Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 30-IX-2019. Teatro de la Zarzuela. XXVI Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Recital 1. Christian Gerhaher, barítono; Gerold Huber, piano. Obras de Gustav Mahler.
El mundo de la lírica no es ajeno a la globalización, de ahí que todo buen aficionado siempre ha de tener en mente las agendas de sus cantantes preferidos por si surge la oportunidad de seguirlos alrededor del mundo. En el caso de los compromisos de nuestro protagonista, el barítono Christian Gerhaher (1969), observamos con fruición y con cierto asombro –por la cercanía de poderlo disfrutaren Madrid y por la densidad de su agenda– que lo que queda de este año,y parte del siguiente, circulará varios recitales –como en esta velada– dedicados a la figura de Gustav Mahler (1860-1911) –que cantará en Reino Unido, Estados Unidos y Barcelona–, alternándolos con recitales en torno a Britten, Brahms y Mussorsky –en un mismoprograma–, y que interpretará en Reino Unido; así como con ópera [Wozzeck, en Zürich, en el papel protagonista]. Y a partir de marzo de 2020, Tannhäusser, en el Teatro alla Scala de Milán (en el rol de Wolframvon Eschenbach). Nunca se recalcará suficientementeque éste y otros afamadoscantantes(como Ian Bostridge, Matthias Goerne, Nancy Fabiola Herrera, Christoph Prégardien, y otros que nos visitarán esta temporada)programan por todo el mundorecitales análogos alosque podamos escuchar en este Ciclo de Lied, lo que demuestra a las claras el altísimo nivel y prestigio con el que –cada vez más– cuenta este Ciclo de Lied, dirigido en la actualidad por Francisco Lorenzo.
Lo dicho, un comienzo de cursoal más alto nivel: Christian Gerhaher, junto su pianista habitual, Gerold Huber ,que siempre gustan de enfrentarse como «Una Sola Alma» [Gerhaher-Huber] a un repertorio monográfico, en esta ocasión en torno a Mahler. Este diseño de recital –pese a la aparente «rotura de atmósfera» por escuchar Des KnabenWunderhorn [La juventud y el cuerno maravilloso] (selección) en dos entregas, con el descanso entre ambas– funcionó muy bien, ya que contó con el plato fuerte final de los densos y descarnados Kindertotenlieder (1901-1904) [Canciones de los niños muertos], compensando un principio de mayor ligereza alrededor de los Lieder einesfahrenden Gesellen [Lieder del errante aprendiz] (1884-1885). De esta forma, el recital fue de menor a mayor densidad y especialización en el clima musical del Mahler más «popular» al más quintaesenciado, con una clara progresión en la dificultad a la hora de transmitir sentimientos y contar historias que,si bien están presentes en la partitura, no cualquier intérprete sería capaz de sacarlas todo el jugo.
El mencionado diseño nos permitió reafirmarnos sobre la versatilidad del cantante en cuanto a expresividad y dominio de unos textos que basculan entre la delicadeza y la dureza, el lirismo y lo espartano, la parsimonia y la agilidad, el dramatismo y la candidez, o lo tenebroso y lo refulgente. Todo ello fue abordado por Gerhaher con maestría e intención, sin excesos;dominio del fraseo y el legato al servicio de una interpretación muy refinada y personal. La voz es fresca y bien proyectada, un tanto atenorada, con volumen suficiente,de puro lirismo a flor de labios,con una medida utilización de un clareo colorista en concordancia con dinámicas decrecientes, y un falsete –utilizado como recurso expresivo– que enmascara artificialmente una emisión de verdadero color de barítono que el artista sí posee, pero que sólo muestraen el registro grave, durante los momentos de desasosiego o enérgico dramatismodel repertorio.
Los Lieder einesfahren den Gesellen –que ya fueron cantados por Gerhaher en este Ciclo, en 2014–, con textos del propio Gustav Mahler, son un compendio de cuatro poemas de distintas temáticas cuyo nexo común es el aterrizaje del «Yo» –aun en apariencia de felicidad– en la dura realidad, salvo «Ichhab’ einglühend Messer» [Tengo un puñal candente], de dura y directa intensidad dramática y rápida digitación pianística, que Gerhaher recreó con sonidos distintivos –y de alguna manera desaforados, para lo que es su estilística habitual–, a fin de diferenciarla de las otras tres canciones que transitan por cauces más «alegres («Wennmein Schatz Hochzeitmacht» [Cuando mi cielo celebre su boda], «Gingheutmorgenübers Feld» [Esta mañana paseé por el campo]) o líricos, («Die zwei blauen Augenvonmeinem Schatz» [Los dos ojos azules de mi amada]), fraseando y cuidando con delicadeza cada consonante final para sacar partido de las benéficas caricias del piano de Huber, que finalizó en grave tañido.
