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Crítica: Ann Hallenberg inaugura el ciclo de lied del CNDM y Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
13 de octubre de 2017

DE VUELTA AL ‘CICLO DE LIED’

   Por Óscar del Saz
Madrid, 10-X-2017. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Teatro de la Zarzuela. Ann Hallenberg (mezzosoprano). Mats Wilund (piano). Obras de Johannes Brahms (1833-1897), Clara Schumann (1819-1896), Nikolai Medtner (1880-1951), Gunnar de Frumerie (1908-1987) y Gustav Mahler (1860-1911).

   La nueva temporada, y con ésta van ya XXIV del Ciclo de Lied, se presenta tan atractiva como diversa si repasamos la nómina de artistas que la compondrán. A destacar, los nombres de Anna Caterina Antonacci (soprano), el ya afamado tenor polaco Piotr Beczala, la gran soprano Diana Damrau (ambos acompañados por el magnífico pianista Helmut Deutsch), la “trivisita” de Matthias Goerne (que nos ofrece por cada visita los ciclos completos de Die SchoneMüllerin, Winterreise, Schwanengesang), Xavier Sabata (contratenor), Anna Lucia Richter (soprano) y Hanna-Elisabeth Müller (soprano) (estos tres últimos artistas, debutantes en el Ciclo de Lied). No olvidemos la visita de Leo Nucci y James Vaughan en diciembre.

   Aunque la actividad de muchos de ellos pueda parecer ligada permanentemente al mundo de la ópera (y, por tanto, a la escena), no es menos cierto que algunos cantantes dicen que han de volver –de vez en cuando- al Lied, como los buenos actores de cine y de televisión han de volver a hacer teatro. El Lied, a pesar de su dificultad, por estar el artista solo frente al piano, lo que permite enfrentarse a su propia voz es, según algunos cantantes,como un bálsamo, que te ayuda a descansar, analizar y reajustar tu propia voz.

   Algo así se podría decir de nuestra protagonista, la mezzosoprano sueca Ann Hallenberg (1967),debutante en este Ciclo de Lied, y que dedica la mayor parte de su tiempo a cantar en los teatros de ópera del mundo con repertorio que abarca música desde el siglo XVI hasta nuestros días. El planteamiento de su recital es, precisamente éste: hacer un recorrido circular y singular desde el romanticismo más puro (Brahms y Clara Schumann) para regresar a Mahler, recalando en obras no tan frecuentadas del rusoMedtner y del suecoDe Frumerie.

   Los Zigeunerlieder (Canciones gitanas) de Brahms y textos de Hugo Conrat, constituyen un ciclo de once canciones para las cuales existen arreglos para voz y piano solamente para las siete primeras y la undécima. El conjunto de todas las canciones fue inicialmente compuesto para coro a cuatro voces con textos populares húngaros, donde el piano toma mayor preponderancia debido al componente rítmico desigual de las mismas. Mats Widlund acompaña primorosamente la correcta interpretación de Hallenberg, destacando de entre todas ellas la tercera, titulada Wisstihr, wann mein Kindchen am allerschönsten ist? (¿Sabéis cuándo está más guapa mi niña?), por su rápido y alegre canto lleno de pasajes staccati. En la sexta, Rösleindreie in der Reiheblühn so rot (Tres rositas en hilera florecen muy coloradas), de similar carácter, la cantante se muestra demasiado brusca, forzada en el agudo cuando éste es en forte, resultandointerferido por un ligero vibrato, rasgos que fueron la tónica general del concierto.

