CODALARIO, la Revista de Música Clásica

Críticas

Crítica: Daniel García Diego y Vandalia se unen en el FIAS 2021 para presentar su proyecto «Beata Viscera»

14 de marzo de 2021

Creando puentes entre el medievo y la actualidad

Por David Sanatana | @DSantanaHL
Madrid. 09-III-2021. Teatro de la Abadía. FIAS 2021 [XXXI Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid]. Beata Viscera [arreglos de Daniel García Diego sobre obras de diferentes autores renacentistas]. Daniel García Diego [piano], Pablo Martín Caminero [contrabajo], Borja Barrueta [percusión] • Vandalia: Rocío de Frutos [soprano], Gabriel Díaz y Jorge Enrique García [contratenores], Víctor Sordo [tenor], Javier Cuevas [bajo].

   Es interesante el proyecto que con motivo del FIAS 2021 [XXXI Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid] presenta el pianista Daniel García Diego y, aunque quizás no tan novedoso, al menos sí poco habitual.

   La propuesta consistía en mezclar grandes obras del periodo renacentista con los ritmos del jazz, pero no simplemente adaptar las obras, algo respecto a lo que decía el programa que «ya se ha hecho con resultados poco satisfactorios en la mayoría de los casos». No, la idea era crear otro tipo de simbiosis. Veamos algunos ejemplos:

   Comenzó la velada con «Beata Viscera». Cada cantante del grupo Vandalia tuvo la oportunidad de presentar a solo una parte de la melodía que, sin demasiadas variaciones contó con el acompañamiento ligero de los músicos de jazz.  De este modo ya desde el comienzo pudimos disfrutar de la agilidad en los melismas del tenor Víctor Sordo, la riqueza armónica del timbre grave del bajo Javier Cuevas o la potencia e intensidad del registro de cabeza del contratenor Jorge Enrique García.

   Enlaza esta obra con la más movida «Amor con fortuna» de Juan del Enzina que pudimos escuchar cantada a coro junto con un interesante acompañamiento de piano y en la que Borja Barrueta supo jugar con esos «puentes» entre el Renacimiento y la actualidad que se pretendían construir. Empezó su solo imitando una especie de bombo, después escucharíamos también sonoridades que recordaban al pandero –todo muy de mercadillo medieval–, para después enlazarlo poco a poco con ritmos sincopados que nos trasladaban completamente de época. Pudimos apreciar una amplia variedad de técnicas, tocando tanto con baquetas como con las palmas de las manos los diferentes instrumentos de percusión.

   Con «Mille Regretz» [Josquin des Prez] y «Ave Virgo Sanctissima» se hizo lo mismo. Empezaba el coro a solo –en un caso a cuatro y en el otro a cinco– y después tenía lugar una parte instrumental más jazzística. En «Ave Virgo Sanctissima» se utilizó la técnica de usar una frase final de la obra de Cristóbal de Morales [«Parce mihi Domine] para crear un estribillo que repetir entre partes instrumentales. Lo mismo se hizo después con el «Alleluia» final de «O Magnum Mysterium» [Tomás Luis de Victoria] y en ningún caso creo que fuese una elección adecuada, pues no es esta una música que funcione bien con estribillos ya que se desvirtúa por completo y queda repetitivo. Si se quería usar esta técnica creo que hubiera sido más acertado coger alguna obra del repertorio profano.

   Aunque ahora comentaremos el resultado de lo profano con El fuego de Mateo Flecha, obra que se reservó para el final, primero me gustaría hablar de la excelente interpretación del coro, sabiendo, por ejemplo en «Mille Regretz», resaltar las partes más solísitcas sobre el conjunto. Antes de los estribillos Gabriel Díaz supo sacar un hermoso timbre a las elegantes melodías que Francisco Guerrero escribió para su voz en el «Ave Virgo Sanctissima». También destacó en esta obra la voz de Rocío de Frutos, aunque me gustó aún más en «Moro, lasso, al mio duolo» [Carlo Gesualdo]. En este caso el coro tuvo bellos momentos de lucimiento al inicio. Se les suma enseguida una elegante base de jazz a la que los instrumentistas supieron dar buena dirección.

   También funcionó muy bien «Ye sacred Muses» de Willam Byrd en la que soprano y piano supieron crear preciosas sonoridades. Tuvo en esta obra el contrabajista Pablo Martín Caminero un interesante papel jugando con los armónicos que generan las distintas técnicas del arco.  

   Daniel García Diego interpretó unas elaboradas líneas para el piano tanto en los arreglos de «O Magnum Mysterium» como en El Fuego. Comenzaba esta última con una introducción completamente jazzística antes de la entrada del coro. En este caso se optó por la peor forma posible de tratar la obra: trocearla e introducir partes instrumentales entre las vocales, a modo de un sándwich de varios pisos que, sin duda, empachó. Demasiados pisos, quizás, y poca consonancia en los ingredientes.

   Pero bueno, quedémonos mejor con las propuestas que sí funcionaron, como fue «Beata Viscera» o «Moro, lasso, al mio duolo». Los puentes que Daniel García Diego supo trazar en estos casos sí fueron bellos y consistentes. Otros quizás deberían volver a examinarse detenidamente y buscar otras formas de lograr esa simbiosis.

Fotografías: cortesía FIAS.

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