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Crítica: Vladimir Jurowski y Denis Kozhukhin con la Filarmónica de Londres en Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
7 de febrero de 2018

Talento ruso

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 31-I-2018, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Cuento de hadas Op. 29 (Nicolai Rimsky Korsakov); Concierto para piano y orquesta. Op. 16 (Edvard Grieg); Sinfonía núm 6 "Patética", op. 74 (Piotr Tchaikovsky). Denis Kozhukhin, piano. London Philarmonic Orchestra. Director: Vladimir Jurowski

   Nueva visita al ciclo Ibermúsica de la London Philarmonic Orchestra con su titular Vladimir Jurowski en el podio, quien regresará en el mes de abril, pero esta vez al frente de la Gustav Mahler Jugendorchester.

   El concierto mostró una perfecta combinación entre la calidad y acrisolada trayectoria de la orquesta fundada en 1932 por Sir Thomas Beecham con la tradición rusa encarnada por su actual titular, -además de su gran talento, claro está-, en un programa casi todo él dedicado a la música de esas latitudes, excepto el concierto para piano de Edward Grieg, a cargo, de todos modos, de un pianista ruso.

   El programa se abrió con una curiosa obra de Rimsky Korsakov, “cuento de hadas”, tema tan afín al compositor y en el que el colorido de la orquestación fue perfectamente expuesto con esa exactitud y claridad que caracteriza a Jurowsky.

   Espléndida presentación en Ibermúsica la del pianista ruso Denis Kozhukhin, otro magnífico representante de la inagotable cantera rusa y que ofreció el hermoso concierto para piano de Grieg. En en el primer movimiento se pusieron de relieve la personalidad, la calidad de su sonido, el fraseo cálido y expresivo, todo ello con esa exuberancia típica de la escuela rusa, contando, además, con un primoroso acompañamiento de Jurowski, tan destacable por el acoplamiento con el solista, como por los inagotables detalles y el esplendor orquestal. La intensidad lírica, la efusión y la envolvente expresividad de Kozhukhin se combinaron son su sensibilidad en el adagio, de nuevo arropado con primor por Jurowski. El virtuosismo del tercer movimiento con sus aires de danza popular noruega estuvo plenamente garantizado por el pianista ruso, vibrante y arrebatado, que junto a orquesta y batuta culminaron un brillantísimo final.

   El gesto tan amplio y firme como preciso y elegantísimo de Jurowsky, impertérrito ante el sonido de los móviles y el habitual concierto de toses, su deslumbrante sentido de la contrucción, la manera de cuidar el sonido, se reunieron con el vigor, exuberancia e intenso lirismo de la tradición plenamente rusa en la Patética de Tchaikovsky, una de las más impresionantes sinfonías jamás compuestas. Si proverbial fue su sentido de la organización ya desde el primer movimiento, la forma en que la orquesta “cantó” el tema principal, así como los matices, que con precisión de cirujano y con plena colaboración de la misma, extrajo Jurowsky, se fundieron perfectamente con esa emoción, esa pasión envolvente del atribulado alma de Tchaikovsky, presente especialmente en esta su última composición. Espectacular la marcha del tercer movimiento, con un clímax-sabiamente construido-, vibrante y apoteósico, que dio paso a la emoción y hondura del estremecedor último. Jurowski demostró en esta fabulosa interpretación una capacidad descollante, propia de un gran talento, para la sabia construcción con el  máximo rigor y precisión musical, para moldear el sonido de forma refinada y exquisita, extraer matices, definir acentos y contrastes, en perfecta armonia con un sentido de la emoción plenamente romántico, pero sin excesos ni desmelenes.

   Una muestra más de la gran categoría como músico de Vladimir Jurowski, una de las grandes batutas de la actualidad, así como de la magnífica calidad que sigue mantiendo una orquesta como la London Philarmonic.

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