Por José Amador Morales
Sevilla. 26-XI-2017. Teatro de la Maestranza. Gaetano Donizetti: La fille du régiment. Pretty Yende (Marie), John Osborn (Tonio), Carlos Daza (Sulpice), Marina Pinchuk (Marquesa de Berkenfield), David Lagares (Hortensius), Alberto Arrabal (Caporal), Vicky Peña (Duquesa de Crackentorp). Coro de la A.A. del Teatro de La Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: Santiago Serrate, dirección musical. Laurent Pelly, dirección escénica. Producción del Gran Teatro Liceo de Barcelona.
Tras el gran éxito de Anna Bolena en la pasada temporada, el Teatro de la Maestranza volvía a apostar por el bel canto y Donizetti ha subido de nuevo a su escenario. Si de alguna manera se veía frustrada, al menos de momento, la idea de proseguir con la llamada “trilogía Tudor” del compositor de Bérgamo (pues aún siguen inéditos en el coliseo sevillano tanto Maria Stuarda como Roberto Devereux), los innegables logros de esta puesta en escena de La fille du régiment suponen un paso firme en la consolidación de un repertorio tantas veces denostado por estos lares. Y desde luego, visto lo visto, no por un público entregado y deseoso de disfrutar más bel canto.
La afamada producción de Laurent Pelly para el Gran Teatro Liceo de Barcelona, que ha recorrido no pocos teatros nacionales e internacionales, volvía a triunfar aquí habida cuenta de su vigencia, creatividad y, sobre todo, musicalidad pues no sólo está en sintonía con la partitura de Donizetti sino que la impulsa, recrea y apoya continuamente.
Junto al apartado escénico, el reparto encabezado por Pretty Yende ha supuesto un estímulo de innegable interés para esta cita belcantista. La soprano sudafricana debutaba tanto con el rol protagónico como en el escenario sevillano y desde el minuto uno se metió a la audiencia en el bolsillo en base a una actuación intachable en la que derrochó naturalidad, buen gusto y sólida técnica. Si los ascensos al registro agudo y sobreagudo revelaron gran comodidad y limpieza por su parte, en los momentos más líricos – particularmente en las arias "Il faut partir" y "Par le rang et l'opulence" – desplegó su atractivo timbre, no exento de personalidad y un especial mordente a partir de una línea de canto y un legato de gran calado expresivo. La voz de John Osborn no posee ni un volumen extraordinario ni un color interesante y aquí tardó bastante en sentirse mínimamente cómodo con su ‘Tonio’, apareciendo en un principio forzado y con algún sonoro inconveniente al final del primer dúo con la soprano. En cualquier caso, su interpretación fue creciendo a medida que la representación avanzaba y si en la célebre Ah! mes amis tuvo que tirar de filigranas extra como el ligar cada uno de los do con el consecutivo re para compensar la falta de apoyo y de brillo de su voz, en la final Pour me rapprocher sacó pecho con una lección de fraseo y articulación melódica, coronando con dos soberbias messe di voce difícilmente superables en el panorama lírico actual.
Por su parte, tanto el ‘Sulpice’ de Carlos Daza, como la ‘Marquesa’ de Marina Pinchuk y el ‘Hortensius’ de David Lagares lograron convencer gracias al adecuado equilibrio entre musicalidad y un conveniente histrionismo. La dirección de Santiago Serrate fue, a falta de una mayor inspiración o personalidad, correcta, ordenada y ágil, con pasajeros desajustes entre foso y escena en los momentos colectivos más complejos. Tanto el Coro del Teatro de la Maestranza como la Sinfónica de Sevilla estuvieron a la gran altura que acostumbran en las últimas temporadas.