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Crítica: Vladimir Jurowski dirige la 'Séptima sinfonía' de Mahler con la Filarmónica de Londres en IBERMÚSICA

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Autor: Raúl Chamorro Mena
16 de marzo de 2016

DE LA TRANSPARENCIA EN LA NOCHE

Por Raúl Chamorro Mena

Madrid. 14/III/2016. Auditorio Nacional. Ibermúsica. Gustav Mahler: Séptima Sinfonía en si Menor “Canción de la noche”. London Philarmonic Orchestra. Director: Vladimir Jurowski

   Dentro de  los tremendos contrastes que caracterizan la obra de Mahler, ese mosaico de estados de ánimo, influencias, citas y evocaciones musicales de la misma, destaca especialmente en todo ello la Séptima sinfonía, la menos popular y programada. Para unos, una obra maestra, para otros, una creación con elementos incoherentes y hasta vulgares y por debajo del nivel de sus hermanas más geniales. Esa sensación de aparente falta de unidad o de hilo conductor se debería a que los dos “Nachtmusik” (música nocturna) como movimientos segundo y cuarto, fueron compuestos mucho antes que los otros tres.  Lo que nadie puede discutir es que estamos ante una obra fascinante por su grandiosidad y variada riqueza.

   La London Philarmonic Orchestra con su titular Vladimir Jurowski al frente es un visitante habitual del admirable ciclo Ibermúsica, que contra viento y marea, sigue acercando a la capital las mejores orquestas y batutas internacionales. El músico ruso, impecable técnicamente, planteó un interpretación basada en la transparencia, el refinamiento tímbrico, la nitidez de las texturas, la absoluta precisión, en una labor analítica con tempi lentos alejada de las propuestas en línea más romántica y poniendo el acento en la anticipación de la música futura que contiene la obra.

   La orquesta respondió magníficamente a su titular con rigor, entrega y minuciosidad. Estamos ante una  estupenda agrupación, pero no excepcional, en la que destacan las maderas, las trompas (su sello de identidad tradicional y que lucieron con brillantez en esa primera música nocturna que constituye el segundo movimiento) y una cuerda sedosa, de gran pulimiento tímbrico y morbidez, pero ayuna de cierto cuerpo y densidad.

   La interpretación giró en torno al tercer movimiento, el genial scherzo, eje e la composición y que fue el momento cumbre de la interpretación de Jurowski. Perfectamente construido con atención al detalle y con una exhibición de exactitud y virtuosismo por parte de las maderas, transmitió todo el clima de ansiedad de esta danza fantasmagórica que gira sobre el vals vienés.

   Ya desde el primer movimiento con la misteriosa introducción de la trompa y esa marcha solemne casi fúnebre, que fue expuesta con tempo lento y gran claridad en los planos sonoros y las tímbricas orquestales, el músico ruso formuló su concepto de un Mahler menos trágico, más “amable” si puede decirse así, sin asomo de exaltación romántica y emparentando la obra con la música posterior, del más avanzado siglo XX. La lectura de Jurowski culminó con un último movimiento, al que, más allá de alguna leve pifia de las trompetas, le falto quizás algo de fuerza, fantasía y clímax. Estamos, de todos modos, ante un Maestro aún joven (nacido en 1972), de indudable talento y que con la madurez de los años, irá puliendo y madurando su interpretación de esta deslumbrante composición.

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