Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 23-XII-2016, Auditorio de Valladolid. Ciclo Canta. G.F. Händel: El Mesías. Sabina Puértolas, soprano, Natalia Kawalek, mezzo, Krystian Adam, tenor, y Christian Senn, bajo. Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Coro de cámara Les Éléments. Director: Joël Suhubiette. Coros de Valladolid preparados por Jordi Casas. Director: Jean-Christophe Spinosi. Patrocinio: Obra social “La Caixa”.
Se cumplieron los pronósticos avanzados a Codalario por Jordi Casas en relación a este El Mesías participativo. Él se encargó de la preparación conjunta de los coros aficionados que intervinieron en este concierto, y dijo que en principio esta actuación se caracterizaba por tener un valor eminentemente social, lo que permitía acercarse a grandes obras a personas que de otra forma no tendrían acceso, y que a tenor de lo trabajado en los ensayos confiaba en que se alcanzarían prestaciones de calidad.
Todas estas formaciones consiguieron amalgamar sus voces con no poco acierto, a pesar de ser más de trescientas y estar ubicados entre ellas a distancia considerable, por las butacas de los distintos pisos laterales y de detrás del escenario. Sortearon estas condiciones sin apenas desequilibrios y además se permitieron jugar con efectos expresivos, matices y dinámicas.
Los coros aficionados de Valladolid y sus respectivos directores fueron los siguientes: Coral Harmonia, Valentín Benavides; Coral La Enseñanza, Verónica Rioja; Coral Valparaíso, Antonio Redondo; Coral Villa de Íscar, Fernando Sangrador; Coro Capilla Clásica, Iñigo Igualador; Coro de la Universidad de Valladolid, Marcos Castán; Coro Piccolo, Ramiro Real; Coro San Agustín, Jesús Garrote; Coro Vox Vitae, Jorge Colino; Coro de cámara Audi Nos, Mikel Díaz-Emparanza; Coro de cámara Discantus, Carlos Espinosa.
Su labor se vio apoyada por el Coro de cámara Les Éléments, formación francesa de carácter profesional, que demostró ser magnífica, - ojalá se les pueda volver a escuchar en Valladolid en otras condiciones-, con una facilidad pasmosa para cantar, propiciada por la homogeneidad y claridad de las voces y una afinación espléndida. Ellos, desde el escenario, interpretaron solos los coros que por uno u otro motivo resultaban de mayor dificultad y se convirtieron en el motor del resto. A modo de ejemplo señalar su manera de afrontar en un impresionante susurro sostenido la frase “Since by man came death” del coro del mismo nombre.
En cuanto a las voces solistas la soprano Sabina Puértolas, de manifiesta calidad vocal, estuvo más convincente cuando dominaban los aspectos “cantabiles”, encontrándose algo tensa en la ornamentación de arias como “Rejoice greatly, O daughter of Zion”. La mezzo Natalia Kawalek se defendió adecuadamente en el registro central y manifestó cierta tendencia a un grave forzado, como demostró en "O thou that tellest good tidings to Zion”. En cuanto al tenor Krystian Adam estuvo correcto, con un fraseo pertinente, mientras que el bajo Christian Senn se apoyó en un canto algo brusco, como quedó patente en el recitativo “Behold, I tell you mystery” y en la posterior aria “The Trumpet shall sound”, lo que no impidió que se desenvolviera con soltura. Precisamente en el aria comentada el trompeta Roberto Bodí estuvo magnífico por su capacidad para recrear una melodía tan sugerente, en base a su “fiato” y la manera de emplear acentos y reguladores.
La Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que empezó bien con la Sinfonía inicial, sufrió desajustes, en particular al comienzo de los números, aunque no se descompuso y mantuvo el pulso. La parada técnica entre la segunda y la tercera parte se hizo imprescindible para poder afinar.
Jean Christophe Spinosi, que había sufrido un percance doméstico, dirigió con el brazo derecho en cabestrillo. Llevó con soltura a la enorme plantilla de músicos y no perdió la ocasión para intentar dar ese carácter tan propio de los directores formados en las técnicas de la música antigua.
Los constantes aplausos del público tras cada número no contribuyeron a dar agilidad a la obra. Al final, tras los saludos, Spinosi convenció al público, que llenaba la sala, para que se sumara a cantar el famoso “Aleluya”.
Hubiera sido de agradecer que los textos del oratorio incluidos en el programa de mano, además de en inglés hubieran estado en español. Fue, en todo caso, una iniciativa atractiva, que vista desde una perspectiva de carácter fundamentalmente social dio amplios réditos, en la que no se perdió de vista lo musical.