CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2018

[C]rítica: Recital de Joaquín Achúcarro en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

22 de diciembre de 2018

Cuando la Música sublima el piano…

Por José Amador Morales
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 17-XII-2018. Fréderic Chopin. Preludios op.28. Claude Debussy: La plus que lente (vals), La puerta del vino, La soirée dans Grenade. Manuel de Falla: Homenaje a Debussy. Maurice Ravel: Gaspard de la nuit. Joaquín Achúcarro, piano.

   «No se trata de veinticuatro joyas compuestas al azar. La disposición con la que Chopin distribuyó los preludios demuestra ya que quiere una arquitectura (…) Pero no es esto lo principal. Lo más increíble de estos preludios es que están ordenados de tal manera que cada uno expresa una emoción, un paisaje emocional, algo personal y humano: desde la alegría, el dolor, la desesperación, la desolación, el miedo, la furia, el recuerdo, la nostalgia, la rebeldía… el nocturno… Todo ello está en estos veinticuatro preludios. Pero están ordenados de una forma en la que la emoción expresada por cualquier preludio es distinta del que le antecede y del que le sigue. Tal vez Chopin nos estaba comunicando estados de ánimo que él había vivido, teniendo en cuenta que la palabra psicoanálisis aún no existía…».

   Con estas palabras presentaba el propio Joaquín Achúcarro la primera parte del presente recital en lo que suponía su regreso al Teatro de la Maestranza tras unas inolvidables Noches en los jardines de España de Falla allá por la primavera de 2014. En ella desgranó los veinticuatro preludios del Opus 28 chopiniano sin sonidos ampulosos ni sobreactuaciones, más bien al contrario: con una sutileza y una naturalidad que embelesan, y siempre en pos de la música misma. Con una dinámica más bien suave, muy apropiada para el clima ensimismado generado por el pianista bilbaíno, y que la partitura de Chopin alienta de forma intrínseca, si bien ello no impidió una mayor contundencia en los pasajes que expresivamente así lo exigían (caso por supuesto del preludio que cierra la serie), Achúcarro mostró –y, aún mejor, comunicó– al piano lo que había previamente anunciado de palabra, esto es, todo un abanico de emociones e inquietudes humanas que transcienden esta música inmensa.  Y ello a pesar del sabotaje cruel por parte de las toses que los audioterroristas lanzaron sin piedad a lo largo de la velada.

   La segunda parte del programa estuvo dedicada a diversas obras francesas, comenzando con un Debussy (La plus que lente (vals), La puerta del vino, La soirée dans Grenade) de gran belleza formal y sensualidad, nada empalagoso gracias a una pulsación incisiva que le permitió dotar a cada sonido de un inequívoco peso expresivo. Pero si de sensualidad y expresividad hablamos, la palma se la llevó un Homenaje a Debussy, la única obra que Falla compuso para guitarra gracias al tesón de Miguel Llobet, en donde el omnipresente ritmo de habanera, aquí con un sutil ritenuto casi a manera de sollozo, es trascendido por la profundidad del homenaje póstumo: «la genialidad de Falla reside en conseguir tranformar una danza sensual y erótica en una marcha fúnebre: sublima su tiempo de habanera con una tristeza y con un dolor contenido únicos», afirmó el propio Achúcarro.


   Una musicalísima Gaspard de la nuit de Ravel, pieza emblemática del maestro, remató el programa oficial, con transparentes y hermosas texturas que hicieron seguir sin pestañear las hazañas de la ondina o el balanceo del ahorcado para desembocar en un Scarbo no exento de vehemencia pero siempre al servicio del contenido dramático. Si no fue el clímax de la noche fue debido al impresionante, en su sobriedad expresiva y riqueza en el color, Nocturno para la mano izquierda op.9 nº2 de Scriabin (mismo fascinante bis que ofreció en 2014 sobre el mismo escenario) que cerró el trío de suculentos bises iniciado con el precioso Claro de Luna y la Habanera de Ernesto Halffter, en clara sintonía con las obras precedentes.

Foto: Teatro de la Maestranza

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