JOAQUÍN ACHÚCARRO
Gonzalo Lahoz.
Plantea Harold Pinter en su Tierra de nadie si es posible alcanzar la virtud a través del arte. Es una lógica que puede resultar complicada. “Por el camino del arte, virtud” dice exactamente en boca de uno de sus personajes, yendo de alguna manera un paso más allá de aquello que ya se planteara desde un principio: el Arte como virtud. Y ¿qué es Arte? ¿qué es virtud? Seguro que Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932), hombre inquieto y perspicaz donde los haya, se ha hecho estas preguntas en más de una ocasión, sabiendo quienes le escuchamos, tocando un piano o filosofando sobre la vida, que es en él donde también se haya parte de las respuestas a ambas cuestiones.
Es el piano de Achúcarro pregunta y réplica. Son sus dedos quienes jamás han dejado de buscar para que nuestros oídos hallen respuesta, o tal vez más preguntas; pues eso es lo que conlleva la retroalimentación del conocimiento, de ese conocimiento del que se sirve el Arte para encauzarse hacia la virtud. Qué hay más allá de la música que está escrita y como ha de servirse, sin traicionarla ni traicionarse, es uno de los principios en los que se ha sustentado la extraordinaria carrera de este gran músico que celebra ahora los setenta años de recorrido desde que diera su primer concierto a los 13 años. Desde entonces ha sabido crear un sonido que le es propio, basado en la honradez, la honradez que sólo los más grandes se pueden permitir; siendo así como se emociona, pero también como se convence. Recogiendo pues las palabras que Mann utilizara para pronunciarse sobre ciertas músicas, caben muchos adjetivos para hablar del magisterio de Joaquín Achúcarro, aunque tal vez todos ellos sean en vano y lo mejor sea escucharle para poder comprender toda la grandeza que encierran sus manos. No obstante, si tuviera que quedarme con sólo uno, lo tengo claro: honradez. Ansiada desde cada inicio, es la honradez quizá lo más difícil de alcanzar y conseguir en toda carrera artística, y Achúcarro la destila por sus dedos con una serenidad propia de quien es, uno de los más grandes pianistas que podemos disfrutar hoy en día.
Artista para la paz por la UNESCO, Gran Cruz del Mérito Civil, Premio Nacional de Música, Medalla de Oro de Bellas Artes, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Comendador de la Orden de Isabel la Católica, es imposible no rendirse ante tanto magisterio. También recibió en 2014 un humilde premio, el Premio Codalario a toda una carrera. Es el piano de Achúcarro el punto de equilibrio entre la emoción y la convicción. La medida templada. La ensoñación serena. La música de Falla, Granados o Ravel no podría, simplemente, entenderse y sentirse como hoy lo hacemos sin haber pasado por él. Sus interpretaciones, para entendernos, son de obligado reclinatorio. Mozart, Beethoven, Rachmaninov, Brahms, Schumann... la lista podría llegar a ser interminable.
Ante el Maestro, ante el Pianista, ante el Amigo, caigo rendido. Me decía Joaquín hace un tiempo que este mundo necesita soñadores. No me cansaré de decir que lo que el mundo necesita es gente como Joaquín, para que todos podamos seguir soñando.
Feliz cumpleaños Joaquín.
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