Lugar: Teatro Campoamor. Fecha: 11 de mayo de 2012. Ciclo: Temporada de Danza de Oviedo 2012. Compañía: Ballet de Zúrich. Obra: "In den winden im nichts" ("En el viento, en la nada")
SUITE DE PRECIOSAS DANZAS
Una "Suite" es un género instrumental que se compone de una serie de danzas. Seguramente las más famosas "Suites" que se hayan compuesto sean las de Bach, las que escribió para conjunto instrumental y, desde luego, sus "Suites para chelo". El Ballet de Zurich visitó la Temporada de Danza del Campoamor con un espléndido trabajo coreográfico de Heinz Spoerli, de título tan sugerente como enigmático: "En el viento, en la nada", que trata de establecer "un diálogo con la música" de Bach, concretamente con tres de sus "Suites para violonchelo", la nº 2 BWV 1008, la nº 3 BWV 1009 y la nº 6 BWV 1012. Uno de los aspectos más llamativos y atractivos de la noche fue la interpretación en directo de las piezas, por parte del notable chelista Claudius Herrmann, que realizó un gran esfuerzo interpretativo, admirable a todas luces, dentro de un estilo más enfático y solvente que lírico y sustancioso.
Pues bien, con estos mimbres y un cuerpo de danza de primer nivel, el resultado artístico no pudo ser mejor. El trabajo de Spoerli resultó estimulante, visualmente atractivo, de estilo elegante, pulcro y bien definido, de limpia factura y gran mérito artístico. A la vista de la obra, el título no parece el más acertado. Más bien se añade a ella como uno más de sus adornos, y no precisamente el más atractivo. Lo más interesante del trabajo es, sin duda, la relación y diseño de movimientos que el coreógrafo dispone para acompañar a la música de Bach. Los 80 minutos ininterrumpidos de espectáculo se pasaron en un suspiro, gracias a la delicada, rica y elegante fluidez gestual y coreográfica que Spoerli diseñó con gran sentido del ritmo. Cada fragmento de las suites tenía su propia personalidad, dentro de una idea general común. Ahora un bailarín, ahora dos, ahora todo el conjunto, y siempre dentro de un estilo muy plástico y elegante que a veces parecía tener vida propia, independientemente de Bach. Hubo muchas ideas atractivas, individuales y de grupo, que funcionaron muy bien y resultaron un gran aliciente visual. Heinz Spoerli configuró un movimiento perpetuo de figuras, rojas las más de las veces, azules como el agua otras, y logró hacer que funcionase muy bien una idea fácil de tener pero difícil de hacer funcionar. A saber: un solo instrumento -el violonchelo- enfrentado a un numeroso cuerpo de baile, tan silencioso como el viento, técnicamente boyante.
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