CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Opinión

'Château Margaux' y 'La viejecita', dos joyas en la zarzuela. Por Nuria Blanco Álvarez

21 de marzo de 2017

CHATEAU MARGAUX Y LA VIEJECITA, DOS JOYAS EN LA ZARZUELA

   Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Manuel Fernández Caballero (1835-1906) continúa siendo hoy día uno de los compositores más representados en el mundo de la zarzuela, de hecho, esta semana se estrena en el Teatro de la Zarzuela un programa doble con sendas obras del músico: Chateau Margaux y La viejecita, la primera con libreto de José Jackson Veyán y la segunda de Miguel Echegaray, aunque en esta ocasión veremos una adaptación libre de Lluís Pasqual que traslada la acción a un programa de radio de alrededor de 1950 en el que se escucharán los distintos números musicales de la primera y una versión de la segunda a modo de radionovela.

   Conviene por tanto acercarnos a la versión original de ambas piezas para poder comprenderlas en su totalidad, ya que además han transcurrido nada menos que 130 años desde el estreno de una y 120 de la otra. Dan vértigo estas cifras y, sin embargo, es evidente la respuesta a por qué perduran en nuestros escenarios después de más de un siglo: porque son dos verdaderas joyas, como tantas obras de nuestro patrimonio musical que no han corrido la misma suerte, quedando en el olvido esperando a ser recuperadas. Resulta gratificante en este sentido, ver el esfuerzo de algunas entidades y estudiosos que están trabajando en este tema, pero también inaudito que otros, en su absoluta ignorancia, pretendan representar zarzuelas de nueva creación. Como lo oyen, desde el Ayuntamiento de Oviedo, por ejemplo, se reduce drásticamente en la Temporada de teatro lírico español el número de funciones de cada obra a tan sólo dos representaciones, eso sí, el presupuesto da para inventar en pleno siglo XXI una zarzuela nueva como en el siglo XIX; claro, como apenas hay unas miles ya compuestas originales de la época, muchas de ellas de calidad contrastada, por no decir que es un género que ya no existe en la creación actual desde hace casi un siglo, pues gastemos el dinero del contribuyente en experimentos partidistas, ya que hay que aprovechar el nuevo libreto y pongamos un elenco de la tierrina para asegurar el cariño del público.

   Cómo son las cosas, precisamente la que veremos en Madrid será una producción del propio Teatro Campoamor de Oviedo, Teatro Arriaga de Bilbao y Festival Grec de Barcelona, que se realizó en 2010, cuando la música era la seña de identidad de la capital asturiana y en la que repiten varios artistas: Jesús Castejón, Emilio Sánchez, Miguel Sola y Lander Iglesias, con la incorporación de Ruth Iniesta/Sara Blanch, Borja Quiza/Ricardo Velásquez y Antonio Torres, bajo la dirección de Miquel Ortega.

   Chateau Margaux se estrena el 5 de octubre de 1887 en el Teatro de Variedades de Madrid con un enorme éxito siendo especialmente aplaudido el vals de Angelita que “se hizo la pieza predilecta de las tiples ligeras de aquel tiempo y aún duró como tal buen trecho del siglo XX” como aseguró el célebre crítico “Chispero” en 1953. Incluso el mismo Camille Saint-Saëns en una de sus visitas a España, acudió a una de las representaciones treinta años después de su estreno: “Durante varios años consecutivos iba a pasar el invierno a las Canarias y [...] me detenía en la deliciosa Cádiz [...] allí completé mi educación en materia de zarzuela [...] aprendí a conocer todo este divertido repertorio: El dúo de La africana, [...], Chateau Margaux”. Esta breve obra consta de tan sólo seis números musicales, entre los que se incluyen aires andaluces y gallegos y se acerca en su concepción al género vodevilesco. El título de la zarzuela hace referencia al famoso vino francés que embriaga la obra de principio a fin y cuenta los efectos que su abuso produce en una joven recién casada en el momento más inoportuno, justo cuando recibe la visita de los tíos ricos de su marido, propiciándose situaciones muy divertidas ante la desinhibición de la muchacha, como cuando monta una especie de tablao flamenco en el salón de su casa y se lanza a cantar con su criado a la guitarra. El marido no cesa de disculparse ante su familia indicándoles que la culpa de todo la tiene el Chateau Margaux, que todos prueban y acaban igual de contentos que la joven, que queda automáticamente perdonada. La simplicidad dramática y escénica de la obra, y la inspirada música de Caballero, donde la protagonista puede mostrar todas sus cualidades canoras, contribuyeron sin duda a su difusión en aquellos tiempos. Hoy se ha optado precisamente por omitir la escena original y tomar únicamente la partitura ambientándola, como hemos dicho, en un concurso de radio donde se interpretan los distintos números musicales entremezclados con una radionovela sobre La viejecita.

