CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2020

Crítica: Juan Manuel Cañizares y el Cuarteto Quiroga se unen en el «Liceo de Cámara XXI» del CNDM

21 de noviembre de 2020

La música nocturna de las calles de Madrid

Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid. 17-XI-2020. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Liceo de Cámara XXI]. Cuarteto de cuerda n.º 3, op. 24, G. 191 y Quinteto para guitarra y cuerdas n.º 4, «Fandango», G. 448, de Luigi Boccherini; Quinteto para guitarra y cuerdas n.º 1, «Las lunas de Madrid», de J.M. Cañizares y Cuarteto de cuerda n.º 1, op. 20, de Alberto Ginastera.

   En los más de seis años que llevo viviendo en Madrid, me he dado cuenta de que esta es una ciudad muy particular, que no se puede describir fácilmente, que vive de los contrastes, que es villana y es cortesana. Madrid es un sitio que condensa en pocos kilómetros cuadrados la inmensidad de un país, que destaca por sus restaurantes de gastronomía vasca y asturiana, por sus pulperías gallegas y arroceros valencianos, pero en el que también abundan los tablaos, el fino de Tío Pepe, el Jérez, ¡y que hasta tiene su propia Esperanza Macarena!

   Pero esto no es algo reciente, ni mucho menos. Madrid ya era un crisol en el siglo XVIII, cuando Luigi Boccherini se trasladó, por trabajo o por amor –aún no está de todo claro– a la capital española. Sus composiciones reflejan cómo el italiano se dejó embriagar por los alegres ritmos de la música española, al igual que lo hubiera hecho años atrás su compatriota Scarlatti. Pero ¡ojo!, siempre transformándola hasta conseguir algo completamente artificial, apto para el refinado oído palaciego.

   De ahí que me quedase sorprendido por la interpretación que el Cuarteto Quiroga realizó del Cuarteto de cuerda n.º 3. Aunque empezaron bien, muy pegados, con un sonido casi tímido. Enseguida se perdieron las formas y se pasó de la cortesana y católica represión de los sentimientos, a una expresividad demasiado exagerada para lo que pedía esa música. Especialmente llamativos fueron los movimientos que realizaban tanto Cibrán Sierra como Josep Puchades, muy alejados de la galantería de la época de Boccherini. Algo similar ocurrió con el quinteto, en el que esta exaltación romántica destacó aún más ante la templanza del maestro Juan Miguel Cañizares. Se dejaron llevar por el arrebato del fandango de calle y hasta zapatearon antes de que sonasen las castañuelas. Solamente se libró Helena Poggio, que bastante concentrada estaba con la difícil línea del violonchelo como para hacer danzas dionisíacas, de hecho, le faltó seguridad en unos agudos que no siempre estuvieron bien conseguidos.

   Más adecuado era el sentimentalismo para la obra que estrenó Juan Manuel Cañizares. El guitarrista sabadellense que fuera miembro del grupo del gran Paco de Lucía no se estrena en la composición, ya que cuenta con tres conciertos para guitarra, de los cuales el último aún no hemos podido escuchar debido a la pandemia de COVID-19. Su faceta como compositor es un soplo de aire fresco para el mundo de la composición.

   ¿Por qué? Primero porque su música nace de la fusión entre lo académico y lo popular y, en segundo lugar, porque esta unión se produce no como lo hacía Boccherini, adaptando las danzas populares a las formas clásicas, sino simplemente traduciendo la emoción del flamenco y elevándola a una faceta más académica. De esta forma podemos escuchar como en el Quinteto para guitarra y cuerdas n.º 1, «Las lunas de Madrid» de Cañizares encontramos unos ritmos y unas melodías con gran peso y que se articulan alternando tutti y melodías con acompañamiento de forma muy fluida. Suena a clásico, tal y como lo describo, y sin embargo, su sonido es muy nuevo, ya que bebe tanto del flamenco como de la música urbana. Es una música más «de hoy» que «contemporánea», con unas melodías que perfectamente se podrían escuchar tararear en una callejuela de La Latina, Chamberí o Lavapiés, un sonido, quizás, más humano que aquello a lo que la música de este siglo nos tiene acostumbrados.

   Para finalizar, otro ejemplo de simbiosis entre lo popular y lo académico como es el Cuarteto de cuerda n.º 1, de Alberto Ginastera. Aunque en este caso la presencia de lo popular no es tan evidente, también está ahí, en los agitados ritmos, en el guitarrístico Calmo e poético... Hizo un gran trabajo con esta pieza el Cuarteto Quiroga, confirmando, sin duda, que el siglo XX es su repertorio. Ofrecieron, como nos tienen acostumbrados, un sonido compacto y unos detalles precisos. Destacaron los cristalinos agudos de Aitor Hevia sobre una base armónica muy bien construida desde el grave, en el que también destacó por sus solos el violonchelo de Helena Poggio.

   Dos cosas sacamos en claro de este concierto: que la música del siglo XXI tiene aún un largo camino por recorrer, y que, sin duda, el camino a recorrer pasa por la fusión tanto con el folklore como con los géneros urbanos. ¿Si nos gusta tanto La música nocturna de las calles de Madrid, por qué hemos tardado tanto en redescubrirla?

Fotografías: Elvira Megias/CNDM.

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