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Crítica: Michal Nesterowicz y Alena Baeva con la Sinfónica de la Región de Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
8 de marzo de 2022

La violinista Alena Baeva y Michal Nesterowicz visitan la temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia con obras de Kodály, Ligeti y Prokófiev

Alena Baeva

Esencial expresividad de Alena Baeva

Por José Antonio Cantón
Murcia, 4-III-2022. Auditorio y de Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Solista: Alena Baeva (violín). Director: Michal Nesterowicz. Obras de Kodály, Ligeti y Prokófiev.

   Dos intérpretes de amplia experiencia y reconocida trayectoria se han encontrado con la ÖSRM en su séptimo concierto de abono de temporada; la violinista kirguisa Alena Baeva y el director polaco Michal Nesterowicz, para ofrecer un programa de gran calado en el que se ponen a prueba las capacidades artísticas y técnicas al más alto nivel. Para empezar, el Segundo concierto para violín y orquesta en sol menor, op. 63 de Serguéi Prokófiev, seguido en la segunda parte por dos obras de autores de origen húngaro: el poema sinfónico Tarde de verano de Zoltán Kodály y el Concierto romanesco de György Ligeti.

   El precioso sonido que genera el violín de esta concertista, un Guarneri del Gesù conocido por «Ex-William Kroll» de 1738, ya se pudo percibir en el toque meditativo con el que se presentaba en el primer tema del allegro inicial, que fue desarrollando con destacada presencia sobre la orquesta. Lo que sucedía, con la entrada del segundo motivo, era un ejemplo de la asunción de la solista de los más mínimos detalles de la obra, exponiéndolos con esa seguridad resultante de haber superado todos los complicados resortes técnicos y expresivos que plantea el compositor, haciéndolos suyos como un verdadero ejemplo de recreación, que tuvo su momento culminante en esa especie de tensa variación anterior a la coda. 

   En el Andante, el diálogo de la solista con un punteante clarinete, bien marcado por Nesterowicz, dejaba aparecer el característico melodismo de Prokófiev con diáfana transparencia y mayor color cuando era la flauta la que tomaba el relevo. Con un planteamiento preciosista, se podía extraer que este movimiento fue muy trabajado en los ensayos para llegar a una coherencia de detalles realmente admirable, produciéndose la ÖSRM eficaz en todos los sentidos como quedó rubricado por las trompas a su conclusión. 

   Sin alterar demasiado su cinética, el director imprimió toda la tensión que requiere el muy marcado allegro final en el que Baeva jugaba con su incisivo sonido como si quisiera provocar una reactiva y a la vez continuada respuesta orquestal que, sin perder su elegante compostura, el maestro administraba desde el pódium convirtiendo la agitación en detallado ritmo, como se pudo apreciar en el control de ese particular coloquio de la solista con la gran caja.

   Aplicando un criterio de compensación, Alena Baeva ofreció como bis ese misterioso Andante que contiene el tercer movimiento de la Segunda sonata, BWV 1003 de Juan Sebastián Bach, desarrollando un irreprochable sentido arioso realzado por su precisa  técnica de doble cuerda que acentuaba la distinción entre canto y el efecto de continuo que subyace en su discurso. Pudo quedar en un oyente, asistido por una buena memoria musical, la necesidad de escuchar el subsiguiente allegro, último tiempo de esta sonata ante la exquisita musicalidad de esta violinista.

   Cambiando el orden previsto inicialmente en el programa, la segunda parte se inició con el poema sinfónico escrito en su juventud por Zoltán Kodály, depurado  veintitantos años después, en 1930, en un gran ejercicio de estilización. El maestro Nesterowicz mantuvo un claro discurso en distinguir la naturaleza posromántica de sus temas, dejando a la vez una definida impronta de cierto aire impresionista de inspiración folclórica que trataba con sutileza.

   Sus capacidades artísticas tuvieron más propicia manifestación en el concierto de Ligeti cuyos dos primeros movimientos tienen su origen respectivamente en una balada y una danza para dos violines que el compositor abocetó en 1950. El director polaco quiso que la cuerda se destacara en el Andantino que abre esta obra, creando un clima que era contrastado por el flauta solista, lo que realzaba su carácter evocativo. En el frenético ritmo del allegro subsiguiente se produjo la primera intervención destacada del albanés Darling Dyle, concertino de la ÖSRM, bien secundado por el pícolo, lo que daba un aire festivo al discurso. La trompa solista bien compensada inicialmente por el corno inglés y otros instrumentos de madera, protagonizó un panorámica imagen sonora que se vería reforzada en la lontananza por una tercera trompa fuera del escenario como vértice de una buscada espacialidad musical muy conseguida, para concluir nuevamente con el rápido aire de danza, en la que volvió a destacar el concertino. 

   Con una cuidada alternancia rítmica que alcanzaba casi a un efecto de intencionada colisión tímbrica y dinámica entre los instrumentos, Michal Nesterowicz, dejaba la impresión de un músico que ha sabido entrar en el contraste musical de orientación folclórica que quiso plasmar Ligeti en esta composición. El golpe final funcionó como desencadenante de un cerrado aplauso que se prolongó durante varios minutos.

Foto: Sinfónica de Murcia

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