Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 19-XII-2020. Auditorio Nacional. Ciclo Orquesta y Coro Nacionales de España. Sinfonía nº 9, op. 125 “Coral” (Ludwig van Beethoven). Lucy Crowe, soprano ; Cristina Faus, mezzosoprano; Christian Elsner, tenor; Audun Iversen, bajo. Coro y Orquesta Nacionales de España. Dirección musical: Juanjo Mena.
Concluía la primera parte de la temporada de la OCNE y llegaba la culminación del ciclo de las sinfonías de Beethoven con la mítica novena, obra que ha trascendido, desde hace mucho tiempo, el mundo de la llamada «música clásica» y cuya melodía principal del grandioso cuarto movimiento, en el que irrumpe la voz humana y que tan enorme impacto causó en su tiempo, es ampliamente conocida hasta por los que nunca han pisado ni pisarán una sala de conciertos. Asimismo, esta interpretación se engarza especialmente en la semana que se celebra el 250 aniversario del nacimiento del genio de Bonn y en la ya tradicional programación de esta sinfonía en época navideña. Como suele suceder y no digamos con las restricciones de aforo que exige el protocolo anti covid, las localidades se agotaron y la OCNE hubo de añadir otro concierto adicional el jueves día 17.
Hay que valorar, con lo que nos está cayendo en este año, poder escuchar al final del mismo, la, probablemente, más grandiosa obra musical creada por el ser humano interpretada, además, con un notable nivel. Hay que subrayar ante todo, el entusiasmo, energía y fogosidad de Juanjo Mena en el podio, incluidos algunos saltos y hasta una leve caída del mismo en el simpar último movimiento -sin consecuencias afortunadamente-. Igualmente, resaltar la entrega y buen sonido ofrecido por la Orquesta Nacional con el que compensó las limitaciones de la separación y reducción de efectivos, que afectó principalmente a una cuerda ayuna de un mayor empaste, anchura y cuerpo. Qué decir del coro, preparado por Miguel Ángel García Cañamero, que superó el hecho de cantar ¡con mascarilla! y con una exagerada separación entre los 50 miembros, a base de fervor y la mejor de las disposiciones. Esas distancias invitaban a pensar en un empaste imposible, pero, al rodear los miembros del coro, si bien con mucha separación, toda la orquesta (como planteó Wagner en su día al dirigir la magna obra) y llegar hasta las butacas de tribuna primer anfiteatro, unido a la entrega de la agrupación, pudo escucharse un sonido vigoroso y envolvente que contribuyó especialmente -junto a la tensión y energía de la batuta- a la espectacularidad del cuarto movimiento y que el canto a la fraternidad humana del texto de Schiller llegara con suficiente fuerza y vigor.
Bien organizado, con claridad en las texturas y una adecuada diferenciación de planos orquestales, resultó el complicadísimo primer movimiento, aunque la debilidad de la cuerda, tanto la aguda como la grave, anteriormente expresada, fue un obstáculo insoslayable y no terminó de perfilarse la atmósfera de misterio que invade el pasaje. Magnífica, como siempre, la sección de maderas desde su primera intervención. Impecable el impulso rítmico aplicado por la ardorosa batuta en el Scherzo, contrastando bien con el sublime Adagio en el que orquesta y batuta supieron expresar hermosamente la cantabilità del fragmento sin restar un ápice de su intensidad y con un apropiado uso de las dinámicas. Estupendo el solo de trompa, tanto, como la intervención de los violonchelos al comienzo del cuarto movimiento.
El que suscribe renuncia a valorar la intervención de unos solistas obligados a cantar con mascarilla. ¿Puede haber algo más contraproducente y contrario al sentido común?. La soprano Lucy Crowe, por su parte, se separaba disimuladamente el artefacto en cada una de sus intervenciones, pues cualquiera puede asumir las consecuencias para la proyección del sonido que tiene el mismo. Insisto, por mi parte, solo alabar la profesionalidad y disposición de los cuatro solistas, Crowe, Faus, Elsner e Iversen y agradecerles a ellos, al Coro y la Orquesta Nacionales de España y al maestro Mena esta estimable Novena sinfonía en el último mes de un año para olvidar, que nos hace valorar cada vez más a la hora de superar los trances más adversos, la importancia del arte, la cultura y, particularmente, la música -y como figura paradigmática de la misma-, el gran Ludwig van Beethoven.
Foto: Jorge Alvariño / CODALARIO
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