Por Inés Tartiere
Oviedo. 3-II-2017. Teatro Campoamor. Temporada de Ópera de Oviedo. Rigoletto, Verdi. Segundo reparto: Vicent Romero, Damián del Castillo,Cristina Toledo, Felipe Bou, Alessandra Volpe, Pauline de Lannoy, Ricardo Seguel, José Manuel Díaz, Pablo García López, Javier Galán, Lara Rainho. Dirección musical: Marzio Conti. Director de escena: Guy Joosten. Oviedo Filarmonía. Coro de la Ópera de Oviedo.
Rigoletto es una ópera que engancha desde la obertura. Es perfecta para iniciarse en este mundo y, si encima los elencos son como los que nos brindó la Ópera de Oviedo, hacen disfrutar incluso a los oídos más expertos. Es difícil encontrar una temporada ovetense sin la presencia de Verdi, y 14 años sin una de sus obras maestras se nos antojaban demasiados.
El primer elenco es un lujo para cualquier teatro de primera hoy en día. El segundo reparto, o reparto joven, dejó muy buen sabor de boca a los asistentes, y lo que es más importante: mostró que hay esperanza para la lírica española.
Poder asistir a una función como la del viernes y a esos precios debería ser una regla en todos los teatros y no una excepción. Hay que reconocer que la Ópera de Oviedo está haciendo un magnífico trabajo con estos segundos elencos que bien podrían estar (en la mayoría de los casos) en cualquier primer reparto de teatros de nivel.
Guy Joosten firmó una propuesta escénica plana y poco original. A su favor podemos decir que es un acierto darle protagonismo a La maledizione, título con que estaba destinado a denominarse en un primer momento esta obra, ya que para el genio de Busseto la maldición de Monterone era la clave de la trama, pero tanto el anacronismo en el vestuario, los soporíferos cambios de escena, que hacían dispersarse al público y el olvidable tercer acto jugaron en su contra. Aunque aquí ya se hayan visto sus Bodas de Figaro y su Werther, seguramente será recordado como el regista que hizo bailar de forma cuestionable a Celso Albelo y Vicent Romero en el primer y segundo elenco respectivamente, mientras cantan la celebérrima aria "La donna è mobile".
Parece que estamos en la época en la que todo vale. Ser moderno no es sinónimo de original y mucho menos de vulgar, pero parece que últimamente estos tres adjetivos calificativos tienen que ir unidos.
Marzio Conti dirigió con pasión y voluntad de estilo a una Oviedo Filarmonía que fue de menos a más. Los tempi en el primer acto fueron demasiado lentos, restando tensión dramática en momentos que la requerían, pero en el segundo y tercero supieron estar a la altura, sin tapar las voces en ningún momento, con personalidad y dramatismo y brindándonos un final, con la muerte de Gilda, realmente conmovedor.
Cristina Toledo ha sido la gran triunfadora de la noche. La joven soprano madrileña posee una técnica depuradísima y una dicción perfecta. Su voz es tan bonita como brillante, con una coloratura irreprochable y medias voces simplemente impresionantes. Supo sacar toda la dulzura a su personaje mostrándonos una Gilda dúctil e ingenua al principio y fuerte y valiente al final. Su difícil aria "Caro nome" la solvento holgadamente y nos brindó un messa di voce final para recordar. Los duetos con Rigoletto fueron sin duda lo mejor de la noche, principalmente el "Tutte le feste al tempio" donde ambos estuvieron inspiradísimos y culminaron con una "Vendetta" con mi bemol incluido.
Damián del Castillo cantó un muy notable Rigoletto. Poseedor de una voz de barítono lírico pleno con un centro suntuoso y aterciopelado y un registro agudo brillante, es un cantante inteligente que controla la voz y no la fuerza o la amplía artificialmente. Quizás se echó en falta una mayor fuerza dramática para haber hecho un Rigoletto de nota, pero lo será no dentro de muchos años. Empezó con la voz un poco fría pero fue de menos a más realizando un segundo y tercer acto muy serios. Su "Cortigiani" estuvo lleno de matices e intenciones y excepcionalmente acompañado por el violonchelo de Gabriel Ureña. Fue justamente premiado por el público.
Vicent Romero no es voz, al menos por ahora, para el duque de Mantua. Papel muy exigente con el que el tenor valenciano no se encontró cómodo. Lució una voz de cierto cuerpo pero sin tener resuelto el pasaje de registro es muy difícil cantar este rol.
Sufrió con la dificilísima aria "Parmiveder le lagrime", de tesitura espinosísima con la que pocos tenores de primera línea hoy en día salen airosos. Sólo un tenor como Alfredo Kraus podía cantarla a diario para calentar la voz.
Es muy joven, tiene buena presencia escénica y dejó buenas sensaciones en "La donna è mobile" y en el maravilloso cuarteto "Bella figlia dell’amore", donde también brilló la Maddalena de Alessandra Volpe vocal y escénicamente. Su hermano, el Sparafucile de Felipe Bou fue una apuesta segura. Aporta la oscuridad necesaria al personaje, y su voz se empastó muy bien con la de la mezzo italiana.
Imponente Ricardo Seguel como Monterone y muy solventes José Manuel Díaz, Pablo García López y Javier Galán como Marullo, Borsa y el conde de Ceprano respectivamente. Bien Lara Rainho en su corta intervención como paje de la duquesa así como Pauline de Lannoy en su doble papel de Giovanna y esposa de Ceprano.
El Coro de la Ópera de Oviedo tuvo un buen resultado global, llegando su mejor momento en el segundo acto.
Inmejorable broche final a una gran temporada que termina con una de las óperas mas queridas del coliseo ovetense y que levantará el telón en septiembre con otra inédita y muy esperada como es Siegfried de Wagner.
Foto: Fernando Frade
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