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Crítica: Virginia Martínez dirige obras de Beach, Schumann y Sibelius con la Sinfónica de la Región de Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
20 de diciembre de 2022

Crítica de José Antonio Cantón del concierto dirigido por Virginia Martínez al frente de al Sinfónica de la Región de Murcia, con obras de Beach, Schumann y Sibelius en el programa

Virginia Martínez y la Sinfónica de la Región de Murcia

Diáfana dirección

Por José Antonio Cantón
Murcia, 16-XII-2022. Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Solistas: José Vicente Castelló, Miguel Ángel Martínez, Jorge Monte de Fez y David Sánchez Camús (trompas).  Dirección: Virginia Martínez. Obras de Beach, Schumann y Sibelius.

   El tercer concierto del ciclo sinfónico de temporada organizado en el auditorio de Murcia ha tenido el doble atractivo de la variedad que contenía el programa y su excelente ejecución, en la que se ha podido percibir cómo el alto compromiso de los intérpretes se ha materializado en un elevado resultado artístico empezando por la máxima responsable del evento, la directora titular de la orquesta, Virginia Martínez que, en un estado de máxima definición en la construcción de cada una de las tres obras interpretadas ha alcanzado ese punto de técnica que la llevan a encontrarse en el mejor momento de su carrera.

   La contención expresiva con la que abordó la dirección del Vals triste, op. 44 nº 1 de Jean Sibelius determinó el sentido pausado que dio a su desarrollo como queriendo recrearse en el recogimiento fúnebre que alienta su discurso. La Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia [ÖSRM] seguía sus indicaciones con alto grado de atención lo que dejaba la sensación de un vínculo físico que nacía del gesto precisado en su batuta, que dibujaba en el espacio tempo y dinámica con singular sentido. Su interpretación sirvió para generar una cohesión del instrumento orquestal que predisponía a bordar con segura respuesta el resto del programa.

   Éste continuaba con la pieza concertante Konzertstück para cuatro trompas y orquesta en fa mayor, op. 86 de Robert Schumann, obra que refleja cierta sencillez de invención que la propicia para una natural y fácil escucha, aspecto muy cuidado por la dirección y muy bien entendido por los cuatro solistas que dialogaron con fluida espontaneidad entre ellos y también con la orquesta, clarificando así su entramado polifónico que justificaba y hacía más que agradable la percepción de su estructura armónica. De este modo consiguieron un ejercicio de natural y elevada musicalidad, que reflejaba un muy interesante planteamiento camerístico, aspecto esencial de su interpretación, que tuvo su momento álgido en la Romanze central que Virginia Martínez supo contrastar resaltando la concertación de sus melodiosos pasajes imitativos y el tema coral de su parte intermedia, con lo que acentuaba ese personal estilo que tanto caracteriza la esencialidad romántica de este gran músico sajón.

   La obra más esperada era la que ocupó la segunda parte del concierto: la Sinfonía Gaélica, en mi menor, Op. 32 de la compositora norteamericana Amy Beach. Calando en las intenciones que subyacen en esta creación sinfónica posromántica, Virginia Martínez hizo un análisis sonante de cada uno de sus cuatro movimientos, dejando claro el fogoso carácter que contiene la estructura en forma de sonata de su primer movimiento. En el segundo quiso hacer énfasis en el melancólico aire danzante de su parte inicial, para generar un marcado contraste con el subsiguiente allegro y el andante que cierran este segundo tiempo, marcando con gracia la seductora siciliana con la que se inicia a la que siguió el contrastante trío que sirvió para el lucimiento de los instrumentos de madera, de modo especial el oboe y el corno inglés como también ocurrió con el concertino en el expresivo Lento que ocupa la tercera parte de la sinfonía al que Virginia Martínez dio un marcado carácter lírico, dulcificando así su origen folclórico basado en canciones de origen celta, línea de inspiración presente a lo largo de toda la obra y que llevó a la autora a darle el sobrenombre de Gaélica.  

   En el Allegro di molto final quiso expandir la sonoridad de la orquesta a ese grado de expresión que determina su primer motivo con ritmo de marcha triunfal, proveniente del tema principal del primer movimiento. En el que le sigue, realzó su apasionado canto, confiado al buen hacer de los violonchelos muy bien contrastados por llamadas de los siempre eficaces y seguros vientos de la formación murciana, que se percibe cada vez más entregada a su directora titular, preocupada al máximo y en todo momento por depurar su capacidad de conducción y construcción de la música.

Foto: Sinfónica de la Región de Murcia

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