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CRÍTICA:  IMPRESIONANTE 'DIE WALKÜRE' EN LOS PROMS DE LONDRES CON BARENBOIM, TERFEL Y STEMME. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
2 de agosto de 2013
Foto: Chris Christodoulou
BARENBOIM REINA EN LOS PROMS

       Los BBC Proms de Londres son ante todo una fiesta de la música, una larga celebración con un marcado acento british, en la que tanto importa la propuesta musical como el ambiente en la sala, en el gigantesco Royal Albert Hall. Nos desplazamos allí para disfrutar de la segunda jornada del Anillo wagneriano que Barenboim recreaba hace unos días con su Staatskapelle de Berlin. Disfrutamos así de una Walkiria impresionante, aún con su altibajos.
      Lo más sobresaliente fue sin duda la batuta del maestro israelí, que extrajo de la citada Staatskapelle una gradación de matices casi infinita, amén de un sonido netamente teatral, grandioso. Barenboim ha logrado que la formación berlinesa funcione como lo que es ya hoy, una de las formaciones más importantes del mundo, capaz de codearse en ciertos repertorios con las Filarmónicas de Berlín y Viena, la orquesta del Concertgebouw o la Staatskapelle de Dresde, entre otras agrupaciones que se sitúan más allá del sobresaliente en su ejecución. En su día ya dedicamos unas líneas a valorar la dirección que plantea Barenboim sobre Die Walküre con motivo del Anillo del pasado otoño en la Staatsoper de Berlín, también allí, por tanto, con la misma orquesta con la que se presentó en Londres.
      Lo cierto es que Barenboim consigue una recreación de las que no se olvidan fácilmente. Haciendo pie en un fraseo emocionante, lleno de énfasis, de contención, de teatralidad en suma, su batuta consiguió una labor tan comunicativa que prácticamente olvidamos estar ante una versión en concierto. Como decíamos antes, la cantidad de matices y gradaciones dinámicas que buscó con su ejecución no se escuchan con demasiada frecuencia. Cabe añadir, como dato anecdótico, que Barenboim dirigió todo el tiempo con la partitura sobre su atril, si bien ni siquiera la abrió en el transcurso del primer acto.

 

      El citado primer acto fue un ejemplo paradigmático de lo que puede conseguir una gran batuta, de un modo semejante a como viene sucediendo en Roma con los títulos de Verdi que comanda Muti. Una gran batuta logra que cantantes más genéricos y de modos más modestos se sobrepongan y alcancen cotas a priori no esperadas. Fue el caso del Siegmund de Simon O´Neill. Como ya comentamos en su día, con motivo de su Parsifal en el Real, la suya es una voz, apenas de lírico puro, claramente insuficiente para el rol. El timbre, a veces lastrado por una incómoda nasalidad, carece de amplitud, de heroismo, y el fraseo a menudo incurre en una impostada turbación, pero poco a poco consigue sacar adelante la función sin accidentes, imponiéndose a la complicada acústica de un espacio como el Royal Albert Hall.
      Su Siegmund adoleció pues de una inadecuación general de partida, por mucho que venga interpretando el rol en los principales teatros, si bien fue valiente, entregado y, espoleado por Barenboim, quedó algo por encima de lo que cabía esperar de él a priori. No hace mucho que hablamos en estas páginas de la Sieglinde de Anja Kampe, con motivo de su sustitución en Viena de Martina Serafin. De medios ideales para el rol, sin embargo cabe demandarle siempre un retrato más complejo y variado del personaje, como sucedió de nuevo en los Proms.
      Teníamos mucha curiosidad por escuchar el Wotan de Bryn Terfel, que tantos elogios venía cosechando, ya fuera el año pasado en el Anillo del Met, en el Anillo de este año en el Covent Garden o hace algunas semanas en el del Festival de Múnich, donde interpretó únicamente al Wotan de Die Walküre, como en esta ocasión que nos ocupa. Terfel ofrece una interpretación inolvidable, una verdadera encarnación. A día de hoy, tan sólo Pape y Volle componen un Wotan capaz de codearse con el que sostiene el barítono galés. El Wotan de Terfel es emocionante por sus contradicciones, por sus contrastes, por su impotencia, por su constante empeño en negar su fragilidad. Un gran retrato psicológico, servido además con notable eficacia en lo vocal, si bien en el forte su timbre suena más abierto y tonante, con resonancias de hooligan. Pero sigue fascinando cuando busca la emisión en piano (ese "da labte süss dich selige Lust..." o la sección central de los adioses finales, "Der Augen leuchtendes Paar", abrazando a Stemme). Un Wotan digno de recordarse, a todas luces.
      Brünnhilde era en esta ocasión Nina Stemme, de quien ya hemos hablado aquí hace poco, con motivo de su Isolda y de su Brünnhilde en el Ocaso. A decir verdad no sabemos muy bien quién era quién, si Stemme era Brünnhilde o viceversa, porque la encarnación vocal y temperamental es absoluta y la interprete se funde y se confunde con el rol como pocas veces sucede.
      Stemme se encuentra en un momento de forma envidiable e histórico. Nadie interpreta hoy, ni lo ha hecho en décadas, el repertorio de Stemme con tan insultante facilidad: Isolde, Brünnhilde, Elisabeth (Tannhäuser), Salomé, Turandot, Feldmarschallin, Leonore (Fidelio), Minnie (Fanciulla del West). Su Brünnhilde en esta jornada, en Die Walküre, no se separa un ápice de la insultante facilidad y plenitud a las que nos tiene acostumbrados. Vocalmente es todo un espectáculo escuchar cómo se impone ante una partitura llena de escollos y retos. Y dramáticamente, ha asumido la personalidad de Brünnhilde como si llevase décadas preparándose para encarnar este papel.
      A modo de anécdota, cabe indicar que Stemme sufrió un leve lapsus con el texto en los primeros compases de su dúo final con Terfel, que estuvo atinado dándole pie con el texto de Brünnhilde, que al parecer también conoce a la perfección de memoria. Stemme acudió después a mirar de reojo la partitura de Barenboim para terminar de ubicarse. Fueron apenas unos segundos, nada relevante, pero da pie a una reflexión: no parece la mejor opción plantear la representación de una partitura de estas características, tan larga y compleja, sin partituras, sin apuntador ni referencia alguna para el texto, y más en el caso de una obra con monólogos e intervenciones tan largas. Sea como fuere, de nuevo Stemme dejando una intepretación para el recuerdo. Tardaremos en encontrar a una intérprete wagneriana a su altura.
      El reparto lo completaban dos artistas excepcionales. Por un lado el veterano Eric Halfvarson encarnaba a Hunding, y ofreció una vez más ese timbre cavernoso, esa articulación contundente, esa entrega total. El rol de Fricka lo encarnaba la mezzo rusa Ekaterina Gubanova, una de las voces apadrinadas por Barenboim en Berlín, y a la que ya pudimos escuchar en ocasiones anteriores, bien como Brangäne o bien como Fricka. En esta ocasión encontramos su voz en un estado de madurez muy interesante: un instrumento pleno, una fonación segura y una composición dramática intachable en su escena con Wotan. Bravísima intérprete a la que no cabe sino augurar una trayectoria ascendente. Por último, algo destemplado el conjunto de walkirias, entregado pero con desigual solvencia vocal. Peccata minuta, en cualquier caso, en el marco de una Walkiria de gran altura, en un escenario espectacular y con un Barenboim imperial, que sacó todavía más partido de unos cantantes tan entregados y emocionantes como Terfel o Stemme.
 
Foto: Chris Christodoulou 

 

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