Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. 7-VI-2018. Teatro Campoamor. XXV Festival de Teatro Lírico Español. La tabernera del puerto, Pablo Sorozábal. Mª José Moreno, Javier Franco, Martín Nusspaumer, Ernesto Morillo, Ruth González, Vicky Peña, Pep Molina, Ángel Ruiz, Abel García, Carlos Martos, Didier Otaola, Ángel Burgos. Oviedo Filarmonía. Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Pablo Moras, director de coro. Mario Gas, director de escena. Óliver Díaz, director musical.
Por fin en la Temporada de Zarzuela de Oviedo hemos podido ver un espectáculo que dignifique al género lírico nacional. ¡Al fin una Zarzuela sobre las tablas del Campoamor! Antes de comenzar a desgranar la magnificencia de esta producción, pediría a los lectores de CODALARIO un minuto de silencio para poder olvidar la esperpéntica versión de La verbena de la Paloma que Maxi Rodríguez osó realizar en este mismo teatro en el mes de marzo, con la esperanza de que quede enterrada para siempre en el limbo del olvido y podamos recordar únicamente este final de temporada con la magistral producción de La tabernera del puerto. Sin menoscabo del excelente trabajo del elenco de artistas que participaron en la obra, sin duda los grandes protagonistas de la velada fueron los directores del espectáculo: Mario Gas a cargo de la escena y Óliver Díaz a la batuta, que llevó a la Oviedo Filarmonía a unos grados de excelencia inconmensurables.
La genialidad de Mario Gas se ha puesto de manifiesto una vez más en una producción que ha quedado para la historia, uniéndose a las ya míticas de Los sobrinos del capitán Grant de Paco Mir, El juramento de Emilio Sagi y Los diamantes de la corona de José Carlos Plaza. En el caso que nos ocupa, se ha optado por una visión verista de la obra, ambientándola, como no podía ser de otra manera, en un puerto pesquero que bien podría estar ubicado en cualquier localidad marinera de la costa cantábrica, lugar de origen del compositor Pablo Sorozábal y que en el libreto es el pueblo imaginario de Cantabreda. De aspecto gris, como la climatología del norte y la propia atmósfera de la historia, y con minuciosos detalles en las fachadas de los edificios, donde casi se podía oler el moho de las paredes, un magnífico trabajo del escenógrafo Ezio Frigerio. Hasta la orilla del mar estaba literalmente presente, con todo el borde del escenario cubierto de agua con un acceso en desnivel lleno de cantos rodados. ¡Y qué decir de la escena de la galerna del tercer acto, con Marola y Leandro a punto de hundirse en su barca! Un sorprendente juego de telones y de luces, a cargo de Vinicio Cheli, acompañaban a unas sofisticadas proyecciones de un mar bravío, creadas por Álvaro Luna, que se unían al agua real de la escena pareciendo empapar a los protagonistas, quienes desaparecieron ante los ojos de los espectadores en el naufragio como si de un truco de David Copperfield se tratase, creando un momento realmente único. La oscarizada Franca Squarciapino ha creado un vestuario muy realista, donde los pescadores y las sardineras se funden en tonos grises y azul marino, y las botas de goma e impermeables marineros aparecen aquí y allá. La única licencia al color se le otorga a la protagonista femenina, Marola, con vestido y zapatos azul cielo y una chaqueta de vibrante rojo para una supuesta femme fatale, que coquetea con los hombres bajo la presión de su padre, Juan de Eguía, para que entren en su taberna. Pero no solo es admirable la perfecta simbiosis entre lo tradicional y la tecnología más puntera en la puesta en escena, sino que se aprecia algo más que hace de esta producción algo excepcional. Y es que Mario Gas ha demostrado que este proyecto es muy especial para él, no en vano, su padre, el bajo Manuel Gas, dio vida al primigenio Simpson sustituyendo a Aníbal Vela en las representaciones del estreno absoluto de la zarzuela en el Teatro Tívoli de Barcelona en 1936. Y el propio director de escena debe su lugar de nacimiento, Montevideo, precisamente a La tabernera del puerto, que llevó a sus padres de gira por Uruguay en ese momento.
