CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2017

Crítica: El León de Oro en Música Antigua Aranjuez

15 de mayo de 2017

La agrupación vocal asturiana brinda un concierto de gran nivel en su debut en el festival arancentano, fundamentado en un Renacimiento apasionado y de enorme fuerza.

RENACIMIENTO ORGÁNICO

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Aranjuez. 13-V-2017 | 19:30. Escalinata principal y Capilla del Palacio Real. XXIV Música Antigua Aranjuez. Entrada: 20 €uros. Obras de John Tavener, William Byrd, Orlande de Lassus, Nicolas Gombert, Manuel Cardoso, Tomás Luis de Victoria, Cristóbal de Morales y Giovanni Pierluigi da Palestrina. El León de Oro | Marco A. García.

   Desde mi perspectiva, existen dos tipos de conjuntos principales –en un análisis con cierta distancia, sin entrar en especificaciones concretas– a la hora de interpretar polifonía del Renacimiento: I. aquellos que se preocupan más en cuidar el sonido por encima de todo, basado en la técnica más depurada, pero dejando a veces a un lado la expresión y la emoción en sus lecturas, apostando claramente por conseguir la belleza –e incluso la emoción– a través de esa belleza sonora; II. aquellos otros que cuidan el sonido y su belleza, pero prefieren destinar un espacio mayor al afecto y a la conmoción en sus interpretaciones, buscando emocionar desde un punto de vista más visceral, dirigiéndose a la entraña del oyente. Diría que El León de Oro [LDO] se encuentra entre los de este último grupo. Me he alegrado considerablemente al observar que todavía existen festivales dispuestos a dar espacio a agrupaciones de este tipo, alejadas quizá de la visión más camerística, de la interpretación más minimalista de la música y dispuestas a sustentar sobre la polifonía europea de los siglos XV y XVI un programa completo. Felicito, pues, a Música Antigua Aranjuez por programar a LDO dentro de la 24.ª edición del que es sin duda uno de los festivales más longevos y trascedentes del panorama musical español.

   El caso de LDO es realmente interesante. Formado hace veinte años de una forma despreocupada y no enfocada hacia lo profesional, a lo largo de este año ha conseguido alzarse como uno de los mejores ejemplos en la música coral española, e incluso europea, merced al trabajo profundo, estable y siendo capaz de mantener –de manera bastante constante– una formación con muy poca variación a lo largo de su historia, y especialmente en la segunda mitad de ella. Enfocado hacia un repertorio amplio que cubre desde el Renacimiento europeo hasta las producciones corales contemporáneas más actuales, ha sido en los últimos cinco años cuando el conjunto ha volcado gran parte de su tiempo y energía en especializarse de manera intensa –aunque no exclusiva– en los repertorios polifónicos de los siglos XV y XVI. Los pasos para la profesionalización se han dado despacio, pero seguros. Gran parte de la culpa en esta conversión hacia el Renacimiento la tiene –amén de su fundador y director titular, Marco A. García, de incansable trabajo– Peter Phillips, el conocido especialista y director del célebre ensemble The Tallis Scholars, con quien LDO colabora de manera estrecha desde entonces, alcanzando en 2016/2017 el punto culminante de su colaboración: la grabación de un registro discográfico de próxima edición, además de su nombramiento como Director Honorífico de la agrupación.

   Una de las principales cualidades de LDO en la interpretación de este repertorio polifónico radica principalmente en dos elementos sustanciales: primero, la ductilidad del conjunto, capaz de interpretar piezas a 4, 5, 6 u 8 partes, con un número variable de miembros, moviéndose entre los dieciséis y los veinticuatro cantores. Esto resulta excepcional, pues no hay actualmente en el panorama nacional un conjunto que sea capaz de elevar este repertorio a dichos parámetros de sonoridad más coral con calidad semejante. Segundo, la presencia del apasionamiento, la viveza y energía de sus versiones. No es habitual escuchar un Renacimiento tan pleno de sonoridad y la vez tan orgánico. Precisamente este adjetivo –utilizado en el titular– no es aleatorio, si nos basamos en las dos primeras acepciones del término según el DRAE, que se asumen en la capacidad de LDO para dar vida a estas obras, sustentándose sobre el texto y el afecto para expresarse; y en la armonía y la consonancia conseguidas a través de un gran equilibro entre las líneas, una afinación realmente milimétrica en muchos momentos y un impacto sonoro al que no es se está habituado en este repertorio en España.

