CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas 2021

Crítica: «Il trovatore» en el Teatro Villamarta de Jerez bajo la dirección de José María Moreno

27 de enero de 2021

 Esencial Il trovatore

Por José Antonio Cantón
Jerez. Teatro Villamarta. 24-I-2021. Il trovatore, Verdi. Andeka Gorrotxategi, María Katzarava, María Luisa Corbacho, Luis Cansino, Javier Castañeda, Patricia Calvache, Fran Gracia, Gustavo Peñalva y Francisco Naranjo. Dirección de escena: Marta Eguilior. Coro Teatro Villamarta. Orquesta Filarmónica de Málaga. Director Musical: José María Moreno.

   Con esta producción del título central de la llamada «trilogía popular» verdiana completada por Rigoletto y La traviata, el Teatro Villamarta ha alcanzado uno de los más destacados éxitos recientes como Centro Lírico del Sur, su mayor seña de identidad como institución que hace de la lírica su esencial razón de ser, sin olvidarse de su importante atención al flamenco. Su dirección ha querido repetir uno de los títulos de la temporada 2007-2008 en la que el teatro jerezano llegaba a un alto punto de inflexión en sus programaciones bastante más dotadas presupuestariamente en aquel entonces, muy lejos de las dificultades sobrevenidas posteriormente con dos crisis económicas, la actual, incrementada por la pandemia, la acaecida al final de la primera década del siglo y una muy severa, la institucional salvada con la transformación de su titularidad jurídica en la actual FUNDARTE (Fundación Pública Cultural y Universitaria de las Artes de Jerez) que ha venido a posibilitar el que se haya mantenido su continuidad como referente escénico andaluz en los últimos cinco lustros. Precisamente este año se cumple en el mes de noviembre su vigésimo quinto aniversario.


   El prestigio logrado a lo largo de ese tiempo se debe, entre otros motivos, a que el Teatro Villamarta siempre ha apostado por respetar el arte como primer valor en una doble dirección; confiando siempre en las figuras emergentes y en las ya consolidadas, y en ofrecer los mejores contenidos a su público. Ha sido el caso de este Il trovatore para el que ha contado con el saber y conocimiento del maestro mallorquín José María Moreno, que ha dado toda una lección de cómo ensamblar musicalmente esta ópera contando con la Orquesta Filarmónica de Málaga, de la que es Director Titular y Artístico, rebajada en número de profesores lo que no ha impedido que le haya sacado lo mejor de su musicalidad, logrando un sonido muy esclarecido en esa siempre difícil misión de proyectar una ópera como ésta que necesita la comprensión y posterior materialización de unos equilibrios como el que ya plantea Verdi con la revalorización de la tesitura de mezzo-soprano adjudicado al personaje de la gitana Azucena. Éste lo ha desempeñado la cantante, también palmesana, María Luisa Corbacho, que supo llevar el peso de la gravedad de su registro con gran eficacia técnica y mejor sentido artístico, pese a un inicio de clarificación vocal que, afortunadamente, fue corto para llegar a una emisión de espléndida fuerza en Deh!, rallentate, o barbari, en la cuarta escena del tercer acto y en el tratamiento nostálgico expresado en el dúo de la última escena del acto final, Ai nostri monti ritorneremo.

   Al otro papel femenino relevante le ha dado vida y voz la soprano mejicana María Katzarava. Su papel de Leonora ha estado centrado siempre en el espíritu verdiano sabiendo compaginar, lirismo, brillantez y agilidad, como la demostrada en el aria inicial del cuarto acto D'amor sull'ali rosee, momento cumbre de este papel que requiere una gran capacidad belcantista en el que los legati y el uso del portamento se ceñían con fidelidad a las indicaciones expresivas muy explícitas en la partitura. Sostuvo la presión que requiere la resonancia mantenida de la emisión «de pecho» en la escena del Miserere, para mostrar todos sus recursos en el dúo final con el barítono, haciendo gala de un gran empuje vocal.


   En el capítulo masculino sobresalió la actuación de Luis Cansino haciendo de Conde de Luna. Sus acentos imperiosos y hasta déspotas, propios de su supremo poder de su cargo, contrastaban con el color de su voz inquietante que, siguiendo las indicaciones del autor y que traducía a la perfección el maestro José María Moreno, se transformó, con el aria Il balen del suo sorriso en la tercera escena del segundo acto, en una cálida y a la vez elegante emisión canora de excelente musicalidad. Sin duda fue uno de los triunfadores de esta representación matinal que se inició al medio día por la normativa anti-pandémica que impedía una natural celebración vespertina.

   En cuanto al cuarto cantante sustancial de esta ópera y que le da el nombre, el juglar Manrico, hay que valorar la buena actuación del tenor vasco Andeka Gorrotxategi por su regulación vocal, dejando en el oyente una impronta sensible en la romanza Deserto sulla terra, serenata dedicada a Leonora del acto primero, y por la orientación de su canto en la cabaletta famosa Di quella pira al final del tercero, dos de los pasajes más conocidos y admirados de esta ópera. En cuanto al resto de voces, es necesario mencionar a Javier Castañeda en su papel de Ferrando por la nobleza de su registro de bajo, que quedó más que probada en su larga intervención al inicio de la obra, presentando la historia, donde alternó sus agudos de barítono con una excelente utilización de su coloratura grave, que le permitieron una versatilidad expresiva de gran alcance.

   Pese a algunos desajustes del coro en homogeneidad y métrica, el maestro José María Moreno supo siempre anticiparse a las incidencias con experiencia y determinación, precediendo entradas con gran sentido de anacrusa y sosteniendo las voces, aspectos que facilitaron el lucimiento de los cantantes, todo ello inmerso en un planteamiento escénico de Marta Eguilior respetuoso con  las esencias verdianas, consiguiendo un fiel reflejo de este tenebroso y truculento melodrama de un particular carácter épico-heroico mediante un buen trabajo en iluminación, colocación de voces y sugestiva utilización del espacio escénico. Su concepto en este ámbito fue simbólicamente esencial para justificar la belleza musical que encierra este señero título del incomparable Giuseppe Verdi.

Fotografías: Javier Fergo

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