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CRÍTICA: ANDRÁS KELLER DIRIGE A LA SINFÓNICA DE HUNGRÍA EN EL AUDITORIO Y PALACIO DE CONCRESOS DE CASTELLÓN

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Autor: Manuel Águila
13 de noviembre de 2012
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Castellón. 12/11/12. Auditorio y Palacio de Concresos de Castellón. Orquesta Sinfónica de Hungría. Director: András Keller. Obras de Glinka, Dvorak y Tchaikovsky.

  CONVICCIÓN HÚNGARA

      La Orquesta Sinfónica de Hungría, formación fundada en 1907 como Orquesta Postal y cuyo nombre oficial es la Concerto Budapest Symphony Orchestra, ofreció en el Auditori de Castelló un concierto con obras de Glinka, Dvorak y Tchaikovsky, bajo la dirección de su titular, András Keller. El concierto se inició con la conocida obertura de Ruslan y Ludmila de Mikhail Glinka. Fue un comienzo muy poco esperanzador de cara al resto de la velada. Hubo secciones de la orquesta que no estuvieron a la altura, sobre todo los trombones, que se mostraron bastante destemplados. La cuerda sonó bien, pero cada aparición del metal resultó excesivamente tosca.
      La segunda obra, Concierto para Violín y Orquesta, op. 54 de Antonin Dvorak, no está entre lo mejor de la producción del genial checo. Sólo episódicamente aparece el gran Dvorak. En la interpretación se unieron buenos momentos con otros en los que se perdía la continuidad. El solista fue Maxim Fedotov, que inició su actuación de una forma histriónica, con gestos exagerados y gratuitos. Desde luego, el sonido de su instrumento resultó menos estimulante de lo que su puesta en escena anticipaba. De todos modos, alcanzo buenos momentos en el segundo movimiento y, especialmente, en el tercero, con su inicial ritmo de furiant, en el que consiguió un bello episodio bien acompañado por el resto de la cuerda. 
      La primera parte terminó con dos propinas de Paganini (Caprichos números 13 y 24), en las que Fedotov, curiosamente, se mostró gestualmente más comedido.´La segunda parte la integraba la Sinfonía nº 4 op. 36 de Piotr Tchaikovsky. El resultado fue mucho más satisfactorio que en la primera parte de la velada. Todo funcionó mejor, empezando por los metales y terminando por la cuerda, sin duda la mejor sección del conjunto. Keller obtuvo una lectura diligente, correcta, de la obra de Tchaikovsky. Especialmente bello resultó el segundo movimiento. El tercero mostró una sección en  pizzicato demasiado rápida y, el tercero, un brillante Finale que sirvió para concluir convincentemente una noche que fue de menos a más. De propina, una Danza Eslava nº 8 de Dvorak y la Danza Húngara nº 5 de Brahms, muy bien acogidas por el público.

 

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