Por F. Jaime Pantín
Auditorio Príncipe Felipe. Oviedo. 25 de noviembre. OSPA. Rossen Milanov, director. Haochen Zhang, piano. Obras de Marcos Fernández, Serguei Rachmaninov y Richard Strauss.
La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) presentó el pasado viernes la primera entrega del ciclo Relatos bajo la dirección de su titular Rossen Milanov. Un estreno absoluto- Eclipse de Marcos Fernández- y el Concierto nº 4 op. 40 de Rachmaninov conformaban la primera parte de un concierto que se completaría con la infrecuente suite El burgués gentilhombre op. 60 de Richard Strauss.
Concebida como obertura de la ópera de cámara Noctum, la pieza Eclipse surge de la ampliación del modelo original al ámbito sinfónico y se presenta como un estudio para orquesta a partir de una serie de cuatro notas que se superponen a través de distintas variantes rítmicas, con la incorporación paulatina de los diversos grupos orquestales, en una gradación dinámica creciente encaminada a la búsqueda del paroxismo rítmico y sonoro, en una auténtica exhibición de colorismo orquestal. Muy bien entendida y planificada por el director y magníficamente ejecutada por la orquesta, fue muy aplaudida por un público que agradeció su fácil audición ante la presencia en la sala de su autor, Marcos Fernández.
Había una especial expectación ante la actuación del pianista Haochen Zhang, uno de los últimos ganadores del prestigioso Concurso Van Cliburn y representante destacado de esa inagotable cantera china que, desde los potentes conservatorios de Shangai, Pekín, Sichuan o Shouzhen y tras algún que otro retoque recibido en diversos centros de prestigio, europeos o americanos, llevan varias décadas copando – junto a sus colegas orientales de Corea o Japón- los primeros puestos en las más importantes competiciones pianísticas internacionales.
El Cuarto concierto op. 40 de Rachmaninov es el menos conocido e interpretado de su autor. Eclipsado por la popularidad, la fuerza melódica y brillantez de los conciertos anteriores y también por su siguiente obra para piano y orquesta, la magnífica Rapsodia sobre un tema de Paganini op. 43, este concierto ha permanecido en un olvido comprensible aunque injustificado. La parte solista se muestra menos independiente del núcleo orquestal y su textura es menos compacta, abundando las incursiones del piano en forma de filigranas fugaces,de dificultad considerable pero exentas del protagonismo acostumbrado en los conciertos anteriores. La instrumentación es fastuosa, con un especial protagonismo de los instrumentos de viento y de la percusión, por lo que el concierto se aproxima mucho al modelo de pieza sinfónica con piano obligado. Resulta evidente la influencia americana, del mundo del jazz y de los ritmos marcados y trepidantes y armonías punzantes asociadas al modernismo imperante en ese momento.
La interpretación de Haochen Zhang resultó modélica en su integración en el conjunto orquestal. Poseedor de una técnica que, en determinados aspectos, se podría calificar de prodigiosa, el pianista chino se mostró deslumbrante por la calidad del acabado de una ejecución de agilidad pasmosa, nitidez cristalina y un sonido aterciopelado que jamás parece forzado, incluso en los momentos de mayor exigencia sonora. La sensación de facilidad es tan inmensa que, en ocasiones, se podría desear una mayor tensión y nervio en una ejecución ante todo preciosista y virtuosa. Esto hizo que quizás, a pesar de las especiales características de este concierto, el piano se mantuviese en un registro excesivamente discreto en algunos momentos de plenitud, mostrando Zhang su musicalidad excelsa en muchos fragmentos sublimes del Largo central y en el trepidante final, con un despliegue virtuosístico de altos vuelos. La OSPA, sabiamente dirigida por RossenMilanov se mantuvo a un nivel excepcional en la que supuso una de las mejores concertaciones que se han visto por aquí en mucho tiempo.
El pianista ofreció como bis una relajada y preciosista interpretación del Segundo intermezzo del opus 118 brahmsiano. Un Brahms con aire zen, de sonoridades exquisitas y polifonía transparente, de pasión algo pálida y ejecución modélica.
Lo mejor de la sesión estaba por llegar y la infrecuente suite orquestal El burgués gentilhombre op. 60 de Richard Strauss hizo las delicias de un público entusiasmado con su orquesta. Música de escena, de clara intención ilustrativa, El burgués gentilhombre se articula como una suite al modo barroco francés en la que los elementos arcaizantes conviven con un cierto espíritu de vodevil y un leve tono caricaturesco. Los efectivos orquestales son reducidos a 36 instrumentos, incluidos el piano, el arpa y varios elementos metalófonos, además de la cuerda y percusión habituales. Esta disposición propicia una transparencia casi camerística que permite el lucimiento individual de los instrumentistas, con pasajes protagonistas del oboe, la flauta, trombón, trompeta, piano, violín, violas y cellos, resueltos por los músicos de la OSPA con maestría, en una interpretación excelentemente planificada por el maestro Milanov que mereció las ovaciones entusiastas del público del Auditorio.