CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2019

[C]rítica: Concierto del Cuarteto Arditti en el Auditorio del Museo Reina Sofía

7 de febrero de 2019

Relojes y Blas de Lezo

Por David Santana / @DSantanaHL
Madrid. 5-II-2019. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical [Series 20/21]. Cuarteto Arditti. Cuarteto de cuerda nº1, op. 1 y Hommage a Mihály András, 12 microludios para cuarteto de cuerda, op. 13 de György Kurtág; Cuarteto de cuerda nº 3 “Islas” y Cuarteto de cuerda nº 2 “Desde las sombras” de Jesús Rueda; Cuarteto de cuerda nº 2 de GyörgyLigeti.

   Recuerdo con bastante cariño una conferencia que dio una profesora del departamento de música de la Universidad Babeș-Bolyai en la Facultad de Geografía e Historia hace no mucho tiempo. Esta institución de nombre tan complejo, no es otra que la universidad más grande de Rumanía y está situada, no en la capital, sino en Transilvania, concretamente en la ciudad de Cluj-Napoca, a tan solo 100 kilómetros de Târnăveni, localidad que vio nacer a György Ligeti allá por 1923, cuando esa zona formaba parte de Hungría. Y precisamente el eminente compositor rumano-húngaro era el tema de la conferencia. Él y su «teoría de los relojes estropeados».


   Con este nombre se refería la conferenciante a la increíble capacidad del compositor rumano de mover el tiempo a su voluntad. De hecho, el Cuarteto de cuerda nº 2 es uno de los mejores ejemplos de esa capacidad de este autor, ya que nos movemos de movimientos como el tercero «Come un mecanismo di precisione» a otros de una expresividad increíble, como el Sostenuto, molto calmo o el final: Allegro con delicatezza. El Cuarteto Arditti se supo en todo momento adaptar a estas distorsiones temporales que aplica Ligeti con gran naturalidad, como si fuese algo absolutamente común el que el tiempo se ensanche y acorte a voluntad, y supieron desenvolverse con expresividad a pesar de las dificultades en cuanto a mantener una afinación exacta en los tiempos lentos y precisión en los movimientos más complejos rítmicamente. El Cuarteto nº 1 de Kurtág también presenta una idea similar en cuanto al dominio del tiempo, aunque esta obra temprana recoge también ideas del minimalismo ‒en el quinto movimiento‒ y de su maestro Bartók al que vemos más reflejado en la segunda obra de Kurtág. Los 12 microludios nos deben hacer pensar rápidamente en el Microcosmos, ya que en ambos sus compositores desentrañan diferentes emociones que van desde lo más consonante hasta las disonancias más agresivas, pero ninguna de ellas supuso un problema para los integrantes del Cuarteto Arditti, que fueron capaces de crear pequeñas escenas sonoras casi tan hermosas como breves.


   Y en medio de todo esto Jesús Rueda, que presentó dos de sus obras de mayor calidad: el Cuarteto nº 2 que muestra tanto momentos de fuerza bruta, para lo cual los intérpretes tuvieron que dejarse varias cerdas de sus arcos en el camino y, casi alguna cuerda del violín, pues sus pizzicatos resonaron por todo el auditorio con gran potencia, como momentos de gran expresividad en los que Rueda explota los registros extremos de los instrumentos para conseguir unos matices únicos.

   Su Cuarteto nº 3 es similar en cuanto a los recursos que utiliza, sin embargo, es una obra que presenta menos expresividad y menos novedad. Con lo cual, y a pesar de que es una obra muy inteligentemente compuesta y repleta de hermosos recursos sonoros, resulta impersonal, carente del sello que recuerde a una «escuela española» o que diga «estamos ante Jesús Rueda». Por ello, a pesar de que la interpretación del Cuarteto Arditti, muy aclamado por cierto por su dominio de este repertorio, fue impecable, hubo más de uno entre el público que escucho esta obra con cierta indiferencia. No sé, tal vez debería dejarsede Homeros y Virgilios y buscar la inspiración en algún personaje más cercano, tal vez alguien querría recomendarle un Cuarteto nº 4 inspirado en don Blas de Lezo.

Cuarteto Arditti Museo Reina Sofía