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Andrew Gourlay clausura la temporada de la Sinfónica de Castilla y León con música inglesa

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Autor: Agustín Achúcarro
20 de junio de 2019

El director titular de la OSCyL ha elegido obras que «le parecen ideales para terminar el curso»

Andrew Gourlay clausura la temporada de la Sinfónica de Castilla y León con música inglesa

Un reportaje de Agustín Achúcarro
«Para mí el dirigir en la segunda parte del concierto la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis y la Serenata a la música, ambas de Vaughan Williams, así como I was glad de Hubert Parry es una oportunidad maravillosa de hacer música cien por cien inglesa, pues en Los planetas de Holst, que van en la primera parte, se puede hablar de otras influencias diferentes», comenta con una ilusión contagiosa el director titular de la OSCyL Andrew Gourlay ante el último concierto de la Temporada, en el Auditorio de Valladolid, los días 20 y 21 de junio.


   Una actuación que plantea dificultades de intendencia, pues según las obras ha habido que pensar con detalle donde debían colocarse los coros y la orquesta. Se cuenta para ello con el Coro Hallé, con unas 120 voces, y una selección de voces de Coros de Castilla y León, que sumados a los anteriores darán una cifra de entre 150 y 170 cantantes. Junto a ellos las voces solistas de Sarah Fox, soprano, Kathryn Rudge, mezzo, Andrew Staples, tenor, y Mark Stone, barítono. El Coro Hallé, cuyo director actualmente es Matthew Hamilton, se creó en 1858 por Sir Charles Hallé y es habitual de los conciertos de los PROMS de Londres.

   Gourlay comenzó la planificación de este programa pensando en el espacio del escenario para el coro. «Para empezar las dificultades surgen desde la obra inicial, Los Planetas, ya que culmina con la intervención de las voces blancas del Coro Hallé fuera del escenario». A continuación, el titular de la OSCyL debía tomar una decisión en torno a la Fantasía sobre un tema de Tomas Thallis para doble orquesta de cuerda. «A veces hay directores que ponen a la segunda orquesta muy, muy lejos de la primera, como he visto hacer a veces en el Albert Hall londinense, en el que la segunda orquesta estaba en el anfiteatro». A Gourlay le parece que ésta es una mala idea ya que «no era exactamente lo que quería el compositor» que incluso llegó a señalar que «si no fuera posible separar la orquesta se utilizara el espacio del tercer atril de las cuerdas un poco distanciado». A estas cuestiones Gourlay añade otra fundamental: «La segunda orquesta en muchos pasajes tiene que tocar lo mismo que la primera, por lo que ponerlas alejadas hace muy complicado el que suenen en esos momentos unidas».


   En referencia a la Serenata a la música, también de Vaughan Williams, Gourlay, que contará con el Coro Hallé, considera que «es una celebración de la música al igual que I was glad, pero mucho más dulce, más suave, inspirada en Shakespeare». Para esta obra ha elegido una versión que no se suele interpretar. «La original es para dieciséis voces solistas, que a veces cantan como un coro y otras hacen los solos, pero nosotros vamos a realizar otra versión creada para coro y cuatro solistas, que para mí es la más musical de todas».

   El concierto concluirá con I was glad de Hubert Perry, partitura que Gourlay afronta con un cariño especial y una inmensa ilusión por poderla dirigir en el Auditorio de Valladolid. «Es una obra que fuera de Inglaterra es poco conocida, cuyo origen es música para los oficios litúrgicos anglicanos, que se emplea para la coronación de la reina, las bodas, y es típico que se interprete con gran majestuosidad». Pero para Gourlay no es eso lo único realmente importante, pues su interés se acrecienta al pensar en lo siguiente: «Creo que al no ser una obra de repertorio fuera de Inglaterra no se sabe bien el poder que esta música puede desarrollar con una masa coral tan grande, con un sonido tan enorme. La he dirigido en una ocasión con muchos coros formando un círculo y puedo asegurar que he percibido una sensación extraordinaria». Razones por las que está convencido de que «es una manera muy adecuada de terminar la temporada» ya que para él significa «una verdadera celebración de la música». En esta obra intervendrá el Coro Hallé y la selección de los Coros de Castilla y León, que dirige Jordi Casas, por lo que Gourlay ha diseñado al detalle, con fotos del escenario y la posición de los coralistas incluidas, la ubicación de ambas formaciones. «He decidido poner al Coro Hallé en el escenario y a los Coros de Castilla y León en las tribunas que lo circundan, para mezclar el sonido de los dos y que al estar el Hallé al lado de la orquesta pueda trasmitir la música a los otros».  Algo que el director sabe que «no será fácil, ni para ellos, ni para mí, ni para Fran (en referencia a Francisco López, miembro del equipo técnico de la OSCyL encargado en este caso de la intendencia)».  


   Una temporada que culmina y que hace reflexionar al director titular de la OSCyL. «Lo primero que me viene a la cabeza a la hora de intentar valorar la temporada es que pensar sobre el pasado como director es algo extraordinario, pues siempre estoy con la mente puesta en los proyectos futuros, con más de un año de antelación». Pero eso no le hace olvidarse de que «se siente orgulloso de lo que han hecho» y que le satisface el haber conseguido, entre todos, ciertas cosas. «Me parece que después de estos años como director titular la orquesta ha adquirido una estabilidad y calidad que se refleja en sus conciertos». Algo que llevado a lo concreto le hace recordar cuando dirigió la Sinfonía nº9 de Mahler. «Era la primera vez que la dirigía y tuvo una gran importancia para mí, pues fue la confirmación de la manera que ensayamos y trasmitimos nuestro trabajo al público». Gourlay se queda pensando y coge su móvil para refrescar la memoria. «Recuerdo también nuestra gira miniatura en Bilbao, con la calidad que tenía ese programa, con el poder de la música de Scriabin, y  el hecho de contar con Zukerman, que hace que rememore los pensamientos de algunos músicos de las cuerdas que tienen a este violinista como referencia, pues se trata de un músico de nivel perfecto».

   «Así que -concluye Gourlay- después de conciertos de tanta intensidad acabar la temporada con este programa, algo más liviano, que podría definirse como una auténtica celebración de la música, me parece ideal para terminar el curso».

Foto: OSCyL

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