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Crítica: Anna Netrebko y Yusif Eyvazof en el Universal Music Festival del Teatro Real

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Autor: Raúl Chamorro Mena
27 de julio de 2022

El Universal Music Festival ofrece en el Teatro Real un concierto de Anna Netrebko, Yusif Eyvazof, Elchin Azizov y Gemma Coma-Alaber bajo la dirección musical de Michelangelo Mazza

Anna Netrebko en el Teatro Real

Diva ecuménica

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 25-VII-2022, Teatro Real. Universal music Festival. Concierto Anna Netrebko, soprano y Yusif Eyvazof, tenor. Con la participación de Elchin Azizov, barítono y Gemma Coma-Alabert, mezzosoprano. Obras de Gaetano Donizetti, Giuseppe Verdi, Jacques Offenbach, Charles Gounod, Georges Bizet, Piotr Illich Chaikovsky, Emmerich Kalman, Giacomo Puccini y Ernesto de Curtis. Orquesta titular del Teatro Real. Director: Michelangelo Mazza.

   Por calidades vocales, prestigio, maneras -buen ejemplo de ello son los dos espectaculares vestidos que lució en este concierto-, popularidad y presencia en los principales teatros, Anna Netrebko es la gran diva operística de la actualidad. Con ocasión de la injustificable invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Vladimir Putin, la privilegiada posición de la soprano se vio amenazada, dada su especial relación con el régimen del déspota ruso y su condición de «artista del pueblo» nombrada por el mismo. 

   Después de una breve retirada, la Netrebko se manifestó más duramente contra la invasión, lo que le ha valido recuperar su carrera al menos en Europa. Otra cosa sucede en USA, toda vez que el MET de Nueva York le ha cancelado todos sus compromisos, a lo que la diva rusa ha respondido con una demanda judicial. En fin, el que suscribe siempre defenderá que se mantenga al arte y a los artistas, en todo lo posible, al margen de los conflictos bélicos, incluso uno tan injustificable como el que devasta actualmente a Ucrania. 

   En Madrid pudimos ver en 2001 a una joven Anna Netrebko interpretar a Natacha de Guerra y paz de Prokofiev con las huestes del Marinsky bajo la dirección de Valery Gergiev. Además, intervino en una interpretación de la Segunda sinfonía de Mahler. Posteriormente, 20 años sin aparecer por Madrid hasta las dos funciones de Tosca del pasado año.

   La Netrebko que escuché en el Real hace 21 años era una soprano muy distinta. Más allá de su encantadora Natacha, su calibrada y creíble caracterización, el material vocal era de una lírico ligera con cuerpo y atractivo timbre, mucho más claro y flexible que el actual. Hoy día, la soprano de Krasnodar presenta un timbre mucho más grueso y oscuro con el que se ha lanzado a papeles dramáticos, pero aún así mantiene el registro agudo, si bien no ha podido evitar la pérdida de ductilidad, lo que pudo comprobarse ya en la primera y muy exigente pieza a interpretar en el concierto. A pesar de llevar ya una veintena de títulos a sus espaldas y una bien ganada posición en Italia como compositor de melodrama, es Anna Bolena -Milán, Teatro Carcano 1830- la obra que consolida y encumbra en la península al genio Bergamasco. Compuesta en plena colaboración con la diva Giuditta Pasta, la ópera culmina con una gran escena final, privilegio de la primadonna, que presenta una alternancia de alucinación y lucidez por parte de la infortunada reina, antes de caminar hacia el cadalso. La Netrebko ofreció el recitativo «Piangete voi?», el bellísimo cantabile «Al dolce guidami« y la cabaletta «coppia iniqua». Un exigente fragmento más propio para terminar un recital que para empezarlo. El timbre bello, carnoso, personal, de estimables caudal y riqueza de la Netrebko se asentó en la sala aliado con su carisma y capacidad comunicativa desde el recitativo, esculpido con algunos acentos estimables y sin poder ocultar cierto vibrato en algunas notas. En el aria, delineada con musicalidad, se echó en falta un canto legato y un abandono más genuino, de mayor esencia belcantista, perjudicado por un fiato justo - tuvo que resolver la volata en dos respiraciones- y esa limitada ductilidad a la que aludía más arriba, si bien emitió al final un agudo en pianissimo de buena factura. La Netrebko se lanzó con garra a la onerosa cabaletta «coppia iniqua», con la fiereza que requiere la invectiva, unos descensos al grave en «vendetta» apoyados en el pecho que tuvieron sonoridad e impacto dramático y una coloratura di forza resuelta con eficacia. Una Bolena poco idiomática, pero carismática y servida con intensidad, entrega y un material privilegiado.

