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Crítica: Andrés Orozco-Estrada y la Sinfónica de la Radio de Stuttgart en Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
15 de febrero de 2024

Crítica del concierto ofrecido por Andrés Orozco-Estrada y la Sinfónica de la Radio de Stuttgart en Murcia

Andrés Orozco-Estrada y la Sinfónica de la Radio de Stuttgart en Murcia

Pervive el esplenderoso «sonido Stuttgart»

Por José Antonio Cantón
Murcia, 9-II-2024. Auditorio «Víctor Villegas». SWR Stuttgart Radio Symphony Orchestra. Director: Andrés Orozco-Estrada. Obras de  Ludwig van Beethoven e Igor Stravinski.

   La renovada y ampliada SWR Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, después de su fusión con la Orquesta Sinfónica de Baden-Baden y Friburgo en el año 2016, ha vuelto al escenario del auditorio de Murcia después de aquel memorable concierto que, bajo la dirección de Sir Roger Norrington, ofreció el 20 de noviembre de 2008 interpretando un programa Haydn/Mahler que dejó huella en el que aquí suscribe por lo que significó el descubrimiento de una sonoridad orquestal muy particular que justificaba la fama de esta formación como poseedora del “Sonido Stuttgart”, según el juicio mayoritario de la exigente crítica especializada alemana. 

   En este sentido ha sido una satisfacción volver a escuchar de nuevo a esta formación, que iniciaba en Murcia una gira por España, manteniendo aún esa persuasiva sonoridad, en este caso, posible de disfrutar con un programa enormemente atractivo; Sexta sinfonía, «Pastoral» de Beethoven, y La consagración de la primavera de Stravinski, obras señeras del mejor repertorio universal, en las que se pudieron apreciar su dimensión artística de primer nivel y su capacidad técnica bajo la dirección de Andrés Orozco-Estrada, batuta con un muy reconocido prestigio internacional.

   Una de las circunstancias que llamaban la atención incluso antes de iniciarse la sinfonía fue la disposición de los contrabajos partidos en dos grupos de tres a cada lado de la sección de viento madera en un deseo de generar un sustrato grave que abrazara la cristalina tímbrica de este grupo instrumental liderado por un solista de oboe que impactaba por su extraordinario sonido, impecable ejecución y perfecta afinación lo que ya determinaba el cuido sobre este aspecto esencial que ha de caracterizar a una orquesta; la necesaria eficacia de la sección de madera, y que tenía su continuidad en un espléndido estado de forma de la cuerda, de tan esencial protagonismo en el allegro que abre la Sinfonía Pastoral, para logar así ese aire de sacralidad natural que requiere esta obra, idea que el maestro colombiano supo mantener a lo largo de la plasticidad descriptiva que contiene esta genial composición.

   El director acentuó el protagonismo del viento-madera induciendo con precisión de gesto la imitación de los cantos de pájaros que se despliegan en el andante que ocupa el segundo movimiento, sin perder en momento alguno la profundidad expresiva del murmullo del arroyo que magistralmente describe el compositor, logrando de este modo que la orquesta se convirtiera en un inmenso lienzo musical. En todo un elogio de la danza convirtió el discurso del allegro de aire campestre que sucede en el tercer tiempo, parte de la obra donde quedó plasmada con mayor énfasis la cinética natural latina de este director que, buscando el más idóneo espacio eufónico, conduce desde pódium activando todo su cuerpo, de modo particular con una continua flexión de piernas en su intención matizar la dinámica y rítmica a emplear en cada momento, todo ello sin dejar de respetar las esencias de la partitura. La orquesta llegó a su esplendor en la tempestad recogida en la cuarta parte de la sinfonía, página emblemática de discurso descriptivo con el que Orozco-Estrada quiso, con excelente criterio recreativo, mostrar cómo Beethoven supera las semejantes intenciones de Haydn contenidas en sus magistrales oratorios Las estaciones y La Creación, relevantes antecedentes de este genial episodio, y claros anticipos de la mejor poética sinfónica que habría de manifestarse décadas posteriores en sus mejores adalides, Franz Liszt y Richard Strauss. Unas particulares sensaciones de paz y tranquilidad transmitió Orozco-Estrada en el último movimiento, generando un desarrollo discursivo quasi parlato que fue serenando la percepción del oyente, que así disfrutaba plenamente ante la placidez que pretende el compositor. Terminaba así una trascendente lectura con la que quedaba demostrada la madurez de temperamento y riqueza musical de este director producto de au enorme capacidad de análisis.

   La orquesta completó sus efectivos para la ejecución de ese incomparable reto que supone afrontar La consagración de la primavera de Ígor Stravinski, incomparable muestra de hasta qué grado de poderío expresivo llegó la música orquestal a principios de la segunda década del siglo XX con este genio ruso. El maestro Orozco-Estrada supo distinguir los distintos episodios que se suceden en la introducción de la primera parte de la obra logrando que su fragmentada descripción produjera ese ordenado caos que pretende el compositor antes de llegar a la vehemencia de la Danza de las adolescentes, una destacada muestra del esplendor sonoro de esta orquesta que volvería a repetirse en el episodio posterior que describe una primitiva rivalidad tribal. La sección de metal brilló en la solemnidad que el director imprimió al episodio de El cortejo del sabio, haciendo una exquisita distinción de sus armonizaciones orquestales. La terminación de la primera parte impactó en el escuchante por su intensidad rítmica y abrupto final del poderoso crescendo con el que concluye la imponente danza que contiene.

   La segunda parte fue todo un portento de entendimiento, construcción y transmisión del director, que irradiaba satisfacción ante la magistral respuesta de la orquesta. La estimuló de manera gradual hasta llegar a la Danza sagrada con la que termina esta obra, sustanciándola en un convulso carácter épico-elegíaco mediante un ritmo llevado a las últimas consecuencias que puede llegar a ofrecer una frenética danza. En sus continuos cambios de compás, Orozco-Estrada se manifestó con salvaje energía, que me hizo recordar ese calificativo de Jean Cocteau de «Dolores de parto de la Tierra» cuando, hablando en general de La consagración de la primavera, la entendía, refiriéndose analógicamente al gran poema sobre la vida en el campo de Virgilio, como «Las Geórgicas de una edad prehistórica». 

   Una satisfacción general invadió el escenario ante el alto nivel artístico alcanzado por director y orquesta, que tuvo la respuesta de un público entregado ante tanta belleza. Ésta se mantuvo en una emocionante versión de Nimrod, novena de las Variaciones Enigma de Edward Elgar que confirmaba la pervivencia del esplendoroso «Sonido Stuttgart» de esta extraordinaria orquesta después de su reestructuración y el extraordinario mantenimiento estético propiciado por su actual director titular, el admirado Teodor Currentzis.        

Foto: Marcial Guillén               

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