CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CRÍTICA: MAXIMIANO VALDÉS DIRIGE A LA OSPA EN EL CONCIERTO EXTRAORDINARIO QUE CONMEMORA EL 20º ANIVERSARIO DE LA ORQUESTA

16 de mayo de 2011
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La Voz de Asturias (Sábado, 15/05/11)

CON-CIERTO SENTIDO

El concierto extraordinario de la OSPA en el 20º aniversario de su nacimiento se desarrolló dentro de un notable nivel de calidad. Lo más interesante de la noche, aparte del estreno de la obra De la eternidad concéntrica, del prometedor compositor cántabro afincado en Asturias Israel L. Estelche, fue la interpretación de El sombrero de tres picos de Falla, junto al primer y último movimiento de la Primera Sinfonía de Brahms. Dirigió la velada Maximiano Valdés, que mostró una dirección musical apasionada que, unida a la solidez técnica a la que nos tiene acostumbrados, consiguió momentos orquestales de singular atractivo. La obra de Falla comenzó algo precipitada y, posiblemente, demasiado rígida rítmicamente, pero pronto se tornó expresiva y carismática, con un Valdés de vibrante y eficaz gestualidad. La orquesta respondió bien, incluso cuando el director tensó concierto riesgo la factura rítmica, consiguiendo una versión de la obra de Falla que fue más allá de la consistencia, hasta llegar a emocionar en varios momentos. Resultó muy agradable observar la generosidad expresiva de los músicos, así como las prestaciones de las trompas. José Luis Morató estuvo excepcional durante toda la noche, gracias a un sonido redondo, pleno y cálido que llamó la atención por su belleza. Es posible que la línea melódica de la obra de Falla y la de Brahms necesitase de una mayor presencia de los primeros violines pero, en general, la versión de El sombrero de tres picos resultó generosa, apasionada, de una vitalidad reconfortante que emocionó. La Sinfonía nº 1 de Brahms estuvo bien resuelta, dentro de un estilo definido por Max Valdés con coherencia, si bien se echó en falta una mayor tensión rítmica y sonora. Esto provocó un fluir demasiado relajado que, aún dentro de un saludable nivel musical, no fue capaz de pronunciar con convicción los vericuetos expresivos de la partitura. Seguramente por la naturaleza festiva del concierto -que dio comienzo con un minuto de silencio en recuerdo a las víctimas de los terremotos de Lorca-, la velada respiró una atmósfera especial, en la que Valdés demostró su cariño por Alexander Vasiliev, y en la que la OSPA volvió a demostrar que, con una adecuada puesta a punto, este conjunto de músicos puede llegar a convertirse en un gran conjunto sinfónico. Para ello, resulta crucial acertar con un director titular exigente, de gran talento, con carácter y determinación para conseguirlo.

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