Por Inés Tartiere| @InesLFTartiere
Oviedo. 17-XI-2017. Teatro Campoamor. L´elisir d´amore, Donizetti. Sara Blanch, Pablo García-López, Michael Borth, Pablo López, Marta Ubieta. Dirección de escena: Joan Anton Rechi. Dirección musical: Óliver Díaz. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Coro de la Ópera de Oviedo.
Después de siete años, la Ópera de Oviedo volvía a programar una de las obras predilectas del público ovetense, L´elisir d’amore de Gaetano Donizetti, probablemente la mejor ópera para aficionar, sin que por ello pierda su categoría de auténtica obra maestra. “Los viernes de ópera”, como así se llama al elenco alternativo, volvió a demostrar que a los jóvenes sí les gusta la ópera, llenando el teatro Campoamor prácticamente en su totalidad y a unos precios totalmente asequibles. Se vuelve a evidenciar el éxito de una propuesta que funciona a la perfección y que cada año sube el nivel de sus prestaciones. La diferencia de emotividad del público con el de las funciones del primer reparto fue tangible en cada número, contagiando a todo el teatro de la ilusión y satisfacción que produce ver una ópera por primera vez.
Joan Anton Rechi, volvía al Campoamor para mostrarnos una propuesta refrescante, ágil, atractiva, con un segundo acto rodeado de un contexto visual inmejorable, con momentos cumbre,-muy recordada será la célebre "Furtiva lagrima", en voz de José Bros y Pablo García-López, con más de 3000 copas que parecían de cristal, que tras los primeros acordes se ponían en vertical, jugando con las luces, pareciendo verdaderas lágrimas gigantes. El primer acto, con la boda inventada de Giannetta, fue más plano visualmente, centrándose el andorrano en el lado más superficial de la obra, restando dramatismo en el dueto intimista "Chiedi all' aura lusinghiera", en el que la atención debe centrarse única y exclusivamente en Nemorino y Adina, (esposada a Belcore), y que sin embargo mostró a tanta gente en escena que uno llega a evadirse de la inspiradísima partitura del genio de Bérgamo. Tampoco ayuda el juego de las tartas, ridiculizando en exceso a Nemorino y haciéndole cantar el maravilloso concertante "Adina Credimi" con la cara llena de nata, cuando la música por sí sola ya se encarga de mostrar la humillación del personaje. Aún así, Rechi juega sus cartas de manera muy aguda, dosificando inteligentemente la comicidad. Es el mejor trabajo que ha firmado hasta ahora sobre las tablas del Campoamor.
En el apartado vocal brilló con luz propia la encantadora Adina de Sara Blanch. De gran presencia escénica, musicalidad innata, con una técnica depuradísima, demostró porque es una promesa emergente del panorama lírico nacional. Su voz de lírico-ligera es perfecta para el rol, que debutaba en Oviedo, y en el que le auguramos muchos éxitos en el futuro cuando profundice e interiorice el papel, ya que quizás se echó en falta en algunas partes un mayor uso de los reguladores y pianísimos en momentos en los que la partitura lo demandaba. El mejor momento de la noche sin duda fue el dueto "Come se va contento" de Adina y Dulcamara, encarnado por Pablo López, que en esta propuesta escénica se nos presenta como un barman que destila remedios medicinales a los “aldeanos”. Vocalmente fue de menos a más, con su aria de entrada "Udite udite o rustici" empañada por un fiato corto y unos agudos no siempre bien proyectados y faltos de extensión. Mejoró en el segundo acto, con la voz ya bien colocada. Potenció inteligentemente su vis cómica regalándonos los momentos más desternillantes de la velada. Admirable, cuanto menos, fue el trabajo de Pablo García-López como Nemorino de “última hora”, reemplazando a Marc Sala in extremis, por enfermedad. No tuvo tiempo siquiera de ensayar con la orquesta. Su Nemorino fue sensible, afinadísimo, con gran sentido del legato y del fraseo. Impresionante su gran capacidad de improvisación y su entrega total sobre el escenario, firmando el cordobés una gran actuación. Conmovedora fue su ya citada "furtiva lagrima". Su voz no tiene una gran calidad y le falta seguridad en el agudo, pero domina el repertorio e irá ganando peso vocal con los años.
Michael Borth encarnó a un Belcore muy irregular en el primer acto, mejorando, y mucho en el segundo, donde nos demostró lo que es capaz de hacer. Su aria de entrada "Come paride vezzoso" quedó empañada por un sonido temblón, de escasa proyección y con agudos forzados, seguramente fruto de los nervios que producen jugárselo todo a una sola función. Sin embargo su segundo acto fue ejemplar, con gran dominio en las agilidades y deslumbrando con un timbre carnoso y voz amplia, muy apropiada para el rol. Marta Ubieta fue una excelente Giannetta, vocal y escénicamente impecable. Mención aparte merece el Coro de la Ópera de Oviedo, que consigue sorprendernos en cada función, aunque nos tengan acostumbrados a un nivel muy alto. Excelentes las mujeres en el "Saria possible", ejerciendo de auténticas actrices con movimientos escénicos impecables. Fueron un gran valor añadido en todas las funciones. Como impactante es que el asturiano Oliver Díaz no hubiese debutado todavía en la temporada de ópera de su ciudad natal, aunque ateniéndonos a los resultados obtenidos auguramos y esperamos que volverá más pronto que tarde. Su dominio de la orquesta es absoluto, con una elegancia innata en las formas, con unos tempi exigentes y alejados de toda monotonía, extrayendo un sonido nítido y siempre premeditado de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, que firmó una gran actuación.
En definitiva, una función equilibrada y de gran nivel, con cuatro prometedoras voces, lo que supone un nuevo éxito para los elencos jóvenes de la Ópera de Oviedo, y que hizo disfrutar enormemente al público, que aplaudió eufóricamente a los protagonistas al final de la función.