   A continuación, el programa ofreció un bloque verdiano, que abrió el tenor Yusif Eyvazoz con el aria, «Ah si ben mio» de Il Trovatore delineada con un legato discreto, fraseo sin clase alguna y una emisión un tanto errática, con ese timbre modesto en cuanto a belleza y calidad. Mejor la cabaletta «Di quella pira», pues el tenor azerbayano demostró valentía al abordar la pieza a tono con las dos estrofas y un generoso Do sobreagudo conclusivo, lo que compensó, en cierto modo, que pasó por encima de las semicorcheas picado-ligadas que salpican la cabaletta. La Netrebko caracterizó una Leonora determinada, intensa, enamorada, dispuesta sin duda alguna a entregar su vida por su amado en el espléndido dúo con el Conde de Luna en el cuarto acto. Éste fue interpretado por el barítono azerbayano Eichin Azizov, de timbre gris, emisión hueca y modos toscos donde los haya, pero hay que reconocer que contribuyó al alto voltaje de la interpretación. Con la gran oda al amor metafísico profundamente romántico, que Verdi colocó al final de su magistral Aida con los enamorados despidiéndose de este valle de lágrimas para plasmar su pasión en otra dimensión, concluyó la primera parte del evento. La Netrebko ofreció, por tanto, al público del Teatro Real, un anticipo de su Aida, carismática y resuelta, que encarnará la próxima temporada. Ascensos seguros y bellos filados exhibió la soprano rusa frente a un Eyvazof honrado, pero que no pudo librarse de alguna nota calante y algún falsete ridículo y blanquecino.

   En lugar de la inicialmente prevista aria de Eléazar de La juive de Halevy, Yusif Eyvazof abrió la segunda parte con el recitativo y aria de Edgardo de Lucia di Lammermoor. Sin una emisión bien apoyada sul fiato, trufada con sonidos ora entubados, ora calantes y las vocales sin liberar, es complicado hacer plena justicia a esta pieza, a pesar del entusiasmo del tenor, de resultar asumiblemente idiomático y de la valentía con que atacó el agudo de la fermata. Discreta resultó la barcarola de Cuentos de Hoffman, dado el desequilibrio vocal entre el timbre amplio, carnoso y sensual de Netrebko y la escasa proyección de la nezzo Gemma Coma-Alabert. Una fuerza dramática inusitada atesoró el aria del veneno de Romeo y Julieta de Gounod en la interpretación de la soprano rusa, un pasaje tantas veces asumido por cantantes demasiado ligeras incapaces de dotar de consistencia dramática al fragmento. Un Escamillo insolente y fanfarrón dibujado por el timbte innoble de Azizov dio paso al brillante y caldeado broche del concierto, la gran escena de la habitación con la que concluye el primer acto de la magnífica ópera de Chaikovsky Pikovaya dama-La dama de picas. El timbre voluptuoso de la Netrebko se prestó de manera impecable tanto al tono ensoñador y melancólico del nocturno como a la exaltación emocional del dúo conclusivo. Un Eyvazof, que completó un apreciable Ghermann el pasado Febrero en Barcelona, se encontró más en su salsa en esta pieza y firmó su mejor aportación de la noche con un Ghermann apasionado y febril, demostrando, que, con sus indudables limitaciones, el compañero sentimental de la Netrebko es un cantante que no desentona en el panorama tenoril de la actualidad. La lógica compenetración de ambos cantantes apuntaló una arrebatada interpretación de la magnífica escena, sólo penalizada por la caída y pobretona prestación orquestal. Incluso Gemma Coma-Alabert, hasta ese momento apagada y sin presencia sonora alguna en sus intervenciones, confirió cierto relieve e intención a las frases de la Condesa.

   En el capítulo propinas, la Netrebko se divirtió con baile incluido, en la salida de Sylva Varescu «Heia, in den Bergen» de la opereta Die Czardasfürstin de Emmerich Kalman. La princesa de las Czardas o La princesa gitana como también se la conoce en español. A continuación, el inevitable «Nessun dorma» de Turandot en una discreta interpretación por parte de Eyvazof para terminar con «Non ti scordar di me» de Ernesto de Curtis entonada por los cuatro cantantes con baile posterior a doble pareja, ante las ovaciones del público.

   Michelangelo Mazza ofreció una briosa, pero particularmente ruidosa y muy borrosa obertura de Nabucco, además de un aparatoso preludio de Carmen. Como acompañante se mostró atento, correcto, al servicio de los cantantes, pero no pudo superar la manifiesta escasez de ensayos y un sonido orquestal de brocha gorda.

   A la salida, un pequeño grupo de Ucranianos o de gente que apoya el sufrimiento de este país se manifestó contra la presencia de la soprano rusa, a la que consideran demasiado ligada a Putin.

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