Álvaro Menéndez Granda | @amenendezgranda
Maurizio Pollini. Chopin: Late Works. Deutsche Grammophon • Enero de 2017
Maurizio Pollini es uno de los más grandes representantes del pianismo de nuestro tiempo. Su dilatada trayectoria le ha permitido profundizar en la obra de multitud de autores, con especial atención al clasicismo y al romanticismo. Ahí están sus grabaciones de Brahms, Schubert, Schumann, Mozart y Beethoven. También ha dedicado una buena parte de su actividad a la música del último siglo, como demuestran sus registros de obras de Nono, Schoenberg, Stockhausen, Berg y Boulez. Sin embargo, su última grabación, publicada en «Deutsche Grammophon», está dedicada a las últimas obras escritas por Frédéric Chopin, esto es, aquellas cuyo número de catálogo están comprendidas entre el Op.59 y el Op.64. En ese aparentemente pequeño intervalo de piezas se encuentran obras tan representativas de la música chopiniana como la Barcarola Op.60 en fa sostenido mayor, o la imponente Polonesa Fantasía Op.61, además de los ciclos de Mazurcas Op.59 y Op.63, los Valses Op.64 y los dos Nocturnos Op.62.
La interpretación de Pollini es, como cabía esperar, maravillosa en muchos sentidos. Su manera de entender el rubato en esta música es, a nuestros ojos, magistral, por no hablar de la delicadeza y profundidad del sonido. Al escuchar el comienzo de la Barcarola uno tiene la sensación real de mecerse al son de un mar tranquilo. Las Mazurcas, por su parte, presentan siempre la dificultad rítmica que ofrece el apoyo sobre el tercer tiempo del compás y que, en manos de un buen pianista, las distancia de los valses. Naturalmente esto no supone un problema para el pianista milanés, que resuelve las siete mazurcas del disco con la solvencia que el oyente espera de un intérprete como él. Poco más que añadir al respecto de los Valses y los Nocturnos.
La Polonesa Fantasía Op.61 es una de esas obras de Chopin que no entran a la primera. Más fantasía que polonesa posee una forma muy libre, recordando por momentos la Fantasía Op.49 en fa menor, con la que comparte muchas similitudes estructurales –largos pasajes en los que el oyente no siente con claridad el centro tonal, episodios virtuosísticos modulantes entre los que se levanta un tema central mucho más reposado– resulta un tanto desconcertante. Pollini realiza una interpretación que aboga por la unidad formal y consigue aportar cohesión a una obra que parece estar formada por obras más pequeñas en torno a un tema recurrente. El resultado es, en las manos del italiano, dinámico y fluido como pocas versiones que hayamos escuchado antes.
Aspectos negativos, que los hay, atañen en este caso a la toma de sonido. Lejos de ser limpia, la escucha es bastante turbia debido a la postproducción del material, al que se le ha aportado demasiado ambiente reverberante. Echamos de menos el sonido cálido y definido de otras grabaciones del maestro Pollini en «Deutsche Grammophon», como el de su disco dedicado a Schubert y lanzado en el año 2013. Un nuevo fallo, desde nuestro punto de vista, de esta discográfica a la que ya hemos encontrado en alguno parecido en otras de sus producciones. No obstante, esta nueva grabación de las últimas obras de Chopin es de escucha recomendable para todo entusiasta de la obra del compositor. Encontraremos en ella el talento de Pollini en toda su maravillosa intensidad.