
Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Aida de Verdi en La Arena de Verona, bajo la dirección musical de Daniel Oren
Aida de cristal
Por Raúl Chamorro Mena
Verona, 27-VII-2025. Arena. 102 Arena di Verona Opera Festival. Aida (Giuseppe Verdi). Alexandra Kurzak (Aida). Roberto Alagna (Radames), Agnieszka Rehlis (Amneris), Youngjun Park (Amonasro), Simon Lim (Ramfis), Ramaz Chikviladze (Il Re), Ricardo Rados (Un mensajero), Francesca Maionchi (Gran sacerdotisa). Orquesta y coro de la Fundación Arena de Verona. Dirección musical: Daniel Oren. Dirección de escena: Stefano Poda.
Después del Nabucco "atómico", el Sr. Stefano Poda nos presentó su Aida "de cristal", puesta en escena estrenada en la edición de 2023 y que resulta más delirante si cabe que la destinada al Nabucco . Una estructura que representa una enorme mano - cuyos dedos se mueven a placer, como si fuera la de Buñuel en la película El ángel exterminador - es el centro de la escenografía de este montaje, en el que Poda asume puesta en escena, escenografía, luces y vestuario, como si fuera un hombre del Renacimiento. Su "genial" ocurrencia es que el protagonista de Aida es el ser humano que con su mano crea y destruye. ¡Toma ya!. Los miembros del coro y figurantes portan largas leznas que culminan en una mano, claro, unas blancas, la mano creadora, y otras negras, la destructora. En este caso, no hay explosiones, pero sí juegos de luces, alguna realmente agresiva para la vista y un vestuario tan estrafalario como incomprensible. En el acto segundo vemos durante el dúo de Aida y Amneris que se momifica unos cuerpos, que imagino serán los caídos en la reciente batalla contra el invasor etíope. Sin comentarios.
Me parece bien que la Arena busque propuestas escénicas distintas para su ópera más emblemática y representada -724 funciones-, que contrasten con las "realistas" o "clásicas" habituales, pero recuerdo el revuelo que provocó la producción de La fura dels baus para el centenario del Festival. Un montaje, discutible pero mucho mejor que este y con ideas más interesantes. Por cierto, que el Sr. Poda imita sin pudor al grupo teatral español con el uso constante de figurantes que se arrastran por un escenario caótico, lleno de gente haciendo tonterías y ejemplo de masas torpemente movidas.
Por salvar algo, la escena final con el dúo entre Aida y Radames, que deciden morir juntos y consagra el amor metafísico y trascendente, en el que, a los protagonistas, bien iluminados, les circunda un grupo vestido de blanco, una especie de sacerdotes, junto a Amneris entonando la plegaria "Pace t'imploro" para terminar Aida y Radames engullidos por la gran mano.
Por cierto, antes de comenzar el tercer acto después del único intervalo, apareció en la pantalla de los sobretítulos una bandera de Palestina y el siguiente texto: "Stop genocide", que provocó algunas protestas y el aplauso mayoritario. La segunda parte de la representación transcurrió entre relámpagos de una tormenta que rodeaba Verona y que, cual insuperable fuerza de la Naturaleza, apagaron totalmente el efecto de las lucecitas del montaje.
Roberto Alagna volvía 24 horas después de su Don José de Carmen al escenario areniano para afrontar el Radamés como estaba anunciado. La apuesta se antojaba un tanto arriesgada y no sólo por las dos funciones consecutivas sin descanso, puesto que el exigente papel -que incluye 35 Si bemoles agudos- ya le planteó problemas a sus medios eminentemente líricos en el presenciado en Barcelona, año 2007. Lo cierto es, que Alagna comenzó frío, con la voz rauca y leñosa, algo que no permite está ópera para el tenor, pues abre con un aria complicada "Celeste Aida", que prevé tres Si bemoles agudos, el conclusivo pianissimo morendo. Muy forzado, Alagna no pudo evitar hasta tres incidentes vocales en forma de "gallo" o "stecca" que dicen los italianos. Bien es verdad, que a partir de la escena de la consagración de las espadas y el acto segundo, las prestaciones de Alagna mejoraron, emitió todos los agudos del gran concertante y su timbre recuperó la belleza, calidad y singularidad propias. Notable el acto tercero, en el que Alagna personificó un Radames arrojado, vibrante -"Nel fiero anelito", "Ah fuggiam", "Io son disonorato"- para culminar entregado y valentísimo con los ascensos sucesivos de "Sacerdoti, Io resto a te!". Igualmente caluroso y arrebatado en su dúo con Amneris en el último capítulo, así como efusivo y con envolvente lirismo en el sublime dúo final.
Alexandra Kurzak afrontaba su debut en el papel de Aida y hay que subrayar que se vio, en gran parte, superada por el mismo. Desguarnecida en el grave y ayuna de mayor cuerpo en el centro, no se puede negar que la soprano polaca desgranó momentos de buen canto en los pasajes más líricos, con algunos pianos y filados de factura, pero en otros muchos se mostró muy forzada, superada por la escritura, emitiendo demasiadas notas fijas y otras abiertas y desabridas. Indiscutible la entrega en escena de la Kurzak y su buena caracterización de este atribulado personaje que se debate entre el amor a su patria y su padre y su pasión por Radamés, caudillo de las tropas enemigas.
Irrelevante, plana, la Amneris de Agnieszka Rehlis, cantante correcta y musical, pero de emisión retrasada y limitada presencia sonora en un escenario all' aperto y tan grande como la Arena. Muy discreta su gran escena del cuarto acto, que transcurrió sin pena ni gloria. Sonoro, pero muy rudo y estentóreo el Amonasro del barítono Youngjun Park. Oscilante y de canto deslavazado, el Faraón de Ramaz Chikviladze. Con cierta rotundidad, pero falto de mayor autoridad de acentos el Ramfis de Simon Lim y correcto el mensajero de Riccardo Rados. Daniel Oren confirió muchas vida a su dirección musical, mediante audaces contrastes dinámicos y de tempo, pero no pudo evitar algunos desajustes y una sensación de cierta irregularidad en su labor. Eso sí, el israelí, como es habitual, se mostró siempre muy atento a los cantantes y ofreció pasajes de gran voltaje teatral, como los finales de los actos segundo y tercero. Sin embargo, faltó fuerza trascendente al dúo final. Estupendo el coro, empastado y resonante. A destacar la sección masculina grave en la escena del juicio a Radames.
Foto: Cortesía de la Fundación Arena de Verona