CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2017

Ron Carter y el Golden Striker Trio visitan el Festival Internacional de Jazz de Madrid 2017

14 de noviembre de 2017

 LA BUENA MEMORIA DE UN DECANO DEL JAZZ

   Por Juan Carlos Justiniano
Madrid. 10-XI-17. Festival Internacional de Jazz de Madrid. JAZZMAD 17. Ron Carter – Golden Striker Trio. Ron Carter (contrabajo), Russell Malone (guitarra) y Donald Vega (piano). Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa. Sala Guirau.

   En todo festival, por diverso, multitudinario o dilatado en el tiempo que sea, siempre habrá uno o varios nombres que despunten sobre otros a criterio de periodistas y público general. En el caso de la edición 2017 del Festival Internacional de Jazz de Madrid, uno de ellos es, sin duda, el de Ron Carter, seguramente el contrabajista más solicitado no solo del jazz, sino de todos los tiempos. Quizá no el más interesante a día de hoy, quizá no el más virtuoso –aunque siempre puntero–, pero sí el más significativo, el más reclamado y reconocido. A Ron Carter hay que concederle el privilegio de que, efectivamente, buena parte de la historia de la música reciente la ha escrito él mismo con su arte. Se insiste en su edad, continuamente se recuerda que acaba de cumplir ochenta años y que, sin embargo, sigue impertérrito dando conciertos por  medio mundo. A este respecto el propio contrabajista reconoció durante su visita a Madrid junto a su trío que una de las razones que explican su continua presencia sobre los escenarios es, simplemente, la pasión que siente por la música. Y parece cierto, porque si algo demostró Ron Carter la noche del pasado viernes en el Fernán Gómez es que una de sus virtudes como intérprete parte de su capacidad de disfrutar de lo que hacen sus compañeros.

   Posiblemente todo comenzó cuando Miles Davis invitó a un joven contrabajista de formación clásica a que formara parte de su segundo quinteto. Allí se contagió de la sabiduría del trompetista y coincidió con Herbie Hancock, Wayne Shorter y Tony Williams. Y gracias a ese encuentro de Carter con semejante tribu en la década de los sesenta vieron la luz los principales trabajos de Hancock –Empyrean Isles (Blue Note, 1964), Maiden Voyage (Blue Note, 1965), Speak Like a Child (Blue Note, 1968)– o el Speak no Evil (Blue Note, 1964) de Shorter. Según Wagner, tras Beethoven ya no era posible volver a escribir sinfonías. Pues de igual manera, después de esta serie de grabaciones doradas del jazz que pusieron la guinda a una manera de entender la música, el género hubo de tomar necesariamente nuevos derroteros. El contrabajista participó en todos y cada uno de los registros citados. A partir de ahí la carrera de Ron Carter se convertiría en una de las más prolíficas de cualquier músico de cualquier época.

   Desde luego al de Michigan no le faltan méritos para justificar la enorme expectación que causó su visita a Madrid. Por ello, y como viene siendo habitual en los últimos tiempos, Ron Carter decidió tirar de historia y memoria y planteó junto al Golden Striker Trio un homenaje al género o, lo que es lo mismo, a su propia trayectoria. De unos años a esta parte Carter se presenta en sus proyectos personales en versión a tres compartiendo espacio y lugar con piano y guitarra. En esta ocasión sus compañeros fueron Donald Vega, un pianista netamente melódico en cuerpo y alma, un redivivo Cole Porter con el Great American Songbook bajo sus dedos; y Russell Malone a la guitarra, el habitual de Diana Krall y ya un viejo conocido de Carter. El toque y la elocuencia del guitarrista con la electrocústica, lo que parecía una Gibson L-5, casi fueron quienes más brillaron en la noche madrileña. De cualquier manera, ambos allanaron el camino al «sonido Carter», definido por esas líneas de walking  inconfundibles,  los característicos glissandi, la proyección de una digitación firme y robusta y sus querencias exploratorias en la búsqueda de armónicos en sitios donde solo la física teórica ha demostrado que existen.

   Como un pincel, a pesar de sus ochenta años, Ron Carter aguantó estoicamente hora y media sobre el escenario elaborando un repaso por algunas de su melodías preferidas. Muchas de ellas firmadas a la sazón por algunos de sus amigos y compañeros que igualmente forman parte de la  historia de la música: Miles, Jobim o Jim Hall –presente a la vez en espíritu vía Russell Malone–. «Cedar Tree», «Eddie’s Theme», «Candlelight», «The Golden Striker, «My Funny Valentine» o «But Not For Me» fueron algunas de las secuencias que Ron Carter disfrutó releyendo. ¡Una lectura de una colección de clásicos por un clásico! Y mientras tanto, a modo de intertextos se fueron colando otros tantos standards como: «Somewhere Over The Rainbow», «Summertime» o el preludio de la Suite no. 1 para violonchelo del viejo Johann Sebastian, que en pizzicato y  traducida desde el contrabajo tiene su mérito.

   Carter sigue siendo un violonchelista de conservatorio, su formación académica, de hecho, es uno de los componentes de su música. La pulcritud lo ha marcado como uno de los eméritos del jazz. Por ello Ron Carter es un contrabajista clásico por partida doble, por trayectoria y por vocación, y por lo mismo decidió rendir un sentido homenaje a algunos de los hitos melódicos del genero jazzístico; un homenaje, a fin de cuentas,  a un montón de amigos que como él mismo, ya forman parte de la historia de la música reciente.

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