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Crítica: 'El Ocaso de los Dioses' cierra la temporada en Sevilla

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Autor: Alejandro Martínez
24 de junio de 2014

LA PARADOJA DE HALFFTER

Por Alejandro Martínez

20/6/2014 Sevilla: Teatro de la Maestranza. Wagner: El ocaso de los dioses. Linda Watson, Stefan Vinke, Martin Gantner, Elena Zhidkova, Christian Hübner, Peter Sidhom y otros. Pedro Halffter, dir. musical. Carlus Padrissa (La Fura dels Baus), dir. de escena.

   Enunciémoslo como si de una paradoja matemática se tratase: tras diez años como su titular, Pedro Halffter no goza del pleno beneplácito de los músicos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, pero ésta alcanza sin embargo su mejor rendimiento cuando el director madrileño toma la batuta para dirigirla con alguna partitura wagneriana. Tampoco Halffter goza de un buen perfil público, habida cuenta de sus elevados emolumentos, que incomoda justificar a la Junta de Andalucía, en su doble faceta de director musical y artístico. Además, Pedro Halffter, quien se dijo que era el candidato de Wert para la titularidad en el Teatro Real, se ha cosechado una fama de arisco, a ojos de unos, y de mediocre, a ojos de otros. Seguramente el panorama no sea tan negro. No estamos ante una batuta grandiosa, pero sí ante un director con avales y ya con un cierto oficio, que brilla especialmente con el repertorio que más le gusta y que mejor conoce, el que va de Wagner al postromanticismo de las primeras décadas del siglo XX. Quizá su propuesta no sea la más cabal para un teatro como el Maestranza, con un público más bien conservador, que garantiza taquillas sobre todo con los grandes títulos del repertorio italiano de siempre. Pero ahí está la apuesta, personal y si quieren tan valiente como caprichosa, de Halffter, que ha hecho sonar en Sevilla partituras no escuchadas en ninguna otra ciudad española, como aquel Doktor Faust de 2008 o Die schweigsame Frau en 2009 (título éste, por cierto, con el que debutará este año en Múnich). Halffter tiene por delante un reto muy notable: ni más ni menos que el de imponerse en su casa ante la inminencia de otras candidaturas para la titularidad en el Maestranza.

   Sea como fuere, su labor con este Ocaso tuvo luces y sombras. Entre las luces, la capacidad para obtener siempre un sonido brillante, compacto y fluido. Entre las sombras, la ausencia de teatralidad en algunas escenas, recreadas en demasía, algo caídas de énfasis. Falta, en general, un poco más de intencionalidad, de poesía aquí, de tragedia allá; una mayor personalidad en la propuesta, en suma, por más que la realización como tal fuera impecable en materia de concertación y diálogo entre foso y voces. Muy reseñable la estupenda labor del Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de La Maestranza, que bordó sus intervenciones.

   En contra del parecer general, la producción de La Fura dels Baus para el Anillo nos sigue decepcionando: se pierde en el artificio y en el efecto audiovisual, resultando en realidad es una propuesta hueca, con una dirección de actores primaria y sin una vocación narrativa demasiado lograda. La patina hollywoodiense ha perdido novedad desde que se estrenara y no es desde luego el Ocaso la jornada a la que mejor caen los hábitos de La Fura, que encontraban momentos mucho más logrados tanto en Walküre como en Siegfried. La reiteración de las proyecciones, el absurdo de algunas caracterizaciones y lo gastado de algunos recursos, como el entierro procesional de Siegfried atravesando el patio de butacas, redondean una realización poco entusiasmante. Todo la propuesta juega sus cartas en torno a una estética antes que en torno a una dramaturgia, y esa prioridad pasa factura de modo muy notable en esta cuarta y última jornada del Anillo propuesto por La Fura.

   En materia vocal, sorprendió para bien la Brünnhilde de la veterana Linda Watson, ideal por medios y acentos, aunque ya algo gastado el timbre y fatigada la emisión. La que fuera una espléndida Brünnhilde en Bayreuth hace más de de un lustro, con Thielemann, hace gala de un oficio bien atesorado, acometiendo este exigente rol con firmeza, seguridad y sin medias tintas. Muy lograda su última escena. Conviene elogiar también la espléndida labor de Elena Zhidkova, sobre todo como Waltraute, aunque también como segunda Norna. Muestra una voz con empaque, sonora, bien administrada y canta con teatralidad. Tendrá sin duda interés valorar su desempeño como Charlotte el próximo año en Bilbao, junto al Werther de Alagna.

   Sobre el resto del reparto convendría correr un tupido velo, comenzando por el Siegfried de Stefan Vinke, de emisión gruesa, muscular, sin inflexiones, plagada de sonidos irregulares. Llega vivo al final de la función, sin delatar fatiga, pero a costa de pintar un Siegfried envarado y sin contrastes. Un tanto más brilló el Gunther de Martin Gantner, habitual comprimario en la Staatsoper de Múnich, bien timbrado y solvente. Indecente sin embargo el Fafner de Christian Hübner, un vozarrón tosco, brusco, de emisión imposible y sin expresividad más allá de un tono permanentemente gruñón. Cumplidor el resto del reparto, sin alardes ni deslices a comentar.

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