La siguiente fase del recital estuvo marcada por una selección de diez de los quince poemas que componen el corpus -sucesión de poemas sin una línea discursiva clara, como tampoco lo es el orden en que deban ser interpretados- de Des Knaben Wunderhorn que, como hemos comentado, se repartieron entre el final de la primera parte y el principio de la segunda.Aun así, ello no le restó un ápice a la continuidad ni a los quilates de la ejecución. Disfrutamos en boca del cantante de una interpretación llana, detrabajados sonidos onomatopéyicos -el canto de los pájaros: cuco y ruiseñor- en «Ablösungimsommer» [sustitución estival]y del delicado «vocalise con texto», armonizado sobre «caja de música pianística» que nos ofreció en «Ich ging mit Lustdurcheinengrünen Wald» [Disfruté paseando por un verde bosque]. «La Pequeña leyenda del Rhin» [Rheinlegendchen]nos brindó una cadencia al ritmo de los valses vieneses, y cuenta la historia de un anillo que cae al Rhin y finalmente es recuperado por la misma amada que lo pierde, habiendo pasado previamente por la mesa de un monarca.
Ya en la segunda parte, Gerhaher interpretó de forma muy fluida «Lied des Verfolgtenimturm» [Canción del perseguido en la torre], texto en forma de diálogo entre la doncella y el prisionero, que camina sobre sucesivas fanfarrias remarcadas por el piano. Habremos de destacar también la interpretación de la muy famosa «Das irdische Leben» [La vida terrenal], que recoge la tragedia del hijo que muere de hambre mientras su madre intenta cocer el pan para saciarla, pero no llega a tiempo –porque, en definitiva, no hay medios–, y el niño muere. La versión del dúo Gerhaher-Huber se nos antojó demasiado rápida para poder remarcar la tensión necesaria para contemporizar adecuadamente el fatal desenlace. En resumen: un tour de force que culminó con la complicada –vocal y musicalmente– «Wo die schönen Trompeten blasenK [Donde tocan las hermosas trompetas], con un relato que Gerhaher supo hacer creíble y, a la vez, plagado de contrastes.
Es Christian Gerhaher un artista de pose transida y hierática presencia escénica, desplegada con un estudiado desapego corporal yausencia de expresión facial en la interpretación, utilizadas por el artista como única forma posible de independizarse de cualquier otra componente física ligada a registros escénicos o actorales. Es de estaguisa con la que afrontóese especial estado de ánimo que ha de propiciar una música-textos como los de los Kindertoten Lieder, cinco canciones que hablan de la muerte –de la muerte de seres muy queridos para el compositor–, pegadasmás al sufrimiento psicológico, que demandaron de nuestro barítono que soslayara con destreza, como así hizo con nota, múltiples dificultades musicales, técnicas, expresivas y textuales -gracias a la inestimable colaboración de su compañero al piano-para domeñar los versos de Friedrick Rückert (1788-1866), afamado poeta del romanticismo, que juega en sus versos con las imágenes de «la luz eterna», «la luz jubilosa y paterna» o «la inalcanzable luz del sol» como representación de la anhelada muerte.
Con un lleno absoluto en el Teatro de la Zarzuela, y afortunadamente con la presencia de público muy joven en la sala, ambos artistas fueron vitoreados, tanto al finalizar la primera parte comoen la conclusión del concierto. Una sola propina, como último fulgor, también de Mahler, nos hará más corto el tener que esperar a la segunda visita del barítono en esta temporada, el 13 de enero de 2020, que seguirá incidiendo en la música de Mahler, en concreto, con Das Lied von der Erde (Canción de la tierra), más una importante colección de poemas de Rückert todavía sin desvelar. Que el in crescendo no decaiga.
Fotografía: Elvira Megías/CDNM.