CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2012

CRÍTICA: LA VIOLINISTA JAPONESA MIDORI DEBUTA CON LA OVIEDO FILARMONÍA EN LOS CONCIERTOS DEL AUDITORIO DE OVIEDO

18 de marzo de 2012
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 La Voz de Asturias (Viernes, 16/3/12)

AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA

Con el amor y la guerra como temas de fondo,  la violinista japonesa Midori debutó con la Oviedo Filarmonía en el auditorio de Oviedo, bajo la dirección del titular del conjunto, el italiano Marzio Conti. Comenzar el concierto con el "Intermezzo" de "Manon Lescaut" de Puccini no es fácil. Es una composición que posee una atmósfera entre melancólica, romántica y apasionada, que requiere de una interpretación inspirada, calmada y profunda. Por el contrario, la personalidad de Conti sobre la tarima con frecuencia transmite premura y una cierta ansiedad, dos aspectos que no resultan cómodos para el espectador y, por supuesto, chocan con la naturaleza de la obra de Puccini. Con estas premisas, la versión denotó una consistencia poco convincente que no logró llegar al corazón del público. Midori ofreció una gran interpretación del "Concierto para violín" de Britten, una partitura escrita por el compositor al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, tras viajar a Estados Unidos junto al tenor Peter Pears, su pareja sentimental. Fue una versión muy personal, llena de detalles de gran interés interpretativo que, no obstante, en ocasiones llegaron a desvirtuar algo el estilo de la obra. Quién sabe si recordando a Hiroshima, la violinista japonesa añadió alguna pincelada de color nipón al inquietante estilo inglés de Britten. La suya fue una versión vigorosa, preciosista, realmente apasionada del concierto. Conti acompañó con precisión, aun cuando no siempre resultó fácil hacerlo, debido a una cierta inestabilidad en el estilo de la artista. De propina, tocó la Fuga de la "Sonata para violín solo en sol menor  BWV1011" de Bach, con una sonoridad pulcra, liviana, exquisita. La segunda parte dejó unos "Valses nobles y sentimentales" de Ravel bien presentados por la orquesta y el director, que dirigió de memoria. El "Capriccio Sinfonico" de Puccini resultó coherente y enfático y, la propina, el "Intermezzo" de la ópera "Cavalleria Rusticana",  se expuso en un estilo solvente, que recordó al "Intermezzo" de "Manon" pero,  esta vez, con un final un tanto deslavazado.

 

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