CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2018

Crítica: Vasily Petrenko y Truls Mørk en la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León

5 de marzo de 2018

En recuerdo de Jesús López Cobos

   Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 3-III-2018. Auditorio de Valladolid, Sala sinfónica. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Sinfonía concertante para violonchelo y orquesta en mi menor, op. 125 de Prokófiev y la Suite sinfónica Sheherezade de Rimski-Kórsakov. Director: Vasily Petrenko. Solista: Truls Mørk, violonchelo.

   Un minuto de silencio en recuerdo de Jesús López Cobos con el público y los músicos de la orquesta puestos en pie marcó el comienzo de este concierto. El recientemente fallecido Director Emérito de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (desde 2013) mantenía una estrecha vinculación con la OSCyL y su público y, al margen de su larga y fructífera carrera, se le recuerda por sus conciertos al frente de la OSCyL, siempre marcados por el sello que hace diferentes a los grandes.

   Se dio la coincidencia de que en este concierto ocupaba el podio Vasily Petrenko, otro de esos pocos directores que son capaces de sacar lo mejor de una orquesta, lo que propició el que la Sinfónica de Castilla y León estuviera en muchos aspectos inconmensurable, y resultó todo un simbólico homenaje para Jesús López Cobos.

   En la Sinfonía concertante para violoncelo y orquesta de Prokófiev el director marcaba el compás para evidenciar las reiteraciones rítmicas y sus cambios en un ámbito aparentemente cerrado en el que cabían al mismo tiempo los sonidos ostinati o las repeticiones temáticas con un flujo flexible de sonidos. Así se logró una austeridad tímbrica mientras se reflejaba la relevancia de importantes pasajes cantabiles. Y ahí la labor del violonchelista Truls Mørk resultó apabullante, basándose en un sonido poderoso, redondo, lleno de armónicos y una coloración oscura, eficacísima en el registro central y grave. Cierta austeridad se reflejó en el primer movimiento mientras que en el segundo se puso de manifiesto la capacidad lírica de la obra. Tampoco se dejó de lado cierto toque sarcástico o voluntariamente ingenuo en una interpretación en la que el chelista demostró poseer en un grado elevado las características técnicas y la musicalidad necesarias para resolver tanto las exigencias propias de la individualidad del solista como su relación indisoluble con la orquesta, mientras el director no dejaba de marcar el pulso más propicio.

   En Sheherezade de Rimski-Kórsakov el director impuso una coloración subyugante, con el añadido de que no resultó nada uniforme ya que cada pasaje llevaba significados diversos, como por ejemplo la idea que predomina y la preparación de lo que ha de venir. La manera de atacar la obra desde el inicio consiguió atrapar al espectador. Petrenko contó con una orquesta volcada, dándolo todo, con unos solistas que realizaron una labor magnífica, empezando por el concertino y siguiendo por el fagot; qué fraseo, el clarinete, con una nitidez sonora y una extensión dinámica enorme, como quedó patente en sus arabescos. A estos se sumaron la flauta, la trompeta, el trombón o el arpa, con su capacidad para proyectar y sugerir aún más el tema del violín. La obra resultó majestuosa desde el inicio, por la manera en la que se intercalaron los diversos temas. Surgían el sentido danzable, con toda la flexibilidad que eso pide, los contrastes, una energía arrolladora, el engarce preciso en el desarrollo de la obra y una palpable sutileza. Al final el clímax parecía no tener fin, mientras su punto álgido llegaba en oleadas, en una tensión perpetua que acabó por desvanecerse camino de la conclusión.

   La respuesta de los espectadores, entre bravos y continuados aplausos,  bien pudiera enlazarse con el inicio del concierto a modo de metáfora de ese agradecimiento a la figura de Jesús López Cobos fundamentado en su entrega y en los magníficos conciertos que dirigió a la OSCyL. En su tierra este Premio Príncipe de Asturias de las Artes 1981 recibió el galardón a su labor tardíamente, pues el Premio Castilla y León de las Artes no llegó hasta 2012. Se podría plantear la posibilidad de realizar un homenaje concreto a su figura que coincidiera con alguno de los tres conciertos que tenía previsto dirigir esta temporada, ya fuera el 13 y 14 de abril o  el 7 y 8 y el 14 y 15 de junio, fechas estas últimas en las que se iba a centrar en la obra de Brahms.

Fotografía: OSCyL.

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