CODALARIO, la Revista de Música Clásica

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CRÍTICA: LA KIBBUTZ CONTEMPORARY DANCE COMPANY PONE EN ESCENA "INFRARED" DE RAMI BE'ER EN EL TEATRO CAMPOAMOR DE OVIEDO

20 de marzo de 2012
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La Voz de Asturias (Sábado, 17/3/12)

LO QUE EL INFRARROJO NO VE

El Festival de Danza de Oviedo 2012 se inauguró con una prestigiosa compañía israelí, la Kibbutz Contemporary Dance Company, que ofreció uno de los trabajos más sugerentes de su repertorio: "Infrared", de Rami Be´er, su coreógrafo y director artístico. Se trata de un trabajo imponente, que rebosa buen hacer e inteligencia por los cuatro costados. Resultó muy interesante observar la respuesta del público, que si bien disfrutó con las sugerentes coreografías y el atractivo diseño de luces y vestuario, también dio la sensación de salir un tanto desorientado de la función, a la vista de sus discretos aplausos. No estamos ante una obra que exprese claramente su contenido. Estéticamente se nutre de algunos de los tres principales colores que aparecen cuando una imagen se analiza usando infrarrojos: el rojo, el azul y el amarillo, a los que Rami Be´er añade el negro, que es la ausencia de color, y el blanco, que es la unión de todos los que existen. Como en los infrarrojos, el color que más calor desprende es el propio rojo, una tonalidad que apareció en los momentos donde más bailarines había sobre el escenario, y en alguna escena subida de tono, en la que se mostró a una pareja queriéndose. Para quien haya leído algo del contexto en el que nacieron las comunidades originalmente agrícolas denominadas Kibutzs, ver a los bailarines desenrollando por facetas el suelo sobre el que después bailaron, podría recordar a la explotación de un campo, credo fundacional de los  primeros abanderados de este movimiento comunal israelí. En la compañía tampoco se hace diferenciación entre géneros, ni en el vestuario, ni en la gestualidad. La danza clásica apenas subsiste más que como mero bosquejo. Por contra, los bailarines exploraron todas las posibilidades expresivas de sus cuerpos, dentro de un lenguaje contemporáneo polimórfico,  inquietante,  incluso obsesivo. "Infrared" es como un círculo que empieza como termina, con la oscuridad de la que surgen, gracias a la visión infrarroja de su creador, las imágenes obsesivas y alucinantes de soldados y figuras a medio camino entre humanos y bestias. De esta forma, sobre el escenario se despliega un "delicioso show de imágenes" o un "horroroso jardín de las delicias": como se quiera. Entre las imágenes más llamativas, las de una  bailarina que, cada cierto tiempo, lo cruzaba cuatro patas,  a modo de leit movit recién salido de una pesadilla wagneriana. También fue posible ver una araña o, si el espectador era un "operófilo", un bufón jorobado. Uno de los aspectos más sugerentes del engranaje tejido por Be´er es su interés por mostrar diferentes acciones y grupos de bailarines a un tiempo. Es el espectador el que, otra vez, elige lo que mirar, sin llegar a entender nunca lo que en realidad sucede. Y esto es así porque el coreógrafo no busca la claridad, sino los colores en la oscuridad del ser humano, con infrarrojos. "Infrared" es una obra incómoda, que no aporta certezas sino preguntas sin respuesta. Este desasosiego interno, generado por su estética y por la búsqueda obsesiva, casi vanidosa, del espectador por encontrar un sentido al montaje, sin duda es uno de sus mayores logros. No sería posible si su concepción no fuese, como es, simplemente extraordinaria.

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