Y cómo son las casualidades, que ha sido un joven tenor uruguayo el que en esta ocasión ha dado vida a Leandro. Martín Nusspaumer debuta en el mundo de la zarzuela y lo hace por la puerta grande, con un complejo papel que ha sabido resolver muy satisfactoriamente. Lo primero que llama la atención es su excelente trabajo dramático, habiéndose desprendido por completo para sus intervenciones de su acento uruguayo, sin duda tarea harto complicada para conseguir tal naturalidad. Su cálida voz bien timbrada y de bonitos agudos mostró una línea de canto muy natural, cuidada y elegante. Dejó un momento especialmente bello en su dúo con Marola del tercer acto, que realmente emocionó, al igual que su “No puede ser”. Esperamos poder seguir escuchando a esta interesante voz en los teatros españoles. Mª José Moreno recreó una Marola muy creíble, papel que conoce a la perfección y al que sabe sacar partido. Estuvo espléndida en sus intervenciones vocales luciendo la hermosa coloratura de su instrumento y sus cuidadísimos filados, que tanto la caracterizan, y que adorna incluso con reguladores; así fue el final de la conocida canción “En un país de fábula” que epató al público. Javier Franco fue un Juan de Eguía admirable, tanto a nivel escénico como vocal. Ejerció de villano con verdadera autenticidad y demostró su versatilidad canora al interpretar cual Don Juan la ágil canción “La mujer, de los quince a los veinte” con unos cambios de tempi perfectamente acompañados por la orquesta, así como la intensa romanza “¡No!, ¡no!, ¡no!” cuando cree a su hija muerta, pieza muy aplaudida. Fue extraordinaria la representación de Simpson a cargo de Ernesto Morillo quien ejecutó brillantemente el célebre “Despierta negro”. La Oviedo Filarmonía le acompañó con una sonoridad tan auténtica, especialmente la sección de percusión, que nos trasladó allende los mares con este tango-habanera. Y es que Óliver Díaz realizó un trabajo extraordinario con la agrupación que se mostró muy dúctil a las órdenes del maestro asturiano para interpretar piezas de registros tan variados como las que componen la partitura de esta zarzuela, donde se encuentran algunas de carácter folclórico, como “Eres blanca y hermosa como tu madre” (adaptada de la popular “Eres alta y delgada”), otras caribeñas como la habanera del primer acto o el mencionado tango del bajo acercándose al blues, e incluso de la opereta (terceto cómico “Marola… resuena en el oído”). Pero no sólo eso, la orquesta supo adaptarse a los distintos planos sonoros que requería cada momento siempre velando por el interés de los cantantes, adaptándose como un guante a cada uno de los momentos líricos. Esta es una de las grandes virtudes de Díaz, siempre mima a los cantantes sin menoscabar por ello el trabajo puramente instrumental, encontrando un equilibrio encomiable. Fue soberbia la interpretación del Intermedio orquestal del tercer acto. Óliver Díaz no solo ha demostrado, una vez más, su fantástico entendimiento con la Oviedo Filarmonía, sino que ha conseguido una versión realmente inspirada de esta zarzuela. El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo dirigido por Pablo Moras mantuvo el gran nivel con el que siempre participa en la temporada de zarzuela. Fue especialmente llamativa la intervención masculina al inicio del segundo acto y los increíbles pianissimi al acompañar la participación de los protagonistas creando un colchón sonoro de extrema delicadeza y funcionalidad.
Abel García estuvo notable en su papel de Verdiel y otra de las estrellas de la noche fue la soprano Ruth González como el quinceañero Abel. Sin duda ha conseguido crear un personaje de referencia especialmente a nivel dramático, con sus gestos, agilidad y flexibilidad de movimientos, manera de hablar y todo un rosario de detalles que lograron dar vida a un muchacho enamorado hasta las trancas de Marola. Redondea el papel además con una bonita y cuidada voz en sus participaciones cantadas. El resto del reparto actoral fue sensacional. Todo un lujo tener en escena a Vicky Peña y Pep Molina, como Antigua y Chinchorro; dos grandes del teatro que no hicieron más que demostrar con sus intervenciones el altísimo nivel de sus trabajos. Su dúo cómico “¡Ven aquí, camastrón!” hizo reír al público y mostraron un control del fiato envidiable para cualquier cantante al recitar de corrido sus larguísimas y rápidas frases. Ángel Ruiz como Ripalda fue otro de los personajes más llamativos de la noche, recordándonos al carismático Luis Varela en su icónico personaje de Espasa en La del manojo de rosas del propio Sorozábal, ambos camareros en sendas cafeterías. En esta ocasión, Mario Gas se ha tomado la libertad de presentarnos a Ripalda como a Charlot, tanto en la caracterización física como en lo gestual. Llama la atención este hecho, pues rompe con la estética del resto de la producción, aunque es cierto que se hace referencia a este personaje al inicio de la zarzuela en boca de Antigua quien dice “¡Mira qué bien ando yo, más salada que Charlot”. Nosotros nos aventuramos a especular con esta intromisión en un guiño del director de escena a lo acontecido en el estreno madrileño de La tabernera del puerto en 1940, retrasado cuatro años a lo previsto por el estallido de la guerra civil española poco después del estreno en Barcelona. La Falange Española de las JONS prohíbe expresamente a Sorozábal dirigir la función en el teatro de la Zarzuela y el propio compositor detalla en su autobiografía Mi vida y mi obra, el boicot que se produjo aquella noche:
“En el teatro de la Zarzuela de Madrid, en una fecha que no quiero acordarme, ni jamás podré olvidar, se cometió el crimen teatral más grande de la historia de la lírica española [...] Llegó el tercer acto […] los confabulados aprovecharon el intermedio orquestal y se pusieron a gritar y escandalizar. Parte del público se sumó a ellos, gritando contra ‘los rojos’. Otros, sobre todo el público de las alturas, gritaban en contra de los fascistas… en fin, que se armó un gran follón. […] yo salí a saludar con todos y así terminó la primera batalla de ‘mi guerra particular con el franquismo’.”
Hay quien ve en Moreno Torroba al instigador de estos hechos habida cuenta de la rivalidad existente entre los compositores. Fuera como fuese, el caso es que este asunto no eclipsó el enorme éxito de la obra. Charles Chaplin protagonizó en el mismo año del que hablamos, 1940, El gran dictador, donde con su parodia de Hitler realiza una feroz crítica al fascismo. Nos atrevemos a sugerir que Mario Gas ha querido rendir tributo al propio Sorozábal poniendo en escena durante toda la representación a un recuerdo constante del antifascismo y en las mismas tablas donde se produjeron los lamentables hechos originales, ya que el estreno de esta producción se realizó en el Teatro de la Zarzuela hace apenas un mes. Curiosamente este estreno estuvo también a punto de no producirse, en este caso por la convocatoria de huelga de los empleados del teatro ante el anuncio de su próxima fusión con el Teatro Real.
P.D. Esperamos que tomen nota en la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo de las palabras del propio maestro Sorozábal, con el fin de no volver a cometer la torpeza de declarar a bombo y platillo en los diarios locales que la zarzuela es un espectáculo franquista.
Foto: Alfonso Suárez