CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2017

Crítica: Pinchas Zukerman con la Orquesta Nacional de España bajo la dirección de David Afkham

31 de mayo de 2017

SUSTITUCIÓN TITULAR

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 27-V-2017, Auditorio Nacional. Ciclo OCNE. Max Bruch: Concierto para violín número 1 en sol menor. Pinchas Zukerman, violín;  Dmitri Shostakovivch: Décima sinfonía. Orquesta Nacional de España: Director: David Afkham.

   Una indisposición de última hora provocó que Vladimir Ashkenazy abandonara los ensayos y no pudiera dirigir a la Orquesta Nacional en este atractivo programa. Sin embargo, el propio David Afkham, director principal de la formación asumió la sustitución con lo que se solucionó inmejorablemente el imprevisto. Sólo cabe desear, cómo no, el pronto restablecimiento del maestro Ashkenazy.

   Otro gran veterano, el violinista y también director de orquesta Pinchas Zukerman protagonizó la primera parte del concierto con la intepretación del espléndido Concierto para violín número 1 de Max Bruch, pieza fundamental del repertorio violínistico y, prácticamente, la única del compositor alemán que permanece en el repertorio, junto a la Fantasía escocesa también dedicada al mismo instrumento. Una pena que su segundo concierto para violín no se interprete nunca, porque sin llegar a las calidades del primero, es una obra atractiva y que contiene momentos de gran belleza. Zukerman con su Guarnieri del Gesù llamado “Dushkin” exhibió un sonido mermado, que ha perdido presencia, brillo, calidad y riqueza, pero aún es capaz de producir sonidos de gran belleza y, sobre todo, dar una lección de musicalidad innata, de esa capacidad de resaltar la melodía que tienen los grandes artistas. Si bien es cierto que con un lirismo evocador y de la mejor ley huyó de una expresión excesivamente edulcorada en el segundo movimiento, también es verdad que a su intepretación le falto un punto de expansión romántica. Largamente ovacionado improvisó a modo de breve propina unos compases de la canción de cuna de Brahms para la que pidió al público que cantara con él y se despidió con un rotundo “Adiós!”. Magnífico el acompañamiento de Afkham y la Orquesta Nacional que sonó intensa, alemana y plenamente romántica.

   Los enormes contrastes que contiene la monumental Décima sinfonía de Dmitri Shostakovich fueron magníficamente expuestos por David Afkham al frente de una orquesta a gran nivel. La angustia e inquietud que invadía el alma del gran músico desde que Stalin le acusó de “componer una música alejada del pueblo” se alternan en esta composición con la alegría por el fallecimiento del tirano, aunque el optimismo no termina de asentarse imponiéndose más bien la ironía como era habitual en su obra. El impresionante allegro del segundo movimiento fue expuesto de manera frenética y vibrante por Afkham, que nos había llenado previamente de desasosiego en el opresivo moderato del primero para volver a cautivarnos con el clima de misterio del andande con el que comienza el último movimiento y el incandescente allegro conclusivo. Un bien organizado juego de tensión-distensión se sumó a la intensidad, vigor y energía expositiva para completar una gran versión con una orquesta descollante en todas sus secciones. Una cuerda con sonido amplio y empastado, maderas brillantes (fantásticos el fagot, oboe y piccolo) y unos metales impecables entre los que destacó la trompa solista. Gran éxito.

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