Crítica de José Antonio Cantón del recital ofrecido por la pianista Anna Geniushene en el Festival Internacional de Piano «Rafael Orozco» de Córdoba
Poderoso pianismo
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 8-XI-2025. Conservatorio Superior de Música ‘Rafael Orozco’ de Córdoba. XXIII Festival Internacional de Piano «Rafael Orozco». Recital de Anna Geniushene. Obras de Robert Schumann, Claude Debussy, Mijaíl Ivánovich Glinka, Piotr Ilich Tchaikovsky y Fritz Kreisler/Sergei Rachmaninov.
Como un gran acierto hay que considerar la elección de Anna Geniushene por el director artístico del Festival Internacional de Piano ‘Rafael Orozco’, Juan Miguel Moreno Calderón, para actuar en la vigésimo tercera edición de este evento musical que se acerca a su cuarto de siglo de existencia con un valor creciente en contenido, realidad que no hace sino generar en cada concierto una mayor expectación entre el público aficionado a la música en general y al piano en particular. La sólida formación de esta pianista moscovita, nacida el día de año nuevo de 1991, adquirida en el Conservatorio de Moscú donde se graduó el año 2015, hacen de esta intérprete un singular ejemplo de la potente escuela que allí se imparte, en este caso lo fue por la profesora Elena Kuznetsova, uno de los pilares del Departamento de Piano de tan prestigiosa institución musical, cuyo magisterio la ha llevado a conseguir la codiciada medalla de plata el año 2022 de uno de los certámenes más importantes de Estados Unidos como es el Concurso Internacional de Piano Van Cliburn que, desde su fundación el año 1962, tiene lugar en la ciudad tejana de Fort Worth.
Se ha presentado en el Festival con un programa muy interesante en el que el pequeño formato de las piezas interpretadas ha sido el elemento común de su contenido. Inició el recital con Waldszenen (Escenas del bosque), Op.82 de Robert Schumann que expuso con una riqueza emocional de profunda introspección, haciendo que la música se convirtiera en puro sentimiento como ocurrió particularmente en las de mayor calado sugestivo como la tercera, Einsame Blumen (Flores Solitarias), la séptima Vogel als Prophet (Pájaro profeta), cuyo imitativo canto de un ave solitaria anticipaba ese sentido impresionista que luego confirmaría la pianista en las Estampes de Debussy que tocaría seguidamente y, por último, la página que cierra el ciclo, Abschied (Despedida), con la que transmitió la mejor fantasía y musicalidad creativa de la personalidad romántica del autor.
Como he apuntado anteriormente, en Estampes, Anna Geniushene exploró todas las posibilidades tímbricas del piano que propone el compositor con una maestría totalmente definida, que se hacía patente por hacer que los sonidos contenidos en sus tres piezas ganara un espacio derivado e intuido pero no escrito en la partitura, aportando su rica personalidad recreativa musical con sorprendentes efectos como los que consiguió en Jardines bajo la lluvia, donde alcanzó verdadera excelencia pianística en pulsación y pedal digna de admiración.
Tres compositores rusos ocuparon la segunda parte del recital apareciendo en primer lugar las Variaciones sobre un tema de Mozart de Mijaíl Glinka, considerado como el padre de la música culta rusa. Anna Geniushene sacó el máximo partido expresivo de las cinco partes en que se divide esta pequeña obra; tema, tres variaciones y coda. Plasmó en su ejecución ese estilo primigenio del autor que las compuso en la década de los años veinte del siglo XIX, impregnado todavía e influenciado por la elegancia y la estructura del clasicismo que, en aquella época, confluía con el advenimiento de la expresividad y el virtuosismo técnico del romanticismo temprano. Haciendo alarde de su entendimiento de la obra en este particular sentido híbrido, Anna Geniushene mantuvo en todo instante el carácter ornamental y la naturaleza rítmica con la que se distinguen cada una de ellas, desarrollando una muy clara digitación en la primera, una marcada orientación armónica en los tresillos, terceras y sextas de la segunda, y en el desarrollo pausado de la tercera, que enlazó con la coda fundiendo así el discurso de ambas. Su respetuosa fidelidad estilística a la tradición rusa quedó como el logro más destacado de su interpretación.
Esa misma intención alcanzó en la modélica versión que realizó de las Seis variaciones, Op. 19 de Tchaikovsky, revelando el carácter más íntimo y poético de este gran compositor ruso. Entendió muy bien ese concepto de sintética “pieza de carácter” de cada una de ellas creando ese pretendido clima concentrado que se infiere y deriva de sus títulos, dejando a su vez una sensación de experiencia didáctica en el oyente que se ha cimentado seguramente en su etapa como profesora asistente del Conservatorio de Moscú hasta el año 2022, lo que la ha convertido en una intuitiva analista de la música para teclado como vino a demostrar admirablemente en las poderosas interpretaciones de las transcripciones que hizo Sergei Rachmaninov de las conocidas danzas vienesas Liebeslied (Canción de amor) y Liebesfreud (Alegría de amor) del gran violinista austriaco Fritz Kreisler que, en esta pianista se convirtieron en una auténtica exhibición de asunción conceptual y poderío técnico ante el teclado, sacando el máximo partido a la extraordinaria creatividad del compositor ruso.
Tan importante capacidad se enriqueció en el bis que ofreció para corresponder a un público entregado a su arte, la paráfrasis de Il Trovatore, S. 433 de Verdi/Liszt sobre la escena del miserere del cuarto acto de dicha ópera, que levantó al público de sus asientos, culminándose una actuación que seguramente se recordará entre las estelares de esta edición del Festival, que al dar la oportunidad de conocer a pianistas de la categoría de Anna Geniushene está llamado a confirmarse como una cita obligada en el panorama musical de Andalucía con más que justificada vocación nacional.
Foto: Patricia Cachinero
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