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CD: Albert Attenelle graba 'Goyescas' de Granados para Columna Música

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Autor: F. Jaime Pantín
9 de mayo de 2016

GOYESCAS DE NIVEL

Por Francisco Jaime Pantín
Enric Granados, Goyescas o Los majos enamorados. Albert Attenelle, piano. REF: 1CM0346. Columna Música.

   La Suite Goyescas se sitúa, junto a Iberia de Albéniz, en la cumbre del pianismo español, a la vez que supone la obra maestra de su autor, Enrique Granados, cuyo centenario de su trágica muerte se conmemora en 2016, motivo por el que en este año se están produciendo numerosos homenajes y lanzamientos editoriales y discográficos, siendo uno de los más recientes esta nueva versión de Goyescas ofrecida por Albert Attenelle, excelente pianista catalán que ha bebido directamente de las fuentes de esta música a través de su maestro Frank Marshall, principal discípulo de Granados.

   Esta Suite se constituye en dos partes separadas en el tiempo y que se articulan con unidad cíclica ineludible. La temática goyesca se manifiesta  como elemento recurrente en la obra de Granados, no solo por su ópera sino por algunas de sus tonadillas contemporáneas cuyos títulos (La maja de Goya, El majo olvidado, La maja dolorosa, etc) aluden directamente a ese mundo del Madrid dieciochesco que combina lo popular con lo aristocrático, lo galante con lo pasional, en un entorno de fascinante colorismo.

   La influencia de los Caprichos del pintor aragonés resulta evidente en algunas de las piezas como la balada El Amor y la Muerte o Los Requiebros pero la inagotable fantasía de Granados no se queda ahí sino que elabora bajo el signo de la variación diversas referencias populares a través  de un pianismo trascendente que, si bien se basa en los modelos románticos- Chopin, Schumann o Liszt, especialmente- supone asimismo un claro homenaje a la tradición tecladística del barroco hispano, cuya recargada escritura ornamental está permanentemente presente.

   Se trata de una obra que plantea grandes exigencias al pianista y no solo en el orden técnico. La profusión de ideas, muchas veces contrastantes, los constantes cambios de tempo y las continuas indicaciones de carácter sugieren una improvisación permanente que demanda una gran movilidad espiritual por parte del intérprete. El romanticismo exacerbado, la pasión desbordante y la intensidad emocional se mezclan, a veces sin transición alguna, con la poesía, el ensimismamiento y la contemplación.

   Son ya numerosos  los pianistas- españoles en su mayoría- que han grabado Goyescas. A las versiones ya clásicas de Alicia de Larrocha, Rosa Sabater, Nikita Magaloff, Aldo Ciccolini, Joaquín Achúcarro y las más actuales de Edmund Battersbay, Rosa Torres Pardo, Luis Fernando Pérez, Daniel Ligorio o Albert Guinovart - sin olvidar las interesantes e históricas interpretaciones que el propio Enrique Granados grabó en rollos de pianola para la Welte Mignon de la primera parte  de la Suite- se une ahora esta grabación de Albert Attenelle para el sello Columna Música.

   De la longevidad artística de Attenelle hablan por sí solos sus últimos proyectos llevados a cabo en el campo discográfico, con esos imponentes monumentos del repertorio pianístico que son Iberia de Albéniz, Cerdaña de Déodat de Severac y Música Callada de Mompou, verdadero tour de force que ahora culmina con este disco de Goyescas en el que el pianista catalán vuelve a evidenciar una impresionante lucidez intelectual y un acabado pianístico de alto nivel.

   Su versión de Goyescas parece apostar por la objetividad. Ante unas piezas que podrían abordarse desde prismas diversos, Attenelle opta por una exposición muy literal, de gran escrupulosidad con el texto, rubato contenido, tempi reposados y gran claridad contrapuntística, con pedalizaciones rigurosas tendentes a la austeridad pero que resuelven de manera eficaz los frecuentes escollos que en estas obras plantea la continuidad de las voces. Los abundantes diseños virtuosísticos son resueltos con seguridad, transparencia y parsimonia, aunque aparecen algo faltos de brillo, de la misma forma que se echa de menos una mayor chispa y mordiente en los frecuentes trazos ornamentales. Se aprecia una evidente tendencia a la relativización en las constantes indicaciones referentes a la agógica- toda una guía de rubato que Granados nos regala- en aras de una continuidad en el tempo que a veces pudiera producir cierta sensación de estatismo, de la misma forma que se soslayan los frecuentes y a veces violentos contrastes de carácter expresados en la partitura de manera más o menos directa o subjetiva. De esta manera, Attenelle resulta más convincente en las piezas más íntimas y contemplativas - Coloquio en la Reja o La Maja y el Ruiseñor- que se adaptan mejor a su enunciado reposado y a su dicción fina y sensible, que en aquellas que, por su brillantez- Requiebros, Fandango de Candil- o intenso contenido emocional y tenebrismo- El Amor y la Muerte, Serenata del Espectro- exigen un pianismo más colorista y apasionado. En todo caso, estamos ante una versión de gran calidad, muy apropiada para un acercamiento iniciático a una obra de matices inabarcables y que supone un nuevo hito en la trayectoria de un pianista de cuyo magisterio cabe esperar todavía nuevos testimonios.

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