En el marco de su labor de recuperación del patrimonio musical español, el Teatro de la Maestranza estrena, el jueves 28 de junio a las 20.30 horas, y por primera vez en tiempos modernos, la ópera Cristóbal Colón, de Ramón Carnicer. En esta ocasión, se llevará a efecto en versión concierto. Santiago Serrate será el director musical, al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. La soprano Yolanda Auyanet, la mezzosoprano Cristina Faus, el tenor David Alegret y el barítono Joan Martín-Royo, en el papel del famoso navegante, integran el reparto, acompañados de los barítonos César San Martín y Damián del Castillo, el tenor Manuel de Diego y el Coro de la A A. del Maestranza.
Ramón Carnicer (1789-1855), considerado un compositor esencial del escaso romanticismo musical español, fue director de los Teatros del Príncipe y de la Cruz, y el primer catedrático de composición del Conservatorio Real de Música. Autor también de música sacra y sinfonías, se dedicó principalmente al género operístico italianizante. Su obra Cristóbal Colón, estrenada en enero de 1831 como Cristóforo Colombo, sólo se representó dos veces, a pesar de su buena acogida. El Teatro de la Maestranza recupera ahora para el público sevillano esta joya oculta del patrimonio cultural español, ópera seria en dos actos con libreto en italiano que narra el tercer viaje de Colón a las Indias.
Argumento
El asunto de este drama se ha tomado del tercer viaje de Cristóbal Colón, cuando, arrojado por la tempestad a la Jamaica, olvidado del universo, y amenazado por pueblos feroces, tuvo que luchar con los elementos, con la perfidia de sus huéspedes y con el desaliento de sus compañeros. Su indomable constancia triunfó de todos estos obstáculos, hasta que Fiesco, a quien había mandado ir a Cuba por socorros, volvió con ellos a sacarle de aquel estado, que únicamente la fortaleza de su ánimo y su insigne prudencia pudiera resistir por tanto tiempo. Se introduce en el drama al hijo del héroe llamado Fernando, que con efecto le acompañó en sus expediciones, y escribió después la historia de sus descubrimientos. Estos son los personajes históricos: los demás son inventados por el autor para dar interés a su fábula. Zamoro, cacique de Haití (Santo Domingo), vencido en su isla por los europeos, se hallaba refugiado en los dominios de Yarico, cacique de Maima (Jamaica), donde se hallaba Colón y sus náufragos. Refiere allí los desastres que han llevado a su patria aquellos extranjeros, e induce a Yarico a conspirar contra ellos, para exterminarlos. Forman los dos jefes una alianza, y para consolidarla más y más Yarico concede a Zamoro la mano de su hija. Pero Cilia (éste era su nombre) estaba apasionada de Fernando, hijo de Colón. Horrorizada ante la idea de ver a su amante asesinado, le descubre la conspiración que iba a estallar, y por este medio, los españoles se libran de la traición que les amenazaba, sorprendiendo a los indios cuando estaban preparándose. Sin embargo se trabó un empeñado combate en que Fernando cayó en poder de los bárbaros, al paso que Cilia permaneció en el campo castellano, para librarse del castigo que las leyes de Maima imponían a quien rebelase el secreto de la patria al enemigo. Éste era terrible, en efecto, pues sacrificaban el reo a los dioses de la noche, encerrándole en una profunda caverna, donde moría en espantosa soledad, para cumplir con este bárbaro voto, los indios proponen a Colón que le restituirán el hijo prisionero si les entrega la desgraciada doncella: tentación terrible para el corazón de un padre; pero el magnánimo Colón, sofocando los naturales sentimientos en favor de los deberes de la gratitud y los derechos de la hospitalidad, reúsa sujetarse a la poco honrosa condición que se le exigía; y el enamorado joven hubiera sido sacrificado, si su generosa amante, huyendo de su refugio no volara a salvarle y ser víctima del furor de los suyos. No pudieron librarla de su castigo todas las súplicas de Fernando, quien echado por los indios, y viendo que no había tiempo que perder, corre a su padre, para que acuda a la defensa de aquella infeliz. Estaba ya abierta la caverna fatal, cuando Colón se arroja con los suyos sobre el lugar del sacrificio y valiéndose de la circunstancia de un eclipse de luna, llena de terror a los enemigos, libra la joven, y enarbola el sagrado estandarte de la cruz, a que se acogen aquellos pueblos infieles, y al mismo instante llega Fiesco con el deseado socorro, dando fin a los trabajos de aquellos héroes.
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