   Esta zarzuela es una de las ocho que Caballero y Echegaray hicieron juntos, entre las que se incluyen las célebres El dúo de La africana y Gigantes y cabezudos. Se representó por primera vez el 30 de abril de 1897 en el Teatro de la Zarzuela, con un fabuloso éxito, como así lo recoge el periódico La Correspondencia de España en la crítica a su estreno: “Al terminar la representación, Miguel Echegaray y Caballero tuvieron que salir catorce o dieciséis veces a recibir los unánimes aplausos del público, que llenaba por completo el teatro. Hay Viejecita para rato en la Zarzuela”. Y tanto que ha sido así, un siglo largo después, sigue representándose en las mismas tablas. La obra comienza precisamente con un brindis ¿sería con un Chateau Margaux? y su argumento se desarrolla en Madrid en 1812, época de la Guerra de Independencia, donde Carlos, un oficial del ejército, está muy enamorado de Luisa, y decide colarse en el baile que el padre de ésta organiza, ya que no está invitado y ha hecho una apuesta con sus amigos, disfrazado nada menos que de una viejecita que acaba de llegar de Méjico y que es la tía de otro de los militares; las situaciones cómicas se suceden y al final, el atrevido protagonista logra que el padre de Luisa de su aprobación al noviazgo entre ambos.

   El protagonista masculino era en realidad un personaje travestido, como tantos del mundo de la ópera (recordemos a Querubino de Las bodas de Fígaro o a Óscar en Un ballo in maschera, por ejemplo) y no pocos en la zarzuela (como el Rey, en El rey que rabió o Abel en La tabernera del puerto, por mencionar algunos casos), aunque en esta ocasión quizá se deba a querer hacer un guiño a la pieza teatral La tía de Carlos, de Brandon Thomas estrenada cinco años antes. En la zarzuela, el papel de Carlos fue interpretado en aquel momento por la mezzo Lucrecia Arana, con la que el maestro Caballero mantenía una relación casi paterno-filial y que era la protagonista de sus obras estrenadas en el Teatro de la Zarzuela por entonces, como fue el caso también de Gigantes y cabezudos, cuando el compositor era además el empresario del coliseo. Una artista a la que dedicó además una de sus canciones más populares, La riojanica, en referencia al lugar de procedencia de la cantante. El historiador Deleito y Piñuela asegura que “Caballero, identificado con ella, que fue artísticamente su tiple, […] le preparaba efectos adecuados para que los registros graves de su voz ostentaran toda su fuerza […] Caballero hacía ya su música un poco a la medida de la Arana” y añade sobre el estreno de La viejecita que “el número que subyugó al auditorio, y que, al día siguiente del estreno, cantaba todo Madrid, fue la Canción del espejo, entonada por Carlos disfrazado de vieja” y es que este tema se hubo de repetir dos veces por petición del respetable en aquella memorable noche de su estreno. ¿No sería maravilloso poder escuchar esta pieza en la propia voz de quien la interpretó originalmente en su día, en el modo en que el propio compositor deseaba? Pues no tenemos más que pinchar en el siguiente enlace para poder escuchar a la mismísima Lucrecia Arana interpretando el papel de Carlos en la mencionada canción. Actualmente ese papel lo suele interpretar un hombre, como ocurre en la nueva versión del Teatro de la Zarzuela.

Descargar fichero: ViejecitaB_Espejo58.mp3

   Son siete los números musicales que conforman la obra, tres de los cuales casi parecen formar una pequeña suite de danzas, con una mazurca, un chotis y un minué, algo muy común en el género chico, además de una pieza coral, que casi nunca falta en las obras de Caballero, y un dúo de amor de estilo italianizante, otro de los momentos más destacados de la partitura. Una música que fue calificada en su estreno como preciosa, original, ingeniosa, inspirada, elegante y de buen gusto, siendo en definitiva, un enorme triunfo para el compositor. Resulta realmente llamativo que esta partitura fuera escrita cuando el músico adolecía de cataratas que le dejaron prácticamente ciego, teniendo que dictar a viva voz incluso la orquestación de la misma y dirigir sentado la orquesta la noche del estreno.

   Un lujo, por tanto, y un privilegio, poder ver de nuevo en las tablas que las vieron nacer, a estas dos joyas del teatro lírico español.

La viejecita

que se ha estrenado

de Caballero y Echegaray,

resulta joven,

fresca y bonita,

como muy pocas

jóvenes hay.

Música y libro

son deliciosos,

y sorprendente

la ejecución;

y en el segundo

cuadro se luce

una preciosa

decoración.

[…]

Con esta obrita.

La viejecita,

teneis el mango

por la sartén.

                                                                              Ricardo de la Vega para El Liberal en 1897

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