CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2019

Crítica: Concierto del ciclo «Domingos de cámara con Ñ» en el Teatro de la Zarzuela

26 de noviembre de 2019

La música contemporánea llega al Ambigú

Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 24-XI-2019. Teatro de la Zarzuela. Domingos de Cámara con Ñ. María Teresa Ragá [flauta], Salvador Salvador [clarinete] y Duncan Gifford [piano]. Dolce, de David del Puerto; Heidelberg, una puerta de luz para Gaia, de Juan José Mier; Cantiga, de Fernando Buide; Mudanza, de Mercedes Zavala; Dos pinturas de Tomory Dodge, de Jorge Miguel González; y Nada queda al despertar, de Voro García.

   La música contemporánea conquista un espacio más: el café del Ambigú. Si bien ya sabíamos acerca del compromiso del Teatro de la Zarzuela con la música actual y que en esta temporada se refleja en el estreno de Tres sombreros de copa de Ricardo Llorca y de Policías y ladrones de Tomás Marco que por fin se podrá presentar al público, también pudimos disfrutar de este género en el célebre café del coliseo madrileño.

   La idea es excelente, pues el Ambigú se adapta perfectamente a pequeños grupos de cámara, repertorio para el que hay música contemporánea a rabiar. En la muestra ofrecida el pasado domingo 24 pudimos hacer un recorrido a la música española desde los noventa a la actualidad para clarinete, flauta y piano.

   El clarinete es probablemente uno de los instrumentos «tradicionales» que proporcionalmente ha visto más aumentado su repertorio debido a las muchas capacidades de este instrumento de las familias de las maderas. Entre otras la gran facilidad para variar matices mucho más rápidamente que sus compañeros de caña compuesta, con los que sí comparte, especialmente con el oboe, la capacidad para realizar pasajes a velocidades muy rápidas. Estas cualidades unidas a la potencia sonora fueron muy apreciadas en primer lugar por los compositores de bandas de música y de ahí se convirtió en uno de los instrumentos predilectos del jazz junto con su primo-hermano el saxofón.

   Tanto Dolce como Cantiga, para clarinete y piano, exploran a fondo las capacidades del instrumento. Salvador Salvador hizo un buen trabajo, destacando los matices especialmente en la obra de Fernando Buide.

   La flauta travesera por el contrario, ha sido siempre un instrumento apreciado por los compositores, aunque me gustaría destacar a los impresionistas, encabezados por Debussy y su Preludio a la siesta de un fauno en el que la flauta se convierte en un instrumento que invoca un aura onírica debido a la pureza de su timbre. Creo que algo de inspiración impresionista hay en Heidelberg, una puerta de luz para Gaia, de Juan José Mier, en la que María Teresa Ragá consiguió sacar un sonido tan claro como turbio en los frullati.

   Pudimos ver a los tres intérpretes juntos en las tres últimas obras, de las cuales Mudanza, de Mercedes Zavala y Nada queda al despertar, de Voro García supusieron su estreno en España.

   Mudanza es una obra en la que Zavala utiliza los recursos a su disposición para desarrollar nuevos timbres y texturas, lo que requiere que los intérpretes se presten mucha atención y se escuchen mutuamente. En Dos pinturas de Tomory Dodge, de José Miguel González, hay algo de puntillismo sonoro y también variaciones  de ritmo en las que a través de estirar y acelerar el mismo se juega con la tensión de la pieza. Nada queda al despertar es una obra compleja que representa con música una escena en la que se puede contemplar la soledad y la desolación con contrastes entre los registros extremos de los instrumentos y con unos efectos de viento que Ragá interpretó de forma muy adecuada.

   Una gran variedad de técnicas, de recursos e ideas a las que los instrumentistas se supieron adaptar sin problema y ejecutar un concierto ideal para aquellos que nos gusta aprovechar el domingo admirando algunas de las creaciones que España y sus compositores han brindado al mundo.

Fotografía: Teatro de la Zarzuela.

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