Por José Amador Morales
Stuttgart. Staatstheater. 14-IV-2017. Giuseppe Verdi: Nabucco. Kiril Manolov (Nabucco), Liang Li (Zaccaria), Anna Smirnova (Anna Smirnova), Ezgi Kutlu (Fenena), Gergely Németi (Ismaele), Padraic Rowan (Jefe de los sacerdotes), Kai Kluge (Abdallo), Esther Dierkes (Anna). Staatsopernchor Stuttgart (Christoph Heil, director del coro). Staatsoperorchester Stuttgart. Marco Comin, dirección musical. Rudolf Frey, dirección escénica.
La Ópera de Stuttgart proponía para la tarde del Viernes Santo esta producción (en colaboración con la Welsh National Opera) del Nabucco verdiano, a la que podríamos achacar un exceso de desmitificación. Aquí Nabucco es una suerte de capo mafioso y su hija quiere hacerse cargo de esta estructura criminal traicionándolo con su propio equipo de seguidores de relativo talento. Realmente, teniendo en cuenta lo que suele verse en la actualidad, no hay en ella provocación gratuita pero hay momentos bufonescos que no aportan nada o cobran un protagonismo extra y, lo que es peor, van en contra de la misma música. El máximo exponente de todo esto fue el aria y especialmente la cabaletta de Abigaille en el segundo acto, con una excesiva comicidad e histrionismo que realmente hacen olvidar al espectador por supuesto el sentido de la historia, pero también el valor expresivo de la música.
Desde luego, nada mejor que Nabucco para comprobar la solidez y óptima calidad de los conjuntos estables de la Ópera de Stuttgart, con una orquesta de sonido rotundo e incisivo y un coro de gran empaste y calidez (pese a la inevitable distancia idiomática que hizo de su “Va pensiero” una interpretación francamente hermosa pero de poco vuelo expresivo, por citar un ejemplo relevante). Todo ello permitió disfrutar de la fantástica dirección de Marco Comin que, ya desde una impactante obertura, mostró un brío, intensidad y vitalidad casi mediterránea, no muy lejos de la línea de un Riccardo Muti. El director italiano supo dotar de un expresivo contraste rítmico al tiempo que una contundencia y dinamismo en los tempi que facilitaron sobremanera la progresión teatral.
En cuanto a los solistas, Kiril Manolov, del que teníamos un recuerdo no muy agradable de su Dulcamara sevillano de la pasada temporada, ya con "Di Dio che parli?" puso de manifiesto sus bazas, a saber, todo volumen, sonoro y físico (imponente su primera aparición como mafioso embutido en un traje y con gafas negras) pero también su sonido ahuecado, sólo remotamente sutil en algunas frases centrales. Sorpresivamente fue capaz de plegar un tanto su voz en "Deh perdona" del tercer acto o en “Dio di Giuda” del cuarto. Anna Smirnova fue una Abigaille de potentes medios vocales y segura en toda la tesitura; posee la típica voz eslava de timbre interesante y atractivo vibrato pero un tanto fría. La suya fue una actuación consistente en la que sólo en la última escena pareció acusar fatiga vocal (lástima la ya mencionada pantomima a la que es sometida en su gran escena del primer acto).
Muy solvente el Zaccaria de Liang Li, de voz poderosa y deslumbrante de mezzoforte para arriba aunque sin un fraseo especialmente variado. Junto al director musical y a la soprano, el bajo chino fue muy aclamado por el público al final de la representación. Una deficiente técnica vocal mostró Gergely Németi como Ismaele cuya voz sin apoyo generaba, en los breves pasajes que dicho personaje cuenta con cierto realce como en la frase "Il mio petto a te la strada" de su dúo con Fenena, sonidos fijos y agudos estrangulados. Ésta fue la mezzo turca Ezgi Kutlu, de grato y oscuro timbre y fraseo sugerente.