Por José Antonio Cantón
Jerez. 15-IV-2021. Teatro Villamarta. Recital de piano de Dmytro Choni. Obras de Debussy, Liszt, Rachmaninov, Schumann y Scriabin.
Iniciar un recital de piano con dos de las composiciones más poéticas de Claude Debussy como son Et la lune descend sur le temple qui fût, segunda de su colección Images-Libro II, y L'isle joyeuse, significaba un reto que obligaba al intérprete a partir de un análisis pormenorizado de las obras, de un alto grado de concentración y de una depurada respuesta motora, todo ello si se tiene en cuenta la riqueza de matices que tienen estas páginas, que requieren a su vez una enorme capacidad de introspección en la asunción de su esencialidad estética. Todo esto se ha podido percibir en el pianista ucraniano Dmytro Choni en su presentación en el Teatro Villamarta de Jerez, cuya actuación había concitado gran cantidad de público, especialmente joven, ávido de poder disfrutar de un programa de muy elevado virtuosismo.
La intención del pianista por descubrir desde los primeros momentos la coloreada armonía de la «debussyana» pieza lunar llamaba la atención por la claridad de su articulación y el cuido del sonido, producto de una pulsación que daba etérea vitalidad al instrumento, reflejando la tenue luminosidad del ambiente que intenta describir el compositor haciendo todo un alarde de diversidad tímbrica. Esta orientación se repetía con mayor exuberancia en la segunda, dibujando los reflejos del mar que rodean la imaginada isla, al conseguir una simultánea competencia entre la celeridad de su mecanismo y sus refulgentes destellos materializados en sonido.
Continuó con la Cuarta sonata en fa sostenido mayor, op.30 de Alexander Scriabin con manifiesta languidez en su Andante de apertura, destacando la ornamentación que articulaba su mano izquierda con una secuenciación de corte contemplativo. Dmytro Choni demostraba nuevamente el trabajo desarrollado en la preparación y estudio de esta obra alcanzando su máxima expresividad en el volador Prestissimo que la cierra, impulsando con entusiasta dinamismo sus tensiones, que llevó a que el espectador disfrutara de la musicalidad que destilaba su poderío técnico.
Su acercamiento a Franz Liszt fue con una interpretación apasionada de su Sonata Dante, que ocupa el séptimo número del Segundo Año de Peregrinaje: Italia. El movimiento corporal lo usó como un elemento añadido a la calidad de su recreación, llegando a transmitir facetas de la composición sólo perceptibles desde una creciente excitación motora que vino a engrandecer el resultado de la exposición del Allegro moderato central, que formuló como punto de inflexión de esta monumental pieza del más exaltado romanticismo pianístico.
La segunda parte del recital se abrió con el octavo número del álbum Novelletten, op. 21 de Robert Schumann, una de sus creaciones esenciales para teclado, que siempre merece ser escuchada en su integridad. Con todo, esta página, que cierra esta colección, sirvió para apreciar cómo tiene este intérprete interiorizado el complicado pianismo del compositor renano, especialmente en el interludio romántico de su segunda parte, al plantear con pasión su creciente gradación dinámica.
Por último tocó la Segunda sonata en si bemol menor, op. 36 de Sergei Rachmaninov. Como identificándose estilísticamente aún más con el lenguaje de este autor que con el de los compositores anteriormente interpretados, abordó con fulgurante intensidad el acorde descendente con el que se abre la obra, orientando su primer movimiento desde una continua reafirmación tonal del tema principal para lograr un excelente contraste con una sosegante dicción de su segundo motivo, terminando su construcción con verdadero sentido idiomático. Reencontró su vena sensitiva en el apacible Non allegro, para fundamentar la calidad musical de su tiempo final con todo un despliegue técnico de asombroso efecto.
Ante los intensos aplausos, que llegaron a ritmarse por bulerías, como suele suceder cuando el público jerezano se entusiasma, ofreció primeramente la paráfrasis titulada Soirée de Vienne sobre el vals de la opereta de Johann Strauss II El murciélago, que transcribió para piano Alfred Grünfeld, cuya ejecución fue un prodigio de mecanismo, seguido de un segundo bis, la versión para piano de la Romanza, Op.38-3 de Rachmaninov titulada Daisies (Margaritas) que significó una sonante sugestión bucólica expresada con exquisita delicadeza. Dmytro Choni cerraba definitivamente su recital demostrando sobradamente la técnica y la musicalidad que le llevaron a ser el ganador el año 2018 del XIX Concurso Internacional de Piano de Santander 'Paloma O'Shea'.