   La relación de Brahms con Clara Schumann se remonta a la primera etapa de su vida, si bien ella ya estaba casada con Robert Schumann. El músico llegó a la vida del matrimonio como concertista, y pronto iniciaron una cordial relación. Cuando Schumann fue ingresado en un psiquiátrico, Brahms se ocupó de Clara y sus hijos, viviendo juntos en un piso de Düsseldorf. Como es sabido, el estilo romántico de Clara Schumann se ha identificado plenamente con el de su marido, Robert, y viceversa. De hecho, ambos coincidieron en los mismos poetas de cabecera, como es el caso de las canciones de Clara seleccionadas para este recital (Heinrich Heine, Friedrich Rückert y Robert Burns). Es la voz, sobre el texto (aunque no siempre sobre el piano, que se muestra siempre omnipresente bajo las atentas manos de Widlund), la que reina en este grupo de canciones. Fue quizá en Lorelei donde el binomio Hallenberd-Widlund alcanzó las mejores cotas interpretativas.Am Strande (En la orilla), de registro más grave, permitió un mayor lucimiento vocal, sin casi fisuras,de nuestra mezzosoprano, con una voz de centro y graves muy pastosos.

   Para finalizar la primera parte, se interpreta la bella -y de carácter romántico- Suite para Voz del moscovita Nikolai Medtner, suerte de vocalización continua dividida en cinco piezas (Introducción, Canto de las Ninfas, Secretos, Procesión de las Gracias y palabras del Poeta) que poseen distintas intensidades en el carácter y en la intención. El intérprete debe abordarlas con canto legato, pero con mucha capacidad para la matización, utilización del rubato, uso de las medias voces y finura de orfebre en los saltos de intervalo. En la versión deHallenberg, detectamos continuos cambios de vocales, con una cierta discontinuidad en la línea de canto y en el fraseo, dinámicas poco abundantes, así como cierta brusquedad en los intervalos ascendentes comprometidos.

   En el comienzo de la segunda parte, la mezzosoprano nos guía hacia su versión de las Hjärtats Sanger (Canciones del Corazón) del músico compatriota Gunnar de Frumerie y con textos de PärLagerrkvist, interpretadas en sueco. Debido a ello, y en parte a que la mezzo abandonó el apoyo de la partitura -que sí había estado utilizando con anterioridad-, pudo ofrecer una interpretación de gran altura, por tratarse de su lengua materna, algo que no ocurrió en el resto de las obras. Magnífica la aportación musical desde el piano, ya que en varias de estas canciones-como en Du är min Afrodite (Eres mi Afrodita)- el instrumento toma la responsabilidad de prolongar la voz y el texto para finalizar él de una manera más rotunda. Como curiosidad, comentar que la mezzosoprano Anne Sofie von Otter y la soprano Nina Stemme han frecuentado este repertorio postromántico debido a que están emparentadas familiarmente con De Frumerie.

   Para finalizar, la mezzo-soprano aborda el universo Gustav Mahler planteando sus Rückert-Liederen una versión de trazo más bien grueso, y en alguna de ellas con una elección de los tempi un tanto arbitraria y lejana de las interpretaciones tradicionales. Se comienza por Ichatmet’ einen linden Duft (Respiré una suave fragancia), interpretada excesivamente lenta, para continuar con Blickemirnicht in die Lieder! (¡no me mires en mis canciones!), donde piano y voz se alían para imitar sonidos de la naturaleza. Um Mitternacht (A medianoche) y Ichbin der Welt abhanden gekommen (Me he retirado del mundo) son, por antonomasia, las de mayor belleza y profundidad del ciclo, y suele elegirse una de las dos como final. En este caso, es la segunda la que se elige como final. Al escuchar la versión de Ann Hallenberg, no podemos dejar de pensar en la versión de KathleenFerrier y en la Quinta sinfonía de Mahler, cuyo célebre Adagietto está basado en la melodía de esta canción.

   Debido a la insistencia del público en sus aplausos, la mezzo-soprano concedió dos propinas: Vergebliches Ständchen (Guten Abend, mein Schatz), con texto de Zuccalmaglio, y Wiegenlied (Guten Abend, gute Nacht), texto de Georg Scherer, ambas de Johannes Brahms. A pesar de que en algunos momentos el programa no le resultó cómodo, este recital nos ha permitido conocer a esta artista en un repertorio que no es el suyo habitual recalcando, por otro lado, que fue un recital con un programa recomendable y apetecible.

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