CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2018

[C]rítica: Capella Cracoviensis y Juan Sancho en el ciclo «La Europa de Murillo»

3 de diciembre de 2018

Música para los pecados capitales

Por José Amador Morales
Sevilla. 24-XI-2018. Espacio Joaquín Turina. Ciclo La Europa de Murillo [Seven Deadly Sins]. Georg Friedrich Haendel: arias y oberturas de Belshazzar, Ariodante, Semele, L’Allegro, il Penseroso ed il Moderato, Hercules, Lotario, Theodora, Rodelinda, Tamerlano, Alcina, Flavio y Poro. Juan Sancho, tenor. Capella Cracoviensis. Robert Bachara, concertino y director musical.

   «Cuando en 1745 el londinense William Hogarth se pintó junto a Trump (su perro) en su célebre autorretrato tomó como referencia el no menos célebre autorretrato de Murillo que hoy puede admirarse en la National Gallery. El cuadro ya se encontraba en Bruselas a la muerte del pintor y fue importado a Inglaterra en las primeras décadas del siglo XVIII, como avanzadilla de la influencia de Murillo en la pintura inglesa de ese siglo. Pese a no salir el pintor prácticamente de Sevilla, la obra de Murillo disfrutó, incluso ya en vida de este, de una importante difusión fuera de España, y en las décadas siguientes a su fallecimiento artistas de ciudades tan distantes como Londres se vieron muy influidos por su obra: no solo Hogarth, sino también Gainsborough o Joshua Reynolds en sus escenas de género lo tomaron como modelo. Londres, hoy tal vez la ciudad no española con más cuadros de Murillo, había ya tomado por entonces el relevo de Sevilla como gran puerto comercial de Occidente. Su potente burguesía y su no menos influyente nobleza eran caldo de cultivo de un ambiente curioso, cosmopolita e ilustrado, de enorme poder intelectual y creativo, que dio entonces al mundo algunas de las más importantes instituciones intelectuales aún hoy vigentes. Ese Londres disfrutó de la madurez creativa de Haendel. Allí había dirigido sus pasos en 1710, aún joven pero ya experto violinista, clavecinista, organista y compositor, tras sucesivas etapas de aprendizaje». Así comenzaba el interesante artículo del programa de mano del concierto que nos ocupa, firmado por Pablo Vayón. Y es que se trataba de una nueva cita de La Europa de Murillo, ciclo concertístico que viene desarrollándose en el Espacio Joaquín Turina dedicado al ambiente, en este caso musical, en el que se desarrolló la obra del célebre pintor hispalense de cuyo nacimiento se cumple este año cuatro siglos.

   En esta ocasión, bajo el título Seven Deadly Sins [los siete pecados capitales] la excelente Capella Cracoviensis y el tenor Juan Sancho ofrecieron una contundente y nutrida selección de arias y fragmentos orquestales de Georg Friedrich Haendel agrupados en torno dicho contenido –con alguna pieza de encaje algo forzado dentro de la coherencia general del planteamiento–: gula [Belshazzar], lujuria, [Ariodante, Semele], pereza [L’Allegro, il Penseroso ed il Moderato], avaricia [Hercules, Lotario], envidia [Theodora, Rodelinda], soberbia [Tamerlano] e ira [Alcina, Flavio] así como una suerte de epílogo temático en torno a la condenación y la redención. Una selección que se proponía con la finalidad evidente de poner musicalmente de manifiesto las distintas pasiones o emociones humanas sistematizadas a la manera barroca en lo que viene siendo comúnmente conocido como la doctrina de los afectos.

   En definitiva, una contundente propuesta con música indiscutiblemente hermosa y servida con ostensible calidad. La Capella Cracoviensis estuvo a la altura de la fama internacional que ha cosechado estos últimos años, ofreciendo una gran riqueza de colores sonoros, intensidad dramática y brío sabiamente ajustados al contenido dramático de cada pieza en cuestión. Juan Sancho fue el encargado de acometer este tremendo tour de force vocal y salió airoso gracias a su enorme solvencia y adecuación estilística. Lógicamente su voz resultó un tanto liviana para partes de peso dramático como las procedentes del Tamerlano y, a nivel expresivo, no siempre supo distinguir entre afecto o efecto, algo hasta cierto punto comprensible en un programa tan denso y dispar. No obstante, como agradecimiento ante los aplausos del público, el tenor sevillano regaló lo que probablemente fue el mejor momento de la noche, por adecuación canora y sobriedad expresiva, con la interpretación de la bellísima aria «Total eclipse! No sun, no moon!» procedente del Samson asimismo de Haendel.

Fotografía: David Vico.

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