   Interesante propuesta de Música Antigua Aranjuez al ampliar el espectro del festival, por medio de sus Paseos musicales, que guiados por profesionales del ámbito histórico-artístico y botánico trasladan a los asistentes por una ruta de dos horas y media de duración por los jardines reales, para conocer los entresijos del Palacio Real, sus jardines, historia, anécdotas, especies… Un complemento realmente interesante y digno de alabar, que sin duda despierta un claro interés entre el público y aporta una nota muy personal y acertada al festival. Tras el primero de los tramos del paseo, LDO interpretó tres obras en la escalinata principal del Palacio Real. Se trata de un lugar impresionante, sin duda, aunque acústicamente poco adecuado para algunos momentos. La presencia de John Tavener (1944-2013) supuso el toque de color a su propuesta, una incursión en el repertorio coral contemporáneo, con As one who has slept, hermosa obra de escritura muy propia en el autor británico, que resuena íntima y muy elegante en versión del conjunto español, especialmente por su trabajo esmerado en las dinámicas. El Ave verum corpus a 4, esa obra maestra de William Byrd (1543-1623) supuso el ejemplo más reducido en cuanto a sus partes, y quizá el momento más interesante en cuanto a la sonoridad en la escalinata, por lo diáfano y límpido de su escritura. El Regina cæli a 6 de Orlande de Lassus (1532-1594) fue quizá lo menos adecuado para la acústica de la escalinata, pues su factura contrapuntística y la brevedad de sus figuras complicaron una audición equilibrada de las líneas.

   Para el grueso del concierto, ahora sí trasladadas ya a la Capilla del Palacio Real –mucho más idónea acústicamente, al menos para el público, aunque me consta que no tanto para los cantores–, quedó una suerte de muestrario de lo mejor del polifonismo vocal sacro europeo de los siglos XV y XVI, que se abrió con dos magníficos ejemplos del texto luctuoso Media vita –uno de los más hermosos sobre los que jamás se ha puesto música–, con sendos motetes de Nicolas Gombert (c. 1495-c. 1560) y el propio Lassus. Se trata de dos obras realmente distintas: la primera provista de una densidad textural muy profunda, basada en el cromatismo de su semitonia subintelecta y en una escritura altamente intelectual, que la hacen realmente compleja de cantar; la segunda con una textura más liviana, pero gran profundidad sonora, sustentada en dos líneas de superius de gran belleza y brillantes, así como unas armonías refinadas y altamente impactantes. Tras ello, dos ejemplos de Lamentaciones de Semana Santa, con Lassus de nuevo [Lamentatio Feria V ad matutinum in nocturno I: Lectio III a 5] y Manuel Cardoso (1566-1650), con su Lamentatio Feria V in Coena Domini: Lectio II a 6, dos hermosas muestras del buen hacer de estos autores en otro de los grandes géneros de la época.

   Para culminar su recorrido, una muestra por el Renacimiento más luminoso y menos introspectivo, con una escritura más abierta, doble coros y una sonoridad más poderosa. Especialmente impactantes resultó el Regina coeli a 8 de Tomás Luis de Victoria (c. 1548-1610), así como su Magnificat Primi toni a 8, ambos a doble coro, aunque este último con una interesante alternancia entre los coros por separado [a 4], con otras parte a doble coro completo. Se cerró el recital con el impresionante y monumental Laudate pueri a 8 de Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594).

   A lo ya mencionado, hay que sumar la capacidad de LDO y García de Paz por aportar a cada obra un carácter más propio, con una sonoridad homogénea en el global del concierto, pero con destellos particulares que hicieron destacar los diversos estilos, a veces tan diversos entre sí. Algunos problemas de entradas en momentos puntuales a un lado, LDO funciona muy conectado, con un feedback muy poderoso entre los cantores y su director –otro de los puntos fuertes que no suele apreciarse mucho por estos lares–. Quizá la calidad técnica a nivel individual no resulta descollante, pero a nivel conjunto LDO resulta un arma poderosa. Esa es su mayor virtud; la consonancia del conjunto sobre la individualidad. Resulta impactante escuchar esos acordes de Victoria o Palestrina tan plenos y con una afinación tan pulcra. LDO aporta a esta polifonía un punto extra de sentimiento, de vida y de energía –a veces contenida, pero la más de las veces totalmente arrolladora–, que sin duda le aportan otra dimensión.

   Marco. A. García muestra una dirección siempre atinada, muy efectiva, atenta al detalle, pero fluida, con un gesto elegante y clarificador. Consigue extraer lo mejor del conjunto, merced al trabajo de años y al poso que este va dejando. Sin duda, otras de las grandes virtudes de este conjunto. Sus voces suenan balanceadas, con unas sopranos y tenores poderosos, muy presentes, aunque en algún punto tensos en las partes más agudas. Poseen unas altos de graves redondeados y potentes, que unidos a unos bajos de sonoridad muy firme y aposentada, aportan la base contundente sobre la que construir el discurso. Mucho mejor en el resultado de las obras más amplias, especialmente los dobles coros de Victoria y Palestrina, pues consiguen en ellas el impacto real que marca la diferencia entre LDO y otros conjunto similares. Las obras a 6 resultan más expuestas y en ellas es donde se pueden apreciar algunas carencias de tipo técnico, pero que son bien solventadas con el trabajo conjunto.

   Sin duda, un recital de gran nivel, que demuestra el buen estado de forma que presenta LDO desde hace un lustro. Una magnífica manera de celebrar su veinte aniversario y de demoestrar que otras maneras son posibles a la hora de acercarse, con garantías, a lo mejor de la maravillosa Polifonía del Renacimiento.

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