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Crítica: Víctor Pablo Pérez dirige obras de Haydn y Dvorak en el concierto que inaugura la temporada de la ORCAM 2018/19

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Autor: David Santana
20 de septiembre de 2018

In tempore belli

   Por David Santana
Madrid. Auditorio Nacional. 18-IX-2018. Temporada de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM). Eugenia Boix, soprano; Anabel Aldalur, mezzosoprano; Gerardo López, tenor; Sebastiá Peris, barítono. Director musical: Victor Pablo Pérez. Missa in tempore belli, Hob. XXII: 9 de F. J. Haydn; Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, “Del Nuevo Mundo” de A. Dvorák.

   Parece que la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM) tiene ganas de guerra. No en vano, presentó un concierto inaugural de la temporada con dos obras con un marcado contexto bélico: la misa “in tempore belli”, es decir, “en tiempos de guerra”, de Haydn y la Sinfonía nº 7 del compositor ruso Dimitri Shostakovich, estrenada durante el trágicamente célebre asedio de la ciudad de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que probablemente no se esperasen los administradores de la ORCAM es que este inicio de carácter bélico fuese premonitorio, pues la reciente aplicación de la ley de Incompatibilidad al Servicio de las Administraciones Públicas provocó una debacle dentro de la orquesta que se saldó con la salida de la misma de varios miembros, principalmente de la sección de vientos, los cuales estaban también empleados en diferentes centros públicos de enseñanza. En vez de aprovechar la oportunidad de hacer una Sinfonía Leningrado históricamente correcta, es decir, con una plantilla diezmada propia de los tiempos de guerra, se decidió sustituir esta obra por otra más de repertorio: la Novena de Dvorák.

   Con todo ello, no era de extrañar que en la pasada velada en el Auditorio Nacional reinase un aura de expectación, ¿cómo sonaría esta “nueva” ORCAM?

   La primera obra que afrontaban, como suele ocurrir en el clasicismo, aparentaba sencillez. Sin embargo, es bien sabido que la transparencia propia de este periodo musical es un arma de doble filo, puesto que su claridad provoca que se deba ejecutar cada detalle con gran precisión. En el primer movimiento de la misa, el Kyrie, la orquesta no estuvo especialmente certera en estos detalles, especialmente en algunos pasajes del viento madera. En general, no estuvo muy precisa hasta el último movimiento, el Agnus Dei y se apreció la falta de costumbre de tocar en conjunto en momentos como el solo de vilonchelo del Gloria, en el que el solista no pudo lucirse tal y como se merecía debido a que su sonido se veía sobrepasado por la orquesta, la cual parecía no estar escuchándole. Victor Pablo Pérez tenía claro que en este delicado fragmento no era él quien debía dirigir, sino el violonchelo solista, pero la orquesta no pareció haberse percatado de este hecho. Pudimos apreciar en el director movimientos más laxos que contrastan con su energía habitual, la cual demostró en el Agnus Dei y, especialmente, en la sinfonía de Dvorák. En los momentos en el que el maestro tomó con fuerza las riendas de la orquesta pudimos ver un incremento en la calidad de ésta, como se pudo apreciar en la segunda parte de la velada. Victor Pablo Pérez realizó una conducción enérgica con pequeñas licencias que nos ofrecieron una versión interesante de esta obra tan habitual en el repertorio de muchas orquestas. Entre los músicos se notó una mayor complicidad y, probablemente, también un mayor número de ensayos, ya que a la hora de interpretar las melodías solísticas tan bien conocidas, éstas saltaban de una sección de la orquesta a otra con gran naturalidad. Especialmente bien sonaron los complicados pasajes de la sección de trompas. Faltó, sin embargo, una mayor presencia de los instrumentos graves en los tutti más sonoros.

   En cuanto a la parte lírica correspondiente a la primera parte del concierto, el coro de la ORCAM, a cargo de del maestro Marco Antonio García de Paz, no dio ninguna sorpresa, estuvo muy bien proporcionado y bastante preciso. En cuanto a los solistas, se debe destacar especialmente la actuación del barítono Sebastiá Peris que llamó la atención con su timbre oscuro y una impresionante técnica en los messa di voce de su parte solística Qui tollis peccata mundi. El resto de los solistas también hizo una gran actuación, especialmente reseñable es el cuarteto del Benedictus en el que cada solista supo destacar en el momento preciso para crear una obra equilibrada y profundamente bella.

   Mención aparte merecen los “instrumentos de guerra”. En primer lugar el timbal, que hizo una actuación magistral en ambas partes del concierto. Este instrumento de origen marcial, propio de los cuerpos de caballería, que alcanzaría su etapa de esplendor de la mano de Beethoven al final del clasicismo, tiene ya en esta obra un papel muy importante, tanto que esta misa ha llegado a tener el sobrenombre de Paukenmesse o “misa de timbal”. Desde el principio de la obra pone al espectador en tensión, preparándole para la batalla que se avecina o haciéndole recordar el primer movimiento de su oratorio La Creación. Al timbal le acompaña en primer lugar el oboe, instrumento que también fue usado en la guerra, aunque éstos solían ser músicos profesionales que huían del campo de batalla nada más iniciase la refriega. Las trompetas también tienen un papel muy importante; instrumento bélico por antonomasia, tenía una triple función dentro del ejército: transmitir órdenes, ensalzar el ánimo de las tropas y afectar a la moral del ejército enemigo. En el caso de la ORCAM puede que no tengan una función tan importante pero sus pasajes tanto en Haydn como en Dvorák sonaron con la fuerza necesaria para arrancar una gran ovación final del público que recibió, tras haber superado este “bautismo de fuego”, una agradecida y aliviada “nueva” ORCAM.

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