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Crítica: Anna Lucia Richter en el Ciclo de Lied del CNDM

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Autor: Óscar del Saz
22 de mayo de 2024

Crítica del recital ofrecido por Anna Lucia Richter en el Teatro de la Zarzuela, dentro del Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]

Anna Lucia Richter en el Ciclo de Lied del CNDM

Un caleidoscopio mágico para la luz

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 20-V-2024. Teatro de la Zarzuela. XXX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Recital 11. «Licht! Die Entwicklungsgeschichte des deutschen Liedes [La historia del desarrollo del Lied alemán]». Obras de Oswald von Wolkenstein (1377-1445), Johann Sebastian Bach (1685-1750), Franz Joseph Haydn (1732-1809), Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), Franz Schubert (1797-1828), Fanny Hensel-Mendelssohn (1805-1847), Felix Mendelssohn (1809-1847), Robert Schumann (1810-1856), Johannes Brahms (1833-1897), Hugo Wolf (1860-1903), Alban Berg (1885-1935), Aribert Reimann (1936-2024), Wolfgang Rihm (1952), Hanns Eisler (1898-1962), Kurt Weill (1900-1950). Anna Lucia Richter (mezzosoprano), Ammiel Bushakevitz (piano y zanfoña).

   Asistimos muy interesados a un nuevo recital de la estupenda mezzosoprano Anna Lucia Richter (1990), acompañada por el sensible pianista Ammiel Bushakevitz (1986). Este concierto forma parte de su proyecto conjunto, «Licht! [¡Luz!]», ideado a modo de síntesis -en unas 30 partituras grabadas con piano, fortepiano e instrumentos de época- de una de las posibles aproximaciones a la historia del «Lied alemán», a lo largo de una amplitud de 800 años (recital ya presentado en ciudades como Heidelberg, Frankfurt, Núremberg, Colonia, Dortmund, Granada, Ámsterdam y, ahora, Madrid).

   Esos ocho siglos comprenden desde la luz primigenia de las canciones de amor cortesanas de Walther von der Vogelweide y Oswald von Wolkenstein hasta los actuales reflejos lumínicos de los transmisores de la tradición del Lied, de la talla de Aribert Reimann -fallecido en marzo de este mismo año-, dueño de una gran facilidad para la dramaturgia musical, o Wolfgang Rihm, que desde hace décadas ejercita el expresionismo como una de sus señas de identidad.

   Verdad es que no hay luz sin oscuridad y, como corresponde a toda la historia del Lied, se mostraron en muchas de las canciones -como aplica en la estética romántica- la umbría naturaleza, la pérdida del ser amado o la proximidad de la muerte por causa del duro invierno de la vida, el desasosiego, el abandono, lo doliente o lo dramático. 

Anna Lucia Richter en el Ciclo de Lied del CNDM

  Se encuadra también en este trabajo, por mor de la dualidad luz-oscuridad, una perspectiva en su variante religiosa, con foco luminoso en la Vírgen o, incluso, en la Santísima Trinidad, entendiendo de forma buenista que si la luz no siempre doblega nuestra oscuridad no es porque los seres humanos no lo intenten, sino porque en realidad nuestra vida terrena es una mixtura entre lo que hacemos bien y lo que nos obliga -las circunstancias- a hacer el mal.

   Es en este contexto en el que el binomio Richter-Bushakevitz desgranaron su recital, en un formato un poco más reducido -25 canciones- que comenzaron y terminaron acompañadas de la zanfoña -manejada por Bushakevitz-, instrumento de sonido casi irreal, que en ideal empaste con la maestría vocal de Richter hizo lucir «Wer ist, die da durchleuchtet [El que brilla]» (de Wolkenstein), una letanía a la Virgen María con ciertos toques de canto gregoriano. 

   De igual forma, destelló «Unter den Linden [Bajo el tilo]» (de Vogelweide), que habla de forma descarada -y adelantada a la época, por ser la fémina la que lo narra- de la cita de dos amantes a plena luz del día. La postrera primera propina debida al éxito obtenido, «Tria sunt munera» (siglo IX) -que cuenta la historia de los tres Reyes Magos, guiados por la luz de las estrellas en busca del Mesías- nos transportó a bellas épocas medievales donde se ejercitaban canciones con dicciones del alemán antiguo, así como mezclas de alemán y latín.

   Para completar la primera parte, con la valiosísima contribución de Bushakevitz al piano, se convocaron ni más ni menos que a Bach (con dos canciones: «Der lieben Sonne Licht und Pracht [La luz y el esplendor del querido Sol]» y «O finstre Nacht wenn wirst du doch vergehen [Oh, noche oscura, perecerás]»), los pre-románticos Haydn («Die Landlust [El ansia por la tierra]») y Mozart («Abendempfindung [Sensación nocturna]»), en base a la tríada temática «Sol-tierra-noche».

   Lo anterior fue preludio de un plato más denso, como fueron las paradigmáticas tres canciones de Schubert, como figura cumbre absoluta del Lied. En primer lugar, «Auf dem Wasser zu singen [Para cantar sobre el agua]», una barcarola que Richter administró y contemporizó muy adecuadamente por oleadas. 

