 200.000 € por aquella noche, hace 10 años. Le pregunté a esta señora qué había cantado Anna Netrebko, y ella siendo una persona culta, me contestó que de eso no se acordaba pero que ¡había llevado dos vestidos! (ríe) . Hoy en día se trata más de ver que de oír.

Eso lo dice todo.

Otros conocidos que habían estado en Salzburgo, gente de mucho dinero, viendo La clemenza di Tito, quedaron encantados con la representación aunque un amigo mío entendido me dijo que fue bastante desastrosa a nivel vocal. Pero ellos decían que los vestidos eran preciosos. Este es parte del público que puede permitirse comprar las entradas en Salzburgo. Por eso es muy importante hoy en día como cantante tenerlo todo: no solamente una voz, sino belleza, presencia física y un cierto carisma que también pueda trasmitirse en vídeo. Ayer estuve viendo en la televisión un fragmento de Jonas Kaufmann cantando en La Scala, y tengo que decir que sabe muy bien como venderse. Esto también es un talento que hay que dominar. No solamente los actores y cantantes deben saber venderse sino en general cualquier persona de cualquier profesión debe saber cómo presentarse. Uno debe saber sobre sí mismo de qué es capaz y como transmitir esto a los demás, con confianza en sí mismo.

Hoy en día uno mismo es su propia empresa.

Sí.

¿Qué otros aspectos considera usted que han cambiado en los últimos 50 años en el mundo de la ópera?

Las escenografías. Observo que normalmente no se presta atención al carácter de los personajes en el escenario. Se viste a los cantantes de alguna forma, a veces extravagante, se les hace subir y bajar en un ascensor, tienen que hacer todo tipo de movimientos, pero son muy pocos los que por sí mismos buscan el carácter de su personaje y también hay muy pocos grandes directores de escena que se fije en este aspecto.

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¿Es algo que usted echa de menos ahora?

Sí, y esa es una de las causas por las que hay tan pocas grandes personalidades en el mundo del canto. Hay gente estupenda y muy atractiva físicamente que canta muy bien pero eso es todo.

Y ¿hay algún aspecto del que pueda decir que se ha mejorado mucho o que sea mejor que hace 50 años?

No. Hace 50 años teníamos por ejemplo a Kraus, Semionato, Berganza, etc. Y todos a la vez en el escenario. Hoy tenemos a uno solo y sólo se va a la ópera para ver a un cantante. El resto está bien pero nada más, mientras que antes había tres o cuatro cantantes del reparto que eran todos estrellas. Eso era precioso.

¿Por qué cree que hoy en día eso ya no es así?

¡No tengo ni idea! Hay muy buenos cantantes pero falta lo exclusivo, lo genuino. Por ejemplo,  María Callas no tenía una gran voz pero lo que era capaz de transmitir con su ella era incomparable. Ahí es donde sí puedo decir que hoy en día la manera de hacer música es más superficial. Este podría ser el motivo. Yo también me pregunto cuál es la razón de que hoy en día haya tan pocas personas de las que uno pueda decir: "oh, esto es fantástico, quiero venir otra vez a verlo!" Esto sucede muy rara vez. Hace 2 años estuve en el Metropolitan de Nueva York y siempre me iba del teatro en la pausa. Los cantantes son buenos y al día siguiente siempre hay cantantes buenos, pero no puedo decir que fueran extraordinarios o fenomenales. No me hacían saltar de la silla, y ¡de eso se trata! En Nueva York cuando canta Anna Netrebko y Jonas Kaufmann se venden todas las entradas, pero cuando no cantan ellos las ventas no son tan buenas. Hoy en día también desempeña un papel muy importante el marketing, esto no hay que olvidarlo. Si los medios dicen que este cantante es el mejor,  el público termina creyéndolo.

¿Cree que esto se ha enfatizado hoy en día?

Por supuesto. La primera vez que vi algo así fue hace ya casi 50 años, cuando Jessye Norman aparecía en la publicidad de los taxis. Callas nunca necesitó una cosa así. Toda esta publicidad no existía antes, lo que también cuesta una gran cantidad de dinero a los artistas.

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A veces tengo la impresión de que la gente primero se forma una opinión a través de los medios y luego va a la ópera en vez de ir a la ópera y formarse una mismo la opinión.

Así es. La gente lee que estos son los mejores cantantes y por eso está dispuesto a pagar grandes precios para verlos. Hoy en día creo que se aplaude y se grita bravo más o menos por igual en cada representación, con muy raras excepciones. Quizás en alguna premier hay un abucheo, pero después ya nada más.

¿Quiere decir que no hay tanta diferenciación por parte del público?

Exactamente. En algunos teatros sigue habiendo esa diferenciación como por ejemplo en la Ópera de Viena, gracias al público que viene con las entradas de pie. Es un público que va todos los días y que sí sabe diferenciar.

Para hacer una buena carrera también es necesario decir de vez en cuando que no. ¿Cuándo dijo usted ¡no!?

Tanto Böhm como Karajan y Bernstein me ofrecieron cantar con ellos Brünnhilde, Elektra e Isolde. No está mal, ¿no? Sólo dije que no porque la voz no hubiera soportado esos papeles. Los estudié y canté en casa, pero sabía que no habría podido resistir todos los ensayos de orquesta. ¡Lamentablemente fue así! Me quede muy frustrada. Dios mío, incluso quería dejar de cantar si no podía hacer esos papeles.

¿Y cómo lo superó?

Gracias a la cantidad de otras cosas interesantes que tenía para cantar y también al aceptar que ya estaba en una edad en la que las cosas van poco a poco en declive.

Ha citado a Karl Böhm, considerado como su mentor.

Sí, él me trajo a Viena desde Hannover. Y lo bonito fue que,... 

LEE LA ENTREVISTA COMPLETA EN EL ANUARIO CODALARIO 2016/17, LA EDICIÓN IMPRESA DE CODALARIO, LA REVISTA DE MÚSICA CLÁSICA, A LA VENTA EN LOS PRINCIPALES QUIOSCOS DE LA PENÍNSULA A PARTIR DE OCTUBRE.

Christa Ludwig
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