   Después, en «Der Zwerg [El enano]», realizó una muy buena narración de la historia diferenciando vocalmente el rol de la reina, que es asesinada en la barca por el enano -que fue su amante, aunque éste se suicida porque no volverá nunca a ninguna orilla-, mostrando a las claras la agitación y la violencia pertinentes. En «Im Abendrot [El resplandor]», el primoroso canto dibujó perfectamente una parsimonia contemplativa de lo bucólico y hermoso del atardecer, casi como una oración lanzada al cielo. 

Anna Lucia Richter en el Ciclo de Lied del CNDM

   Con «Frühling [Primavera]» y «Neue Liebe [Nuevo amor]», de Fanny Hensel Mendelssohn y Felix Mendelssohn -su hermano-, respectivamente, terminó la primera parte. De la segunda, destacamos los numerosos y elaborados contrastes dinámicos aplicados por nuestra cantante. La atmósfera creada por Bushakevitz fue casi irreal.

   Encabezaron la segunda parte obras de Schumann («Die Fensterscheibe [El cristal de la ventana]» y «Abendlied [Canción de la tarde]»), figura clave del denominado como “romanticismo ilustrado” y Brahms (con la bella y delicada «Sommerabend [Tarde de verano]»), al que se le reconoce una síntesis entre el “Lied popular” y el “Lied artístico” (entendido como ultra-elaborado), todas ellas dentro del estilo adecuado para diferenciar, sobre todo, el tratamiento pianístico que es más sinfónico y más nutrido de acordes «orquestales», como subrayó Bushakevitz.

   En Hugo Wolf pasamos a la preminencia de la palabra sobre la música, «poemas para voz solista y piano», como indicaba el compositor, lo que significa doble esfuerzo para cualquier intérprete porque la ejecución del canto -como ocurre con el expresionista Alban Berg- atiende a una figuración más compleja y alejada del melodismo, rechazando cualquier restricción a la tonalidad. 

   De las seis que se presentaron en total de Wolf y Berg destacamos del primero «Wohin mit der Freud? [¿A dónde ir con Freud?]», donde se refleja fielmente el «amor psicológico» de pareja. Del segundo, destacamos «Warm die Lüfte [Calienta el aire]», donde pudimos comprobar el límite dinámico de la voz de Richter -arriba y abajo-, denotando que creemos ha conseguido que el timbre de todas las notas de su extensión sea homogéneo y puesto al servicio de una gran musicalidad y expresividad.

   La cuadratura del círculo de este paseo histórico remataría el recital con la cuaterna de compositores conformada por Reimann y Rihm (sucesores de la Segunda Escuela de Viena), para los que el enfoque compositivo ha dado un paso hacia el eclecticismo alejado del purismo. El apunte histórico clave de los Eisler -colaborador de Bertold Brecht- y Weill es que son representantes de la oposición al nazismo y el exilio político, respectivamente. 

   «Nach dem Lichtverzicht [Después de la ausencia de la luz]» es una bella pero dramática canción de Reimann en la que Richter lució sus cualidades en el “vocalise” que predomina en la composición. «Verwelkte Blumen [Flores marchitas]», de Rihm, contiene textos de Friedrich Rückert, donde la tesitura grave es la protagonista, muy apropiada para la voz de nuestra artista y con ambientación pianística de resultado muy contenido a cargo de Bushakevitz.

   De Eisler se ofrecieron dos canciones tituladas «Und endlich [Y finalmente]», tan bella como triste, y «Über den Selbstmord [sobre el suicidio]», de acentuado y descarnado dramatismo, que pusieron a prueba un poderío vocal con tintes dramáticos, muy valorable de Richter, ya que fue finalizando un recital tan intenso como complejo.

   «Berlin in Licht» dio fin al recital con la brillantez requerida, una canción nostálgica, aunque fresca y divertida, compuesta para un anuncio de los fabricantes -Osram- de las nuevas luminarias -las bombillas- que se instalaron para el Berlín de 1928. 

Anna Lucia Richter en el Ciclo de Lied del CNDM

   El recital tuvo un gran éxito, saliendo la pareja Richter-Bushakevitz varias veces a saludar. Además de la propina comentada al principio, se ofreció la paradigmática canción de «Margarita en la rueca [Gretchen am Spinnrade]», basada en un poema de Goethe. 

   Es impresionante comprobar que una cantante -en realidad, todavía joven- pueda abordar de forma tan completa y madura todos los entresijos de esta -aparentemente fácil- canción, que contiene un trasfondo de auto análisis psicológico del personaje que se evalúa a sí mismo física y mentalmente -cada vez con más encono según avanza el texto-, y que la cantante hace ostensible aplicando una dinámica ‘sempre crescendo’ muy oportuna.

   Como se ha comentado, en este recital hemos asistido a un posible acercamiento a la historia de la estética del Lied. Si «La Luz» ha sido el leitmotiv para ello, no es menos cierto que el binomio caleidoscópico de Richter-Bushakevitz han obrado la magia deseada para mantener la tensión y alejar el tedio, así como manejar la complejidad y la variabilidad de un repertorio difícil, asumido con buenas ideas y ejecutado con criterio.

Fotos: Rafa Martín / CNDM

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